La glicación es un proceso natural que tiene que ver con la cantidad de azúcar en la piel. El exceso de azúcares en sangre, como la glucosa o la fructosa, contribuye al envejecimiento cutáneo, porque las moléculas de esos azúcares se adhieren a las proteínas de colágeno y elastina, esenciales para mantener la piel firme y flexible, provocando que el colágeno se vuelva rígido, no pueda cumplir su función y aparezcan arrugas y flacidez.
Dietas ricas en azúcares y en alimentos fritos o sometidos a altas temperaturas, tabaco y polución son aceleradores de ese proceso de glicación, que se inicia a partir de los 20 años. Pero la exposición al sol, los rayos UV, también la aceleran; y mucho.
Marie Laure Pons y José Ginestar, directora de desarrollo y director científico /
«La glicación es una reacción enzimática entre un azúcar y una proteína. Esta reacción forma un complejo que bloquea la funcionalidad de las fibras de colágeno y elastina. El sol también la agrava, es uno de los catalizadores», señala José Ginestar, director científico de Sisley.
«Antes la preveníamos; pero esos compuestos llamados AGEs (Advanced Glycation End Products) no podían revertirse una vez formados. Ahora lo hemos logrado. Es un paso muy importante», añade Ginestar.
Sunleÿa G.E. SPF 50+//SISLEY
El exceso de exposición al sol es un enemigo que incide en la glicación y por eso el nuevo protector solar Sunleÿa incorpora, por primera vez, esta tecnología que la combate. Marie Laure Pons, directora de desarrollo de la firma, y José Ginestar coinciden en que en Europa aún nos falta educación sobre los riesgos solares.
«Los cánceres de piel son cada vez más frecuentes y la protección solar tendría que ser una cuestión de salud pública», mantiene Pons. «En Australia hay una conciencia social muy importante. Debemos aprender de ellos. Los niños, por ejemplo, tienen que llevar sombrero cuando hay mucho sol e, incluso, no salen al recreo. En Europa, la concienciación aún es insuficiente», continúa.
Sin embargo, eso no significa que no podamos ver el sol. «También es necesario», asegura la experta. Ginestar añade: «Depende de la región del mundo donde vivas, de la altitud, de si trabajas al aire libre o pasas mucho tiempo fuera...». Ambos consideran que hay que tener en cuenta muchos factores a la hora de aplicar protectores y que no siempre es imprescindible hacerlo a diario.
«El problema de usar solares constantemente es que la piel no respira y tampoco se defiende por sí misma. La sobreprotección constante no es lo más adecuado», mantiene Ginestar. «Los solares llevan moléculas sintéticas y, a largo plazo, pueden ser alérgicas. No soy partidario de usarlas todos los días del año. Nosotros empleamos esas moléculas, pero encapsuladas, para que no estén en contacto con la piel y no causen alergias», puntualiza.
Pons concluye: «El comportamiento, según zonas geográficas, varía. En Italia no perdonan el moreno, mientras que en Francia se protegen más. Y España se acerca a Francia. En Asia huyen del sol; las japonesas incluso llevan guantes en verano para protegerse las manos. Hay que tomar medidas teniendo muy en cuenta la calidad de los productos.
En Estados Unidos no utilizan nuestros protectores, no permiten los filtros europeos, que tienen una regulación estricta de la Unión Europea. Utilizan solo sus filtros por proteccionismo comercial, aunque muchos dermatólogos americanos recomiendan a sus pacientes usar filtros europeos», concluye.