Mirela Balić acaba de estrenar la obra de teatro Parejas Imperfectas. /
Empecemos por el final. Cuando después de casi una hora de entrevista, le confieso a Mirela Balić (Madrid, 1999), que ha sido una auténtica revelación. Porque, tras charlar con esta actriz española de ascendencia serbocroata, no sorprende tanto su belleza imponente como su discurso contundente y bien armado, su divertida amabilidad y su impresionante madurez. Ojalá a los 50 muchas tuviéramos la seguridad con la que argumenta sus respuestas esta mujer de 25 años.
Mirela Balić tiene el arte, en el significado más amplio del término, en sus venas. Toda su familia está ligada a la música de forma profesional y ella se formó durante años en el conservatorio, en las disciplinas de piano y chelo. El escenario era su lugar en el mundo y cuando solo era una adolescente, tuvo una suerte de Epifanía gracias a su profesor de literatura del instituto Fortuny de Madrid. «David Casquete, un apasionado, de esta gente que educa de verdad y a quien quien adoro y admiro», reconoce. Ahí fue cuando decidió que la interpretación era su presente e iba a ser su futuro.
En aquella función escolar Balić interpretaba a la Mariana Pineda de Lorca y compartía cartel con Ester Expósito y Alice Wonder. Ahí es nada. Ahora, después de años de formación en la RESAC y con esas tres adolescentes cosechando éxitos, Mirela Balić vuelve a subirse a las tablas del escenario en la obra de teatro «Parejas Imperfectas», que estrenó en Valencia el pasado 1 de marzo «malísima, con un virus estomacal, vomitando entre cajas».
Retrato de la actriz Mirela Balić. /
Acaba de estrenar en cines La mala influencia y pronto volveremos a verla en la gran pantalla con Ester Expósito en El Talento. Además, aunque el éxito internacional le llegó a través de su papel de Chloe en Élite, Mirela Balić ha triunfado en la televisión con títulos como Zorras, Tú también lo harías, Cristo y Rey o Un nuevo amanecer. Eso sí, aunque le cuesta elegir una única disciplina interpretativa, reconoce que «para mí donde está todo, donde nace todo, es en el teatro, en las tablas, en el escenario. Cuando se abre el telón, yo me hago teatro encima, porque el teatro está vivo, y hay que salvarlo. Aunque es muy duro, porque está muy mal, no hay dinero, las subvenciones son terribles».
Mirela Balić se considera una afortunada. «Yo hago teatro en la RESAD, salgo y tengo la suerte de empezar un proyecto y empalmar con otros siete de cine. Y yo no me lo creía. Esta profesión tiene más de un 90% de paro. Es tan difícil que te pase lo que me ha pasado a mí que, inevitablemente, hablo de suerte, porque es muy precario». Y hablando de suerte, aunque lo suyo tenga un componente de trabajo, constancia y talento altísimo, tocamos otro tipo de suerte que, confiesa la actriz, le ha hecho incluso llorar.
«Me escucho muchas veces diciendo que qué suerte he tenido de trabajar y de estar en equipos en los que se me ha tratado bien y no me he topado con ningún abusador. Un día, en una entrevista, me eché a llorar porque me di cuenta de que había dicho que qué suerte de no trabajar con abusadores, como si eso fuera una suerte. ¿En qué mundo vivimos si es una suerte que te traten como debes de ser tratada?».
MUJERHOY: Ese es otro de los grandes problemas que hay en la industria, que al final muy poca gente se está atreviendo a alzar la voz contra esos abusos y contra esos abusadores. ¿Por qué hay tanto silencio?
MIRELA BALIĆ: Porque da mucho miedo, porque si alzas la voz, igual te quedas sin trabajar. Carolina Yuste dijo una cosa maravillosa y es que tenemos que dejar de dar espacio a personas que no deben estar ahí para que lo podamos ocupar nosotros. Porque al final, si el director X es un abusador, se sabe, pero no para de trabajar y yo sí. Si el día de mañana me ofrecen un casting, voy a perder mi oportunidad de poder trabajar dignamente porque no quiero trabajar con él. Porque es un abusador. Y soy yo la que por mi moral y mis principios me tengo que quedar en mi casa sin trabajo, callar y decir no. Lo suyo sería que se quedara él sin trabajo.
