Enfrentarse a la mortalidad de la existencia, no como un futuro abstracto, sino como un hecho cierto que nos podría haber sucedido un día concreto, igual a cualquier otro día, tiene consecuencias (en la vida y en los libros). El 26 de diciembre, el escritor británico de origen paquistaní Hanif Kureishi, dio un paseo por bellos rincones de Roma como la Piazza del Popolo y los jardines de Villa Borghese antes de volver a su apartamento. Allí, cuando estaba viendo un partido de fútbol del Aston Villa y tomando una cerveza, se sintió mareado, por lo que agachó la cabeza hasta situarla entre sus piernas.
Lo siguiente que recuerda (como relató en su cuenta de Twitter el 6 de enero) es que se despertó en un charco de sangre, con su cuello grotescamente torcido, y su mujer, Isabella d'Amico, arrodillada a su lado, que le tranquilizó y tomó el mando de la situación. «Lo que había quedado de mi cerebro y lo que permanecía de mi cuerpo no estaban coordinados. Me divorcié de mí mismo. Creí que me estaba muriendo», escribió.
No fue así. Culpa de la caída o motivado por lo que fuera que le causara el desvanecimiento, Kureishi tiene ahora, a los 68 años, una nueva injusticia contra la que luchar: la incapacidad. Le han operado la columna vertebral y ha comenzado con los ejercicios de rehabilitación, pero de momento no puede mover ninguna extremidad.
La única actividad que realiza (incansablemente) desde la cama del hospital romano Gemelli en la que permanece tumbado es la de pensar y dictar sus palabras a sus hijos, que las transcriben y publican en su perfil de Twitter @Hanifkureishi y en su blog The Kureishi Chronicles.
El que fuera un paladín de la lucha contra el racismo, el clasismo de la sociedad británica y los prejuicios, que inspiró a autores posteriores como Zadie Smith, no ha podido evitar caer en la autocompasión. En 1985, la nominación al Oscar para el guion que escribió para la película de Stephen Frears, Mi hermosa lavandería, fue el disparo que lanzó su carrera como escritor, tanto de relatos, ensayos y novelas, como de guiones cinematográficos.
Protagonizada por un joven Daniel Day-Lewis, que se dio a conocer internacionalmente con esta película, Mi hermosa lavandería, se centra en la historia de amor (que escandaliza a sus familias) entre un joven paquistaní y un hooligan y delincuente inglés.
Más tarde, con su primera novela, una sátira del Londres multirracial y promiscuo de los 70 titulada El buda de los suburbios, ganó el premio Whitbread en 1990. Al ser guionista, sus relatos tienen un componente muy visual y atractivo para ser adaptados.
Este libro se convirtió en una serie de TV , al igual que su novela Intimidad tendría después una polémica versión cinematográfica (por sus escenas reales de sexo) gracias a la cual Patrice Chéreau ganó el Oso de Oro al mejor director en el Festival de Berlín. Kureishi llegó a sublimar su relación con el cine dirigiendo uno de sus guiones, Londres me mata.
Si en Intimidad desnudó su autobiográfica infidelidad y posterior separación sentimental, desde su operación, relata crudamente (pero también humorísticamente) su día a día: su miedo a no poder volver a andar ni sujetar una pluma de nuevo. «Es humillante, degradante y una carga para otros». Con los días, su desesperación ha dado paso a los recuerdos de su infancia («Mi padre quería que fuera un jugador de cricket profesional…»), el sexo, el oficio de escribir e incluso la inteligencia artificial.
Este diario digital mezcla de sus reflexiones sobre la incapacidad física y los recuerdos de su vida es la oportunidad de descubrir (o volver a disfrutar) la prosa de uno de los mejores escritores británicos actuales, el que ahora firma como «el hombre sin manos».
20 de enero-18 de febrero
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