probado
probado
La de horas que hemos podido dedicar las amigas de más de cuarenta años a hablar de «levantarnos» la cara (decimos mientras alguna de ellas hace el gesto de tirar del óvalo facial). A partir de esta edad lo de más es la caída, que va en picado, mírense si no «las cocochas», dice otra, y lo de menos las arrugas.
Para reafirmar el rostro están los masajes cien por cien manuales, como kinesiolifting o kobido, idóneos para experimentar el virtuosismo de unas manos expertas, y luego está la radiofrecuencia: aquí Thermage FLX se sitúa a la cabeza, con contrato por obra de un año al colágeno.
Y de repente aterriza en la capital, en la recién inaugurada boutique de belleza MY Blissfulness, de Maribel Yébenes, Tact & Lum, un novedoso protocolo rejuvenecedor en el que la esteticista, en un momento dado, se enfunda unos dedales de metal con sensores y se dispone a masajear cabeza, espalda y cara. No es tan biónica como parece, porque también despliega su destreza manual en un tratamiento que combina las técnicas clásicas con lo último en tecnología.
Es un tratamiento dirigido a tensar el rostro que, a través de unos llamativos dedos digitales, utiliza tres tipos de energía diferentes: radiofrecuencia, responsable de la hiperemia que activa y reafirma la piel, electroestimulación, corrientes eléctricas que van directas a los músculos para contraerlos, e infrarrojos, de acción analgésica, que permiten que una se relaje durante el tratamiento y disfrute más.
La tríada de tecnologías se combina con una original mascarilla que puede ser de diamante, zafiro o platino, según el diagnóstico que la especialista le haga a la piel.
Mi primera sorpresa a las puertas del centro, en Velázquez, 100, es el festival de cabinas, siete en total, que no son tales sino espacios tematizados que nos conectan con la naturaleza en pleno asfalto y que tienen nombres como Mare, Terra o Stellae. Me han adjudicado Tierra, que por lo visto representa la constancia, la seguridad y el propio poder físico. O así al menos es como quieren que me sienta.
El ritual de bienvenida atrapa los sentidos, como un menú fusión de cinco platos: ofrecen bebida al gusto, la vista se recrea en un espacio top -arquitectónicamente hablando- que mezcla piedra y madera y dan a elegir una esencia de entre tres (me quedo con el romero). «¿Preferencias musicales?». Escojo una de esas que abren los chakras y adormecen con solo invocarlas. El tacto, el nombre del tratamiento lo dice, está en el masaje, y en esta ecuación entran las manos artificiales.
«¿Alguna zona del cuerpo que no le gusta que trabaje?». Negativo. El tratamiento arranca como en un spa, con la esteticista estirándome desde los pies y haciendo círculos con mis piernas a un lado y al otro, como si estuviese a los mandos de mi cuerpo. Realiza los ejercicios con toallas calientes y esto es algo que me resulta de lo más placentero. Me encierra los pies en unos patucos. «Para que no cojas frío», dice en voz baja, apenas audible, para no interferir en mi ya alto nivel de desconexión. A los pies les sigue un masaje occipital, donde trastea el hueso de la parte posterior de la cabeza. «Aquí acumulamos mucha presión», precisa.
Comienza el facial. Directo al meollo porque lo justo me he puesto una «bb cream» para salir de casa y no hay mucho que desmaquillar. Conviene eliminar las células muertas y para ello utiliza una loción enzimática, más agradable que la fricción de las pequeñas bolitas del exfoliante físico. «Contiene ceramidas, que ayudan a no deshidratar la piel durante la exfoliación», ilustra la experta. La deja actuar y, mientras tanto, realiza un masaje de bombeo y drenaje. «Trabajo la linfa para ir drenando».
Un momento estelar es el de la mascarilla con gemas preciosas: se guarda en un pequeño bote etiquetado como si fuese la vacuna para combatir un virus mundial. Es sólida, y debe calentarse en agua hirviendo. Hay tres diferentes, de diamante, platino y zafiro, con diferentes propiedades (Platinum es la elegida para mí por su efecto tensor, reafirmante y pro luminosidad). La esteticista me explica que es metamórfica: «Cuando se manipula empieza a salir hacia fuera el brillo de las piedras y cambia de color». Al estar tumbada no puedo verla, así que la aplica en el dorso de mis manos. Aprecio un tono perlado que se torna azul con el masaje. Mientras el platino actúa, escojo a la carta otro masaje de pies.
Toca colocarse boca abajo. «¿Ha llegado el momento de los dedos?», pregunto intrigada. Ahí están, iluminados sobre las manos de un maniquí (la imagen resulta un tanto inquietante). Se encuentran conectados a una máquina que regula la intensidad de las tres tecnologías incorporadas en el dispositivo. La esteticista se los coloca con destreza, aunque se nota que requieren su práctica.
