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Cayetana de Alba: la duquesa rebelde con 16 nombres y 40 títulos nobiliarios que vivió con pasión, libertad y se casó tres veces

Hace ya seis años del fallecimiento de la duquesa de Alba, pero su recuerdo sigue muy presente. Este fin de semana, su hijo Cayetano Martínez de Irujo ha vuelto a organizar la misa que lleva a cabo todos los años para recordar a su madre. Cayetana no solo fue personaje por sus títulos, sino también por sus relaciones personales.

Cayetana de Alba y Jesús Aguirre. / gtres

Diana Matilla
Diana Matilla

“La duquesa castiza, valleinclanesca, artista, única e intransferible, dueña de sus silencios y de su libertad", así describía Antonio Burgos, el biógrafo de Cayetana de Alba a la mujer detrás de la aristócrata de los 16 nombres y los 40 títulos nobiliarios. La duquesa de Alba fue la rebelde de su época: vivió su vida cómo quiso, enfrentándose primero a sus padres y luego a sus hijos. Con vuelo alto, disfrutó de los placeres y las amistades durante toda su vida. Pero sobre todo de sus amores, a cada cual, más polémico. El más grande y menos escandaloso fue el que mantenía por Sevilla. “Para mí, lo primero en este mundo, después de mi familia, es Sevilla” dijo en la presentación de su biografía "Yo, Cayetana" en 2011. El Palacio de las Dueñas siempre se mantendrá como su gran amor confeso y seguirá siéndolo siempre. Pero no todos los romances de la duquesa fueron así.

En Sevilla cómo no, fue donde se enamoró por primera vez, viviendo el primer idilio de juventud con ganas y la magia que caracteriza la juventud. La ciudad del duende le dio su pasión por el toro, una ventana abierta a la adolescencia y el cortejo del sexo opuesto. La hija de Jacobo Fitz-James Stuart y María del Rosario de Silva y Gurtubay cayó prendada a los 17 de Pepe Luis Vázquez, un torero tres años mayor que ella que representaba el alma folclórica y novelesca que siempre caracterizó a Cayetana. Sin embargo, el amor no duró mucho: fue su padre quien se encargó de romperlo a pezados. La joven duquesa no estaba hecha para ese mundo castizo: no la había educado para verse inmersa en un ambiente nada cosmopolita. Ella, que se exilió a París y luego a Londres cuando estalló la II Guerra Mundial se merecía algo mejor. Una vida y un amor digno de título nobiliario.

Así fue como la rebelde Cayetana se casó, como mandaban las reglas de las niñas bien con Luis Martínez de Irujo en la Catedral de Sevilla. Fue el único matrimonio, el primero, que fue del agrado de su familia y de la sociedad de la época. En 1947 la pareja se dio el 'sí quiero' en la ciudad donde ahora descansa el corazón de la duquesa con un paisaje de fondo nada evocador debido a la posguerra. Aún así, el duque de Alba en aquel momento le dio a su hija la boda que según él, merecía. Se gastó en la celebración 20 millones de pesetas. Seis hijos después, en 1972 Martínez de Irujo murió de forma inesperada a causa de una leucemia dejando a la duquesa viuda.

Cayetana con su hija Eugenia.

Sin embargo, a Cayetana pronto se le olvidó el luto. En sus últimos años, cuando se le preguntaba por el amor de su vida, la duquesa nunca nombró al padre de sus hijos. "El amor de mi vida fue Jesús Aguirre", dijo en más de una ocasión.

Hijo de madre soltera y sacerdote jesuita, Aguirre no es lo que hoy llamaríamos una buena influencia. Es más, era un 'match' peligroso: con procedencia claroscura e intenciones nada nítidas, el segundo esposo de la duquesa entró en su vida a trompicones. Se conocieron como hacen los aristócratas, un verano en Marbella. Once años menor que ella, sabía jugar las cartas del amor: le escribía poemas que le hacía llegar en secreto a la duquesa a Palacio. 23 años consiguió Aguirre mantener a Cayetana ensimismada con su personalidad e ingenio. Se casaron en 1978. Y a pesar de que su hijo Cayetano estaba en contra de la relación y lo manifestó en público en más de una ocasión, la duquesa resistió contra viento y marea.

Posado de la Duquesa de Alba.

Aguirre murió a los 64 años debido a un cáncer, dejando a la duquesa de nuevo viuda. Cayetana se sumió entonces en una oscuridad de la que encontró refugio en sus hijos, nietos y la ciudad que siempre había amado, Sevilla. El luto se mantuvo hasta que en 2008 apareció un funcionario de la Seguridad Social llamado Alfonso Díez, que pertenecía al círculo de amistades de su difunto marido y con el que retomó la relación después de encontrarse de forma casual en un cine.

Cayetana tenía 84 años por ese entonces, él, casi treinta menos: una diferencia que la opinión pública no vió con buenos ojos en ningún momento. Cuatro años después de conocerse, la amistad que había comenzado unida por le destino acabó en boda. Sevilla fue testigo del tercer y último matrimonio de la duquesa, que siempre quedará en memoria de todos. Las imágenes de Cayetana bailando descalza entre los que fueron a verla en su gran día recorrieron portadas. Poco a poco, la opinión de la familia Alba por Alfonso Díez fue cambiando: las palabras de sorpresa se convirtieron en respeto e incluso hoy por hoy, Alfonso mantiene una buena relación con los hijos de la duquesa. Él vive en Chamberí en un piso alejado del ojo público al que se mudó tras la muerte de su esposa, callaron ese día todos aquellos que afirmaban que el duque consorte estaba con Cayetana por el interés y el título.

Folclórica, goyesca, artista y aristócrata, Cayetana de Alba pasará a la historia no solo pos sus títulos, sino también por su perseverancia “¿Qué es lo mejor de la vida? El amor. ¿Y el amor tiene edad? Para mí no”, decía en una de sus últimas entrevistas para Televisión Española. Seis años después de su muerte, la cantidad de amigos y familiares que siguen yendo a la misa celebrada en Sevilla en su honor cada 21 de noviembre, lo demuestra.