¿Qué tenemos que hacer, no solo vosotros como gremio, sino nosotros como sociedad, para parar esto?
Todo viene de un sistema educativo y ancestral que ha perpetuado el machismo y las fuerzas de poder. En nuestro gremio tenemos que seguir denunciando, seguir hablando. Yo pido encarecidamente a las productoras y productores que paren de contratar a gente que se sabe que son abusadores, que han pasado por un juicio, que tienen antecedentes. Pero estamos todos agarrados por la misma cuerda, es una pescadilla que se muerde la cola, porque está la opción uno, que no lo aceptas, te frustras y te vas a la cama con la conciencia limpia pero sin trabajo; y la opción dos, en la que haces la vista gorda y sabes que vas a sufrir porque vas a trabajar con un tipo que es un monstruo, pero es que tienes que comer. Eso sí, te comes el tarro y te sientes mal por haber vendido tus principios por trabajar.
Y luego está el tema de la cancelación a los que os atrevéis a hablar, ¿da miedo?
Yo no me enorgullezco de decir las cosas como son, pero es que hay que hacerlo, también por los que vienen detrás. Yo tengo muy claro que a mí algún día me van a cancelar por hablar de más, pero es que no estoy hablando de más. Y si me cancelan, claramente el problema no lo tengo yo, sino la sociedad y el gremio en el que se siguen encubriendo mil y un casos por correr tupido velo. Tengo claro que si te quieren criticar o cancelar, lo van a hacer porque dices A, B, C y, así, el abecedario completo. Así que prefiero ser yo misma, ser fiel a mis valores y hacerlo lo mejor que sé y como puedo.
¿Cuál sería tu papel soñado?
Creo que todavía no ha llegado y tengo muchas ganas, aunque no quiero hacer ninguno de menos. Para mí es muy importante la historia que se cuenta, el personaje que hay, si hay chicha detrás, dónde está el conflicto. Me encanta hacer trabajo de campo, algo de método. Pero no sé cuál será ni cómo será. Se me ocurren mil referencias del cine. Me encantaría hacer un Lara Croft en plan cine de acción y tener que aprender una disciplina nueva. Me encantaría un personaje en el que pueda hablar todos los idiomas que hablo, y meter serbio, español, francés, inglés... ¡Me fliparía! Tengo ganas de roper ya con lo del adolescente de instituto, raparme la cabeza y hacer una película de la posguerra, un personaje duro y putrefacto y que me absorba el proyecto.
¿Has tenido miedo de que se te encasillara en ese tipo de papeles?
Al principio, con el primero que hice, me dio miedo porque dije «uy, ucraniana maltratada, mujer modelo de un futbolista». Y pensé: como ahora me empiecen a caer papeles así, de prostituta esclava o este rollo de modelo y mujer maltratada, paso. Pero tuve la gran suerte de que llegaron otros papeles. Eso sí, también me he tenido que reconciliar con cómo soy y la edad que tengo y entender que cómo no voy a hacer papeles de adolescente. Maribel Verdú, que hacía de mi madre en Élite, me dijo: «no corras, porque cuando luego tengas 30 y pico, ya verás como echas de menos los papeles de instituto».
Claro, porque siempre hablamos del edadismo de las actrices más mayores, pero también existe ese hándicap por ser una chica joven y, encima, guapa. ¿Te toman menos en serio por eso?
