Suaves. Como si se fundieran con la piel. Notas delicadas, para ser sentidas con sutileza. Son las llamadas notas empolvadas, esas que nos recuerdan al colorete y a los polvos de la abuela, que nos producen confort y que resultan delicadas y femeninas. Su origen se encuentra en un lugar muy curioso: ¡bajo tierra! Y es que las notas empolvadas proceden del iris. Una flor preciosa pero que, paradójicamente, no encierra su secreto aromático en los pétalos sino en la raíz, y que es una de las más caras en perfumería .
Lo confieso: me encantan los perfumes empolvados. Hay algo en su cercanía que me resulta tan confortable como una manta de 'cashmere' o un jersey de angora. Tenían incluso de anticuado, de tocador vintage, aunque ahora estén de plena actualidad.
¿Qué hace que una fragancia tenga ese toque empolvado? Una materia prima única: el extracto del bulbo del iris. Que, en perfumería, gremio elegante y chic donde los haya, tiene nombre propio. Rizoma para el bulbo y orris para el extracto. 'Très chic'. Y, curiosamente, este extracto es quizás el más caro que exista en el mundo del perfume.
Es fácil entender la razón. En primer lugar, para que se pueda aprovechar olfativamente el rizoma del irisdeben pasar al menos tres años para que adquiera el carácter necesario. Una vez pasado todo ese tiempo, se puede recolectar y ahí pasa a un segundo proceso, el de secado. A medida que el bulbo se va secando, cambia su carácter y genera una molécula llamada irone, que es lo que da su valor olfativo. Eso sí, la cosa le lleva su tiempo: nada menos que de tres a cinco años le cuesta desarrollar la cantidad ideal de irone. Es decir, entre el crecimiento y el proceso de secado, al perfumista le lleva un mínimo de seis años poder aprovechar el rizoma y obtener el preciado orris.
Pero no crean que la cosa acaba aquí: además, hacen falta muchos, muchos, pero que muchos rizomas para poder obtener una cantidad medio decente de fragancia. De hecho, hacen falta 500 kilos, media tonelada, para obtener un kilo de aceite esencial. Ya ven, más caro que el oro. Si hablamos del orris natural, claro está, que es el más preciado y el que mejor evoluciona.
El orris tiene un curioso olor a violetas, e incluso puede tener un carácter metalizado. Más que destacar en las notas de salida, le encontraremos siempre en la retaguardia, en las notas de fondo, aportando fijación y ese carácter suave, empolvado, mimoso de las fragancias más sedosas. ¿Listos para descubrir algunas de ellas? Pues no están todas las que son, pero son (empolvadas) todas las que están.
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