entrevista

Pere Estupinyà: «Habría que tener más sexo con amigos... Si fuéramos más abiertos, reforzaría la relación»

El divulgador científico Pere Estupinyà sabe prácticamente de todo: de biomedicina, de inteligencia artificial, de misiones espaciales, de ADN antiguo... Pero, sobre todo, sabe de sexo. Hablamos con él.

El divulgador científico Pere Estupinyà. / Lupe DE LA VALLINA

Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

Acaba de volver de Dinamarca, donde ha visitado a un grupo de investigación que recupera y analiza ADN de hace dos millones de años. Pese a la paliza que lleva en el cuerpo, lo cuenta con una pasión contagiosa. Por algo Pere Estupinyà (Tortosa, 1974) es el heredero de Eduard Punset, con el que trabajó en Redes y del que aprendió todo lo que hay saber sobre cómo convertirse en una referencia de la divulgación científica. Licenciado en Química y Bioquímica, uno de sus trabajos consiste en patearse los laboratorios más punteros del mundo (desde el MIT hasta la NASA) para contarlo, entre otros sitios, en El ladrón de cerebros, el programa de La 2 de TVE que dirige y que ya va por su séptima temporada. Pero no es el único: también es consultor, conferenciante, escritor... Y un auténtico experto en sexo . O, mejor dicho, en la ciencia del sexo. Para escribir S=EX2: La ciencia del sexo, el libro que ahora reedita con la editorial Debate, entrevistó a muchos expertos, pero también visitó un club de swingers. Y participó. Quizá porque sin experimentación, no hay método científico.

MUJERHOY. ¿Cuál diría que es el mayor enigma sobre el sexo que aún debe resolver la ciencia?

PERE ESTUPINYÀ. El postorgasmo es uno de ellos. El cambio drástico de motivación que hay cinco segundos antes y cinco segundos después del orgasmo es un misterio. Es difícil encontrar una situación en la que nuestro estado mental cambie tan drásticamente en tan poco tiempo. Sería útil no sólo para entender el fenómeno en sí, sino también para estudiar las bases neurológicas de la motivación humana.

El sexo y el amor son dos cosas distintas. Pero existe cierta creencia popular sobre cómo el sexo con amor es una experiencia diferente al sexo sin vínculos afectivos. ¿Es esto algo que ha demostrado la ciencia?

Desconozco si hay algún estudio que lo haya analizado o si hay cambios fisiológicos relacionados. El sexo más casual es más libre, pero creo que la parte más bonita de la sexualidad no es el placer, sino la unión entre personas. De hecho, yo creo que eso de que tener sexo con amigos es poco recomendable es una creencia que se podría desafiar. Si fuéramos más abiertos, quizá reforzaría nuestra amistad en lugar de romperla.

¿Domesticar algo tan primitivo como el deseo sexual nos convierte en una especie más adaptada o más frágil desde el punto de vista evolutivo?

Somos la única especie que ha desvinculado el sexo de la reproducción. Que las mujeres tengan relaciones sexuales fuera del periodo fértil es algo único. Una vaca o una yegua no lo hacen porque, ¿para qué arriesgarse a una infección? Además, sólo tienen sexo con el mejor macho disponible. Los humanos, en cambio, hemos domesticado el sexo con técnicas anticonceptivas y a través de modelos de sociedad más monógamos. Eso ha afectado a nuestra evolución como especie, pero no es algo necesariamente malo.

Estupinyà es autor del libro 'S=EX2: La ciencia del sexo'. / Lupe DE LA VALLINA

Dice que plantearse el sexo como una afición puede ser útil para combatir la inapetencia sexual. ¿Cómo funciona eso?

El sexo se ha convertido en algo súper trascendente. Yo defiendo que podemos quitarle dramatismo, no debemos tener tantos reparos a probar cosas nuevas y podemos verlo como algo divertido, casi como una afición. Una buena manera de hacerlo es hablarlo entre amigos. Con naturalidad. Puedes contar que has ido a un taller tántrico como quien ha probado un restaurante etíope. Tampoco sabemos si nos va a gustar el etíope y vamos, ¿no?

¿Sacar la agenda para planificarlo no es anticlimático?

Existe un mito de que el sexo tiene que ser espontáneo, pero si lo concibes como una afición, puede ser como jugar al tenis. Si un amigo te escribe a las 11 de la mañana, en ese momento no te apetece, pero sabes que por la tarde irás. Quizá te dé pereza, pero sabes que lo pasarás bien y por eso, acudes. La gente que tiene una sexualidad muy liberal lo hace: quedan un martes para ir a un club, por ejemplo. Y si cuando están allí no les apetece, se irán a su casa y no pasará nada. Si vas al cine y no te gusta la película, no dices: «¡Qué desastre!».