Me ha pasado toda la vida, desde pequeña, también en la RESAD. Pero quiero creer que también han visto algo de talento. Porque entiendo que soy guapa y que al final entro en un canon heteronormativo de ser la rubia con ojos azules y, encima, guiri. Así que toda la vida he tenido que luchar por demostrar que sí, que soy guapa, pero que de tonta no tengo un pelo. Pero bueno, he tenido la suerte de que me han educado para ser un mujer fuerte y «echá p'alante», que no me callo y que me he hecho valer. Pero sí siento que, como mujer, hay que demostrar todo por dos, mientras que a los hombres eso no se les cuestiona.
Aún así, aunque tus papeles han sido chicas jóvenes de instituto, todas tenían una vida muy libre. Una manera de vivir en libertad que también transmite un mensaje a la gente, a las chicas, que se pueden identificar contigo, con tu personaje...
Con esto me llevé una gran sorpresa, porque no sabes la cantidad de chicas de diferentes edades que han dicho que se sienten muy representadas en los personaje que yo he hecho: en estar perdidas, no sentir una valoración y buscarla a través del sexo, porque ellas mismas no se admiran ni se valoran. Y eso me llenó mucho porque al final me he currado mucho los personajes y me alegra que no se quede en la superficie, sino en el mensaje que estaba detrás.
Eso se ve muy claro en las alfombras rojas, por ejemplo... ¿Cómo te sientes en ella?
La alfombra roja también tiene dos puntos. El mundo moda, que me encanta, porque además trabajo con Luke Martin, que es un artista de los pies a cabeza y nos encanta crear looks juntos, pensar en qué y cómo, dependiendo del momento, porque es un momento emocional total. Y luego está la parte de salir y que se que te echen cincuenta cámaras a la vez ahí en un segundo, que siempre da un poco de impresión, aunque me he ido acostumbrando y no lo llevo mal porque tengo más cara que espalda.
Antes hablabas de Maribel Verdú, ¿qué actrices tienes como referentes, tanto a nivel nacional como internacional?
Maribel Verdú, por supuesto, la llevo admirando toda mi vida, desde pequeña. También me encantaría trabajar con Aitana Sánchez-Gijón, porque me parece una actriz de los pies a la cabeza. Carmen Machi también. Hay tantas actrices a las que admiro: Meryl Streep siempre ha sido un referente, Nicole Kidman y no sé por qué, pero creo que haría un dúo increíble con Jennifer Lawrence.
¿Cómo se gestiona una fama como la tuya? ¿Cómo se mantienen los pies en el suelo y la salud mental?
Gracias a Dios estamos normalizando cuidar la salud mental, porque hay gente que ir al psicólogo lo sigue llamando ir al loquero. Siempre daré las gracias a mis amigos, porque tener una red de apoyo y de amigos buenos de verdad, de esos de siempre, que te conocen de toda la vida, es una suerte porque te puedes sostener en ellos. También en una pareja maravillosa y, sin duda, en la educación que me han dado mis padres. Y, evidentemente, yendo a terapia, siempre seré fiel defensora de ir a terapia. El problema es que esto es privilegio también.
¿Y cómo convives con el fenónemo fan y los haters? Que te reconozcan, que te paren por la calle, los comentarios negativos...
Lo de Élite fue muy fuerte. Siempre digo que me alegro bastante de haber entrado en las dos últimas temporadas, porque yo iba de kamikaze, así que agradezco que me pasara con 26 años y la cabeza bien amueblada y no con 18. Aunque es verdad que no me ha cambiado la vida drásticamente, como para que sea un problema. Yo sigo haciendo mi vida normal, no es un acoso y derribo, la gente es bastante amigable. Me paran, me piden fotos y punto. No he tenido mucho hate, algún comentario ha habido y me lo he comido con patatas, pero ya está. Con la polémica entre el fútbol y el fotógrafo, por ejemplo, lo que yo llamo el episodio teta, pero me entra por un oído y me sale por otro lado. También es muy fácil decirlo cuando no te pasa todos los días, ni te cancelan ni nada. Si no, quizá otro gallo cantaría, porque es una gestión emocional grande. También ayuda que soy bastante extrovertida y muy personaje. Y bueno, que sí, que soy maja (carcajadas).