entrevista

Verónica Fernández, la cazadora de historias que decide a qué serie vas a engancharte en Netflix

Es una de las personas con mejor olfato (y más poder) del sector audiovisual español. Hablamos con Verónica Fernández, directora de Content Originals de Netflix España.

Verónica Fernández, directora de Content Originals de Netflix España. / icíar carrasco

Ixone Díaz Landaluce
Ixone Díaz Landaluce

Encender la tele, tirarse en el sofá y, tudum, poner algo en Netflix para desconectar un rato al final del día no es una opción para Verónica Fernández (Vinuesa, 1971). «Yo desconecto cocinando», comenta riéndose. Ver una serie o una película sin tomar notas mentales o sacar el ordenador y ponerse a trabajar es un ejercicio imposible para la directora de Content Originals de Netflix España. Según el Hollywood Reporter, Fernández es también una de las 35 mujeres más poderosas de la televisión mundial. Como le gusta decir a ella, no era el destino más obvio para alguien que creció en un pueblo de mil habitantes en la provincia de Soria. «Me encanta ejercer de soriana, pero me da mucha pena porque somos los que nos fuimos a la gran ciudad en busca de oportunidades los que la hemos vaciado».

Aprendió a leer con tres años y con cinco ya era capaz de juntar las primeras palabras. « Mi vocación por la escritura siempre ha sido el eje central de mi vida. En realidad, siempre he hecho lo mismo: buscar historias». También fue una cinéfila precoz, aficionada desde pequeña a la sesión de cine de los sábados por la tarde y a las pocas series que se emitían entonces en televisión. Después de estudiar Filología Hispánica, decidió matricularse en la Escuela de Cine de Madrid y allí encontró su camino. «Entendí que la manera de unir mis dos pasiones era escribir guiones». El primer plató que pisó fue el de A las once en casa; luego formó parte del equipo de guionistas de series como Cuéntame, El comisario, Los Serrano, Hospital Central, El Príncipe... Y compartió con Achero Mañas el Goya por el guión original de El Bola.

De hecho, hasta 2019, Fernández solo había trabajado como guionista. Y siempre había sido autónoma. Entró en la órbita de Netflix después de venderles el guion de Hache. «Jamás había buscado un trabajo así ni pensaba que fuera una posibilidad», recuerda. La oferta era tentadora, pero ella seguía dudando. Hasta que una frase de Diego Ávalos, vicepresidente de contenido original de Netflix para España y Portugal, le hizo cambiar el chip. «Me dijo: «Vero, si te vienes con nosotros, vas a poder ayudar a mucha gente a levantar sus historias». Quizá por mi edad, o porque ya conocía todos los rincones de la industria y me faltaba este, dije que sí, pensando en que una guionista como yo podía tomar decisiones diferentes a las de los ejecutivos a los que llevaba enfrentándome toda la vida».

Una ejecutiva con alma de guionista

El cambio de vida, confiesa, ha sido brutal. Sobre todo para alguien que nunca había tenido un puesto ejecutivo ni había sido jefa. «Mi punto fuerte es que transmito y contagio mi entusiasmo; lo peor es que, a veces, hay que tomar decisiones duras, muy de empresa, como despedir a alguien... Esa parte aún me cuesta muchísimo, pero la otra compensa».

Para Fernández su trabajo en Netflix consiste en una sola cosa: «Encontrar las mejores historias de España y convertirlas en series». Llevado a la práctica, eso se traduce en una agenda tan intensa como variada: visita rodajes, revisa los avances de todas las producciones a las que han dado luz verde y tiene una relación particularmente fluida con las editoriales para detectar fenómenos literarios que, algún día, pueden dar lugar a una adaptación. Pero, sobre todo, escucha propuestas. O lo que en la industria se conoce como pitches.

Asegura que responden a todas y cada de las que reciben porque «nunca se sabe dónde puede estar la mejor historia». Y confiesa que, a menudo, tiene que hacer un esfuerzo por contener la empatía. «Sé lo que es estar al otro lado de la mesa, me han dicho muchas veces que no y muchas veces que sí, y entiendo perfectamente el miedo que se siente. A veces, sufro en exceso por la persona que tengo enfrente. Pero también me doy cuenta de que ese ya no es mi papel. Ahora represento a una empresa que pone muchos millones sobre la mesa para hacer estas series y tengo una responsabilidad con ella».

Fernández en las oficinas de Netflix en Madrid. / icíar carrasco

En ocasiones, explica, basta con leer las dos primeras páginas de un guión para detectar su potencial; otras, necesita mucho más. «Hay gente a la que las presentaciones orales se le dan fenomenal porque tienen ese punto comercial. A otros se les dan fatal, pero en cambio son grandes escritores. Yo no suelo fiarme del autobombo, porque no siempre venden lo que tienen», apunta. Otro error común es asumir que es a ella a quien tienen que conquistar. «Me suelen decir: «A ver si te gusta». Pero yo no busco lo que me gusta a mí. Soy filóloga, mi interés toda la vida ha sido la literatura clásica. Busco cosas que creo que van a gustar en España, aunque es cierto que después, cuando trabajas durante muchos meses en el contenido, te acabas enamorando de todo lo que haces».

¿ Alguna vez ha desechado un proyecto para verlo triunfar después en otra plataforma? «Sí, y da mucha rabia. Pero tiene que pasar. Primero, nadie es infalible; y luego, cada uno tiene su audiencia: hay proyectos de Netflix que no tendrían cabida en Movistar o en Disney, y al revés. Además, el triunfo de un contenido español es el triunfo de todos. Los éxitos se contagian».

El fin de la hegemonía de Hollywood

Fernández pertenece a una generación que ha conocido tiempos menos boyantes. « Antes no te podías ni comparar con Hollywood. Ahora las producciones españolas se están colando en todos los tops globales. Hollywood ya no tiene la hegemonía. Y eso nos permite no tener complejos». ¿Éramos una industria acomplejada? «Yo creo que sí, pero no sólo España, a Francia le pasaba lo mismo. Siempre hemos tenido el talento, pero necesitábamos los medios. Antes no se podía rodar fuera de Madrid, ahora estamos descentralizando la producción. Si todos los años voy a rodar una serie a Galicia o al País Vasco, habrá gente allí que pueda vivir de esto. Y eso alimenta las escuelas de cine, las vocaciones, que más mujeres se interesen por el audiovisual...».

Aunque Netflix se distingue por ser una empresa particularmente comprometida con la igualdad, la ejecutiva reconoce que la brecha de género todavía es grande en los perfiles más técnicos de la profesión. «Cuando ocupas un puesto de responsabilidad, tienes la obligación de hacer que esa brecha se reduzca. Y no hablamos sólo del número de películas dirigidas por mujeres, sino también del presupuesto que metemos en esos proyectos. O de si esas producciones son cintas intimistas o series épicas», apunta.

Su vida pasada, esa que casi siempre se desarrollaba en solitario frente a un cursor parpadeante, se cuela constantemente en la conversación. ¿Echa de menos escribir? «Todos los días. Pero tienes que estar comprometido con lo que estás haciendo y yo ahora mismo no tengo la cabeza para escribir. Además, es un compromiso voluntario. Podría volver a escribir guiones, no creo que se me haya olvidado. Si llega ese día, no me importará ser la última guionista de una serie diaria. Y me parecerá el mejor trabajo del mundo».