De izquierda a derecha, Clara Agnelli con su hijo Egon de la mano. A su lado, su hija de 15 años Ida von Fürstenberg, en el día de su pedida de mano junto a su prometido, el príncipe Alfonso Hohenlohe. /
La estirpe de herederas indomables se remonta a tiempos inmemoriales (a Nefertiti Cleopatra al menos), pero nos siguen fascinando las rebeldías de mujeres que, por pertenecer a dinastías poderosas, pudieron y quisieron saltarse todas las normas de su época. Son la máxima expresión del empoderamiento: jóvenes sobradamente millonarias que no admitieron la soberanía de nadie sobre su propia felicidad. De entre todas, Clara Agnelli ocupa un lugar especial en nuestro altar de ricas y rebeldes. Nacida un 7 de abril de 1920 en Turín, fue la primogénita de Eduardo Agnelli y Virgina Bourbon del Monte, herederos del imperio Fiat . Se puede decir que Italia se rendía a los pies de su familia. Eran realeza de los negocios y todo lo que hacían era asunto casi de Estado.
Clara Agnelli no era una belleza al uso, pero su elegancia y personalidad era ya legendaria en su adolescencia. A nadie le sorprendió que se convirtiera en la primera Agnelli en convertirse en aristócrata, gracias a su matrimonio con el príncipe alemán Tassilo con Fürstenberg. Tenía solo 18 años y su esposo le sacaba 16: dicen que buscaban independizarse de una familia calamitosa. Su padre había muerto cuando ella solo tenía 15 años y su madre rehizo su vida con el escritor y aventurero Curzio Malaparte, para escándalo de los Agnelli, que quisieron quitarle la custodia de sus siete hijos. No lo consiguieron porque Virginia pidió amparo al mismísimo Mussolini.
Clara Agnelli y Tassilo von Fürstenberg tuvieron, rápidamente, tres hijos: Ira, actriz que más tarde se casaría con el príncipe Alfonso de Hohenlohe; Egon, estilista fallecido en Roma en 2004 (y padre de la diseñadora Diane von Fürstenberg); y Sebastiano, fundador y presidente de la Banca Ifis. En la foto vemos precisamente a Clara con Egon de la mano, su jovencísima hija Ira (tenía 15 años) y Alfonso de Hohenlohe, en 1955, el día de la pedida de mano de Ira. Clara, Tassilo y sus tres hijos vivían en una villa del siglo XVI en Treviso: la herencia que le legó su padre. Nadie se podía imaginar que Clara Agnelli estaba enamorada de otro hombre, un flechazo que había sucedido mucho antes de casarse. Exactamente, cuando tenía 12 años.
El encuentro sucedió en Cortina de Ampezzo, la estación de esquí de los Alpes italianos que Clara Agnelli solía frecuentar con su familia. Fue en el hotel de Sestrieres que había construido su abuelo: de uno de sus ascensores salió el conde Giovanni Nuvoletti acompañado por Humberto de Saboya, heredero al trono italiano. Nuvoletti tenía 20 años y mucho éxito entre las mujeres gracias a su amabilidad y sentido del humor. De familia de campesinos, ascendió socialmente al estudiar dos carreras universitarias y casarse con Adriana Pellegrini, de familia burguesa. El título de conde, que defendía con orgullo, en realidad lo había heredado de un tío, descendiente ilegítimo de una familia aristocrática en los años 70, cuando en Italia los títulos nobiliarios ya habían dejado de tener algún valor.
Una década después de casarse, Clara Agnelli y su gran amor, Giovanni Nuvoletti, se reencontraron e iniciaron un romance clandestino que no pudieron mantener en secreto demasiado tiempo. Nuvoletti ya era un escritor y periodista conocido que hasta había hecho sus pinitos en el cine y el escándalo fue mayúsculo. Sobre todo por parte del cabeza de familia, el hermano de Clara Gianni Agnelli, que montó en cólera. Clara esperó hasta la muerte de su madre, en 1945, para huir con Nuvoletti con su hijo pequeño, aún un bebé, en brazos. Recordemos: el adulterio aún era un crimen en Italia. Debido a su desaparición, la Iglesia tomó cartas en el asunto y movilizó al ministro de Interior, el democristiano Mario Scelba, quien llegó a acusar a la pareja de adulterio. Ambos fueron arrestados en el aeropuerto de Venecia, donde habían llegado en su avioneta privada.
Denominados «el adúltero y su concubina» por la prensa, fueron acusados de adulterio y encarcelados. De hecho, la ley obligaba a la esposa a pedir rescate a su marido legal para poder salir de prisión. Clara Agnelli así lo hizo, pero no dio un paso atrás en su decisión. Aunque firmó unos papeles en los que supuestamente renunciaba a su romance, lo cierto es que continuó sin mayor problema. La pareja huyó a Suiza y se instaló en un hotel. Gianni Agnelli estuvo 20 años sin hablarse con su hermana. De hecho, se negó a pisar su casa aunque él mismo ya tenía un historial de amantes más que numeroso. Clara y Giovanni se casaron en una ceremonia civil en 1974, en cuanto se aprobó la ley del divorcio en Italia. La ceremonia religiosa se celebró, en la capilla de su villa en Treviso, en 1989, después del fallecimiento del príncipe Tassilo.
La segunda vida de Clara Agnelli y Giovanni Nuvoletti se alejó para siempre de las imposiciones de una alta sociedad de la que ninguno de los dos se sintió parte. Juntos fundaron la Academia Italiana de la Cocina, que en la actualidad concede un premio en memoria del conde, y escribieron varios libros dedicados a la gastronomía. Giovanni Nuvoletti murió en 2008 y Clara le sobrevivió ocho años. Diane von Furstenberg la ha recordado como «una mujer inteligente, elegante, original. La mejor madre y abuela que te puedas imaginar. Mis hijos Alexandre y Tatiana pasaban siempre sus vacaciones con ella en Cortina de Ampezzo, Venecia o Capri. Era una maravillosa cocinera y se dedicó al diseño de ropa infantil para vestir, sobre todo, a sus nietos. La echaremos muchísimo de menos«.