¿Se acuerda alguien de los tiempos en que pensábamos que nuestra piel podía sobrevivir en un mundo sin mascarillas faciales ? No fue hace tanto, pero a la cosmética llegó la K-Beauty, las ' sheet mask ' y las 'sleeping mask' entre otras muchas y nos dimos cuenta de que una mascarilla bien elegida es un regalo para el cutis. Por eso, repasamos las reglas para, además de escogerla con acierto, podamos aprovechar cada uno de sus activos intensamente.
La mascarilla se debe aplicar siempre sobre la piel limpia. /
Aplicarse una mascarilla sobre un rostro que no está impoluto, perfectamente desmaquillado y limpio como una patena es como aplicarse desodorante sin ducharse… Un ajjjco, la verdad. Si lo que queremos es que los activos trabajen en profundidad, se ha de preparar el tejido mediante un desmaquillado exquisito.
Sí: el instrumento de aplicación de la mascarilla también debe estar como los chorros del oro. Lógico, ¿no?
Tras la limpieza, nada como seguir el ejemplo de las mejores facialistas y realizar un 'peeling' muy suave para eliminar células muertas y mejorar (aún más) la efectividad de la mascarilla. Para este paso son súper cómodos los tónicos exfoliantes (como la Loción Clarificante de Clinique) o los discos también exfoliantes, como los Discos Antimanchas Revitalift Laser de L’Oréal Paris o los PHA+ Bio Peel Resurfacing Facial Pads de Dr. Zelens. En general, cualquier 'peeling' suave es perfecto para potenciar la receptividad cutánea.
En un mundo ideal, a la hora de aplicar una mascarilla deberíamos entrar sin miedo a la raíz del pelo para cubrir ¡todo! el rostro. Pero, claro, solo si no nos importa ensuciarlo… Si la opción de una cinta para retirar el pelo tampoco convence porque aplasta la raíz, se pueden usar unas horquillas de pico de pato (las de pinza largas), colocadas en vertical, paralelas a la raíz del pelo. De esta forma, el cabello mantiene su forma y queda retirado de la cara.
No, la piel de la nariz –con su grasita y sus poros abiertos– no tiene nada que ver con la de las mejillas, más seca y tirante. Por eso, hay que practicar con alegría y desenfreno el multimasking, es decir, la aplicación más promiscua y variada de distintas mascarillas según el área del rostro. ¿La combinación más habitual? Fórmulas detoxificantes y/o astringentes en la zona T, sobre todo en la nariz y barbilla, e hidratantes y/o nutritivas en mejillas, cuello y escote. ¿El mix más completo? Cuando a estas dos fórmulas se añaden parches para el contorno de los ojos.
Uno de los errores más frecuentes es excederse en el tiempo de aplicación de las mascarillas. No queremos dar un disgusto a nadie, pero o bien no sirve de nada (pasado cierto tiempo, la piel no absorbe más de lo que necesita) o incluso es negativo para la piel, como cuando hablamos de mascarillas a base de ácidos o de arcilla.
Esta es quizás una de las reglas más importantes a seguir cuando de mascarillas faciales se trata: nada de reservarlas solo para las grandes ocasiones. ¡Fail total! Programar al menos una o dos por semana es un auténtico booster para la piel que además ayuda a equilibrarla justo cuando lo necesita.
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