La escritora Camila Läckberg publica su nueva novela, Verdad o reto . /
Desde que la pandemia globalizó la videoconferencia, el mundo se divide entre los que desarrollan reuniones de trabajo silueteados frente a fondos virtuales y los que han localizado y customizado su rincón del Zoom en la oficina. Durante nuestra entrevista, tras la escritora superventasCamilla Läckberg (Fjällbacka, Suecia, 1974), hay una mujer con falda acampanada y zapatos de tacón empuñando un hacha. Es obra de una de sus artistas favoritas, la estadounidense Kelly Reemtsen, que acostumbra a pintar señoras ataviadas con vestidos años 50 y cargadas con accesorios turbadores.
La reina sueca de la novela negra se revela como el lienzo, provocadora y juguetona. Su vida dista mucho de sus ficciones escabrosas. «Me deshago de toda mi agresividad y mis tristezas en mis libros. Soy una persona despreocupada y tengo una vida familiar muy feliz», asegura la novelista, que alterna la escritura adictiva con la gestión de dos clínicas privadas, una bodega, una productora audiovisual y cuatro hijos de tres matrimonios distintos. El último, con un campeón de lucha libre.
La autora de la saga de Los crímenes de Fjällbacka , fue una lectora y una escritora precoz. Hija única de una pareja entrada en años, en su infancia encontró compañía y evasión en las letras. Tras atiborrarse a tebeos, le aguardaba la extensa biblioteca de su padre. Con Muerte en el Nilo, se volcó en Agatha Christie. «A la edad a la que otras niñas leían sobre caballos, yo lo hacía sobre asesinos en serie. Me encantaban las historias de fantasmas. Empecé a leer a Edgar Allan Poe y seguí con Stephen King, en paralelo a las novelas de crímenes».
Su primer cuento, que escribió cuando sólo tenía cinco años, se titulaba Santa Claus, aunque confiesa que odia «la Navidad. Soy como el señor Scrooge del cuento de Dickens». Su última novela, que esta semana sale a la venta en España, se llama Verdad o reto (Planeta), hace honor a su alter ego literario y se ambienta en fin de año. La trama está protagonizada por cuatro jóvenes que celebran la Nochevieja mientras espían a sus padres en la mansión vecina. La ingesta de alcohol les lleva a retarse y todos terminan revelando secretos que les incitan a la revancha.
«Me resulta muy interesante tomar un contexto o un espacio que asociamos con la seguridad y la felicidad y soltar allí una bomba, que suceda algo terrible. De ahí que haya ambientado tantos crímenes en el seno de una familia. Según las estadísticas, nueve de cada 10 crímenes son cometidos por una persona cercana a la víctima, así que nuestro hogar es el menos seguro de los lugares», apostilla. En Suecia el libro se lanzó como un díptico sobre la venganza junto a Mujeres que no perdonan (Planeta, 2020), protagonizada por tres esposas sometidas por sus maridos.
Läckberg elige los temas en función de lo que la enfada en cada momento: «Es mi manera de desahogarme y ordenar ideas». En El nido del cuco, el último libro de Los crímenes de Fjällbacka, resuena su enfado con las sospechas de tráfico de influencias y de vejaciones sexuales en la Academia sueca. Ahora está escribiendo la tercera entrega de su saga Faye, en la que su obsesión personal, la desigualdad de género, sigue estando muy presente. «Tengo dos hijos y dos hijas, y me parece injusto que ellas no tengan las mismas oportunidades que ellos», explica.
La autora ha estado en el centro del debate desde que su debut, La princesa de hielo, se convirtió en un éxito. «Por suerte, siempre he tenido la autoestima lo suficientemente alta para que no me arrastraran emocionalmente las críticas. Es absurdo enfadarme cuando escriben que mis novelas son malas o que están mal escritas. Tengo una comunidad de más de 35 millones de lectores, que se alivia y evade de su vida cotidiana a través de mis libros. ¿Para que molestarme por lo que opine la élite cultural?», se pregunta.
Tampoco le preocupa haber sido acribillada en las redes sociales de su país por estar casada con un hombre 12 años menor o por aparecer desnuda y embarazada en Playboy, a lo Demi Moore. «Me he acostumbrado al odio en internet y no me lo tomo muy a pecho. Además, los mayores reproches son sobre la manera en que educamos a nuestros hijos. Mi crianza es provocativa, pero confío en mis decisiones. Sé que estoy haciendo lo correcto, la prueba es el resultado: todos son buenos chicos. A veces, para tomarles el pelo a esas mamás que lo desaprueban, exagero un poco las cosas», comparte con retranca una mujer que se define como rencorosa, pero no vengativa, porque ejecuta represalias en sus escritos. «Puedo sentir resentimiento durante mucho tiempo y hacer planes que nunca llevo a cabo, pero también creo en el karma. Muchas veces, solo tienes que sentarte y esperar».
La frase favorita de Läckberg, de hecho, es «ya te lo dije». La coletilla que, tarde o temprano, emplea con todos aquellos que intentan disuadirle de sus planes, su agente y su editorial incluidas. Cuando expuso su intención de aparcar la serie Los crímenes de Fjällbacka, compuesta por 10 libros, y aventurarse en un thriller donde su protagonista iba a ser un remedo de las mujeres atractivas y sofisticadas de los 80, le dijeron que volviera a lo suyo. «Nadie estaba demasiado contento ni emocionado con Faye excepto yo, pero soy terca. No me guío por lo que resulta vendible o por lo que sería más inteligente, sino por mis tripas».
La escritora, que también se ha adentrado en el universo de los libros infantiles, ha escrito dos novelas a cuatro manos con el mentalista Henrik Fexeus y se ha aventurado en el mundo de la música como letrista de varios álbumes, entre otros el disco de jazz de Maria Wells For The Love. Pero todavía guarda una penúltima sorpresa. En estos momentos prepara su primer podcast , un true crime sobre un un niño sueco desaparecido en 1980.