Hablando de mitos sexuales, ¿cuál es el más extendido o el más nocivo?

Hay tantos... Uno de ellos está relacionado con lo que acabo de comentar: la creencia de que para iniciar el sexo debe existir una especie de magia previa. Otro mito tiene que ver con la satisfacción sexual. A partir de un encuentro sexual a la semana, a más cantidad de encuentros no hay más satisfacción sexual. ¿Otro? El coito, cuanto más largo mejor. O el mito del multiorgasmo femenino, que ya sabemos que no es lo más habitual. Hay muchísimos...

Se está hablando mucho sobre el porno, los móviles y los adolescentes. Como experto en el tema, ¿deberíamos avanzar hacia una regulación más restrictiva de los contenidos sexuales?

Hay un sector muy crítico con el porno que creo que exagera. El porno de por sí no es dañino ni genera adicción en adultos, aunque sí puede ser problemático en personas vulnerables. De lo contrario, te puede gustar más o menos, pero no es nocivo. Mi postura no es de las más catastrofistas, porque la evidencia científica no lo sostiene. Dicho esto, estoy a favor de limitar el acceso entre los adolescentes. El porno es una ficción y distorsiona la realidad. Para quienes no tienen otras referencias es cierto que puede llevarles a pensar que ciertas prácticas son lo normal, cuando no lo son. Pero el problema no es tanto la pornografía como la falta de educación sexual.

Del sexo a la inteligencia artificial. ¿Cómo nos preparamos para el cambio de paradigma que supone dejar de ser la especie más inteligente del planeta?

De que la IA va a ser más inteligente que nosotros no hay duda, la cuestión es si, pese a eso, nosotros podremos mantener el control sobre ella. Hay dos riesgos posibles. El primero es cómo modulará nuestras posturas políticas o cómo afectará, por ejemplo, al empleo. El otro es a largo plazo y tiene que ver con si tendrá conciencia de sí misma y terminará con nosotros como especie. No es una amenaza inminente, pero sí debemos estar pendientes. Igual que ocurre con la energía nuclear: tenemos que preocuparnos más de los problemas que alegrarnos por sus beneficios. Aunque soy optimista y creo que en el futuro el balance será positivo, no podemos asumir alegremente que sólo se utilizará para el bien. Y la responsabilidad no es solo política, sino también de los creadores. Me muevo mucho entre jóvenes emprendedores y start-ups, y veo que tiene un poder muy bestia y, a la vez, cero reflexión.

¿En qué campos de investigación detecta las mayores oportunidades de innovación?

En biomedicina, sin duda. Hace poco, visité a un grupo de Boston que, gracias a la IA, es capaz de encontrar patrones que prevén la aparición de cáncer de mama en mamografías limpias. No se sabe cómo, pero el algoritmo los encuentra. Va a ser una revolución en el diagnóstico de enfermedades, pero también en el diseño de nuevos fármacos. La inteligencia artificial será un revulsivo para todos los campos de investigación.

Estupinyà en su casa de Madrid. / Lupe DE LA VALLINA

¿Cuál es la frontera del conocimiento humano que lograremos traspasar en el próximo siglo?

Creo que en biomedicina, con la genómica y la proteómica, van a pasar cosas alucinantes. Comprender el cerebro, cuál es su código, sigue siendo un gran reto, porque lo cierto es que estamos a años luz de entender su funcionamiento. También es posible que encontremos vida en otro planeta y ese será, probablemente, el descubrimiento científico más grande de la historia. Quizá no sea en Marte, pero sí en algún planeta extrasolar. Y a nivel práctico, espero que la revolución energética asociada al cambio climático traiga alguna innovación importante, aunque no todo el mundo está de acuerdo...

¿Qué quiere decir?

Ya no creo en las cumbres climáticas ni en los incentivos políticos. El calentamiento global no va a parar. Vamos a escenarios catastróficos. Por eso, yo deposito mi esperanza en algún cambio tecnológico que cambie las reglas del juego.

¿Y existen indicios optimistas en ese sentido?

En fusión nuclear ha habido grandes avances. Estados Unidos está invirtiendo muchísimo dinero y hay experimentos muy ambiciosos en este campo. Si se consigue, no se implantará en un año, pero en una década revolucionará la manera en la que estamos produciendo energía. O quizá tenga que ver con una manera más eficiente de capturar CO2 directamente del aire.

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