El masaje «artificial» comienza en el cráneo y sigue por la espalda, desde las cervicales hasta el cuello. «La electroestimulación, junto con la radiofrecuencia, ayuda a destensar en la cabeza las fascias y los bloqueos musculares. También mejora las contracturas de la espalda. Los infrarrojos, por su parte, tienen un efecto analgésico». Los dedos artificiales se sienten fríos de inicio, hasta que la radiofrecuencia va cogiendo temperatura. «¿Sientes algo?». Casi nada. «Subo un poco la intensidad. Tiene que captar el músculo». Se refiere a la electroestimulación, corrientes eléctricas que van directas al músculo para generar contracciones involuntarias y que se perciben, primero como pellizquitos y, en mayor grado, como pinchazos (en la zona lumbar directamente la siento como rasponazos).
Me doy la vuelta y los dedos echan a andar sobre mi rostro. La especialista me cuenta que la novedosa tecnología combinada actúa sobre el colágeno y la elastina de la dermis. «Se trabajan todas las capas de la piel». La corriente eléctrica entra en el tejido. Hay gente que aguanta mejor la sensación y otra que peor. Claramente pertenezco al segundo grupo, y pido que baje la intensidad, ya que las contracciones musculares cerca de los dientes me resultan bastante incómodas. En la frente, la sensación es de llevar peso encima. «Se nota más porque está cerca del huesecito y tenemos inervaciones que llegan al cuero cabelludo. Capta mejor el músculo y puede resultar más molesto».
El masaje ha llegado a su fin y la experta sella mi piel con dos elixires diferentes, crema y protección solar. «No hemos hecho un tratamiento muy abrasivo, pero al haber aplicado exfoliante hay que tener cuidado con el sol. Deberíamos aplicarlo todos los días». Por ahí no me pillan porque jamás salgo de casa sin mi escudo solar.
Siento como si la piel de mi cara se hubiese recogido arriba, por encima de las sienes, sujeta por una diadema. Está más firme y suave (Tact & Lum también atenúa las arrugas, mejora la microcirculación y r ebaja las marcas de acné leve o moderado). «Es como en 'Lluvia de estrellas': entra una María y sale otra», me habían advertido antes de entrar. Me encuentro relajada y con el contador a cero mentalmente. El ritual pretende despertar los cinco sentidos y lo consigue. A los tres días del tratamiento, la piel está luminosa, lisa, con muy buen tono y más compacta.
El tratamiento no es como el de un spa o un balneario ni tiene como único objetivo relajarse: «Queremos mejorar la belleza exterior porque para eso somos un centro médico estético. Pero también deseamos que se disfrute de nuestra sesión de belleza. Que no sea algo rápido sino que relaje», explican.
La sesión de 80 minutos cuesta 280 euros y lo más habitual, en lugar de un tratamiento aislado, es que el cliente se ajuste a un programa personalizado tras previo diagnóstico de piel. ¿Edad? Hay clientes, me cuentan, de veintitrés años y de más de sesenta. «El target ha rejuvenecido muchísimo. Empezamos antes a cuidarnos», apuntan.
-La fastuosa bienvenida. Imposible no sucumbir a aromas (diviso la firma Jo Malone en el baño), música, arquitectura... El espacio, inaugurado el 16 de enero, bien merece una visita guiada para empaparse de cada una de las siete estancias temáticas.
-No se queda en un mero tratamiento facial, que lo es y de alto rendimiento. Junto a lo último en tecnología, una se encuentra con las manos «amigas» de la esteticista, que trabajan con primor de la cabeza a los pies (sorprendentes los masajes de cráneo y espalda).
-Atención al detalle: soy friolera y nunca me habían puesto unos patucos calientes en los pies para resguardarlos del frío.
-La electroestimulación me resultó molesta, sobre todo en la zona del código de barras. No hay problema porque puedes pedir a la esteticista que adapte la intensidad.
-La mascarilla de piedras preciosas, por un lado tan original, tiene un olor peculiar (a mar, algas...) que, puesta sobre el rostro, se agudiza. Pero merece la pena.
- La piel se me quedó ligeramente enrojecida, quizás por la radiofrecuencia. En unas horas estaba perfecta.
- El precio es alto. Pero piensa que no sólo estás invirtiendo en el tratamiento. Pagas por vivir una experiencia de lujo.
Con masajes manuales como kinesiolifting y kobido, en los que se promueve la activación muscular de una forma muy completa, se consigue un efecto lifting a un precio más módico (falta la tecnología, eso sí).
Preguntamos en el mismo centro por Emface, otro tratamiento que estimula los músculos faciales. Nos cuentan que en su caso son electrodos magnéticos con dos radiofrecuencias diferentes. La sensación debe de ser parecida, con la diferencia de que en Tact & Lum se incluye la terapia manual. Otros tratamiento que aúna aparatología y masaje manual es Accent Prime, aunque con otro tipo de dispositivos. El que hemos probado es el único utiliza dedos digitales.