Las cejas son quizás la parte más importante del rostro, por su capacidad de transformar la mirada y la expresión. No es de extrañar la cantidad de tendencias y productos que se lanzan en torno a ellas: sérums de crecimiento, geles para peinarlas, rotuladores para pintarlas... Sin embargo, desde que el microblading llegó a nuestras vidas, ya no hay nada que valga. Un tratamiento semipermanente con el que olvidarnos de prestarle atención diariamente y presumir de cejas perfectas.
Un microblading bien hecho es sin duda, la solución a todos nuestros problemas, aunque esto no ocurre muy a menudo... Además, parece que depende del tipo de piel y el mantenimiento, la permanencia y la eventual pérdida de color se aceleran. Por supuesto, existen otras opciones populares como la laminación, las cejas ombre o la henna, pero la variante más natural y fácil de mantener y más duradera es el microshading o micropigmentación, que se limita a definir y esculpir la ceja.
La técnica del microshading es una forma de maquillaje semipermanente en la que se utiliza un boligrafo con tinta para depositar el pigmento en la piel, mediante puntos que rellenan y sombrean (en lugar de trazar pelos), como si fuera un tatuaje. El resultado es de un aspecto definido empolvado, un poco difuminado pero muy natural y refinado.
Además, el color penetra con mayor profundidad, por lo que su duración es más prolongada. Y, aquellas con piel grasa se beneficiarán más de este método, ya que el microblading normalmente se tiende a desvanecer muy rápido y a emborronarse en este tipo de piel. Se aconseja ir a la cita con fotos del tipo de cejas que pretendes obtener, para que puedan diseñar un tratamiento a medida en torno a tus gustos.
El proceso dura más o menos dos horas y, al igual que con el microblading, se anestesia la zona con un gel para no sentir dolor. De media, puede llegar a durar de 1 a 2 años, sin más retoques que uno a los cuatro meses, una vez que las cejas se hayan curado. Eso sí, dependerá mucho de cómo tratamos nuestra piel en ese tiempo.
Durante 10 o 14 días deberemos evitar grandes cantidades de sudor (como las que se producen cuando hacemos ejercicio), así como cosméticos exfoliantes o con ácidos potentes y, el agua alrededor de la zona. De este modo ayudamos a la cicatrización y a que el pigmento no se desvanezca. De igual forma, no nos podremos maquillar hasta que este proceso de cicatrización haya terminado o, al menos, no en áreas donde pueda caer residuo a las cejas o se vean implicadas a la hora de desmaquillar.
Cuando estén completamente curadas, aplicaremos factor de protección a diario encima, según recomiendan los expertos.
Listo, ya puedes jactarte de cejas alineadas, esculpidas y naturales, para ir siempre perfecta y reducir el tiempo diario que pasas delante del espejo. No te arrepentirás.