Juliette Binoche, impresionante en el Festival de Cine de San Sebastián 2023. / Gtres

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La receta de la felicidad de Juliette Binoche: del estreno de A fuego lento a la reconciliación con su ex

La actriz francesa añade a su currículo cinematográfico la profesión de chef, con una película que le ha permitido reconciliarse con los fogones y con su ex.

Según Juliette Binoche (París, 1964), el mundo es un lugar mejor desde que el realizador vietnamita Tran Anh Hùng se decidiese por ella y el padre de su hija Hana, Benoît Magimel, para interpretar a la pareja protagonista de su drama romántico y gastronómico A fuego lento (estreno en cines, 20 de diciembre).

Ambos actores habían mantenido una relación sentimental de un lustro y, desde su ruptura, mantenían un trato hostil. El director, de hecho, intentó limar asperezas en los ensayos y los citó para comer juntos, pero Benoît engulló su menú en 10 minutos y se largó. Poco a poco, durante el rodaje, fue bajando la guardia.

«Esta película me ha hecho feliz, porque ha propiciado un entendimiento entre nosotros. Es algo positivo para Hana, para mi hijo Raphaël y, por extensión, para el planeta, porque cuanta más reconciliaciones se producen, el mundo se vuelve más habitable», exponía la intérprete en el Festival de San Sebastián, donde la película se proyectó en la clausura de la sección Culinary Cinema.

Binoche da vida a una cocinera excepcional que suma dos décadas al servicio de un ilustre gastrónomo. Él diseña los platos que ella ejecuta con maestría. Los años de deleite culinario y admiración recíproca desembocan en una relación que ella no quiere sellar en matrimonio, pues prefiere su autonomía.

La propia relación de la oscarizada actriz con la comida está marcada por la educación que le transmitió su madre a los 10 años: « Me encanta comer y cocinar, no consumo hamburguesas ni sándwiches. Me decanto por las verduras, los cereales y las legumbres. En casa nos enseñaron a comer así antes de que la macrobiótica fuera una moda. La calidad de la materia es muy importante. No me gustan, por ejemplo, los tomates hidropónicos. Es un sinsentido. Y los campos que se están destinando en diferentes países para dar de comer a los animales me parecen una locura».

A fuego lento arranca con un verdadero ejercicio de riesgo, un plano secuencia que roza los 40 minutos y se desarrolla como una coreografía donde su personaje huele, trocea y manipula, guisa, hierve y hornea. Es una sinfonía sensual y sensorial para la que el cineasta les exigió una preparación.

«Hùng nos pidió que experimentáramos de verdad la alta cocina, así que aprendí algunas recetas. En cierto modo es como pintar: has de aprender cómo mezclar ingredientes, qué temperatura es la adecuada, qué gesto...», desarrollaba la actriz con una pasión que se puede paladear. Al fin y al cabo, ha encontrado entre fogones la receta de la felicidad.