Fue la diosa de la naturalidad en televisión, y quizá por eso ha dejado fluir libremente su pensamiento sin atender a sutilezas. Nos referimos a Ana Obregón, la autora de la felicitación de cumpleaños más sorprendente que ha recibido este año la reina Sofía. El mensaje de Obregón no ha llegado para atemperar ni dulcificar los 84 años recién cumplidos de la madre del rey Felipe. Al contrario: resucita su superada rivalidad con Letizia. ¿Por qué?
La felicitación de Ana dice cosas sin decirlas. Probablemente adolece de cierta falta de tacto, sobre todo, viniendo de una persona culta que controla los mecanismos de relación y la diplomacia implícita en la alta sociedad. Ana Obregón escribe lo siguiente en su cuenta de Instagram:
«Felicidades Majestad. Para mí siempre serás la Reina de este país por tu bondad, solidaridad, autenticidad y por tu cero afán de protagonismo. Por eso siempre recordaremos más tu extraordinaria labor humanitaria que tus estilismos. Gracias». Seguramente estamos ante un arranque de sinceridad sin filtros de Ana Obregón. Pero, ¿por qué prescindir de los filtros ya que hemos acordado lo mucho que hacen por la belleza?
Quizá porque los arranques de sinceridad en redes son cada vez más escasos, ha sorprendido este mensaje que convierte unos preciosos halagos en un arma con dirección Casa Real. De hecho, la reina emérita tiene suficiente entidad como para merecer una felicitación sin dobles sentidos. ¿Por que utiliar sus virtudes y valores para desmerecer a nadie?
Otro factor de incomodidad en la sincera felicitación de Ana: enfrentar a dos mujeres a fuerza de la comparación. A estas alturas del siglo XXI, las mujeres hemos comprendido que avanzamos más con la colaboración que con la competición. Y hasta en la Casa Real procuran ofrecer el mismo mensaje.
Ana Obregón no parece considerar todos los esfuerzos de Zarzuela y del mismo rey Felipe VI por normalizar una situación entre las dos reinas. Y su felicitación alude a una situación que parece ya definitivamente encauzada, con la jerarquía restablecida y los límites asumidos tanto por la reina emérita Sofía como por la reina Letizia.
Ana Obregón incide en una idea clave en su crítica implícita: que a la reina actual le preocupen más «sus estilismos» que su labor humanitaria. Sin embargo, todas las monarcas se ven impelidas a promover su popularidad mediática con el fin de afirmar las monarquías. ¿Se puede considerar fuera de objetivos la popularidad de Letizia?
Se le olvida a Ana Obregón los numerosos viajes de cooperación que la reina ha hecho, vestida además con su cuestionado chaleco de la Cruz Roja. ¿Acaso no es eso promover las labores humanitarias? Seguramente, el malestar de Ana Obregón conecta con una realidad dura para las estrellas del espectáculo: cada vez ocupan menos espacio en las portadas.
Reinas, princesas, infantas y royals en general han desplazado hoy a las populares de ayer en los medios de comunicación. La foto viral es hoy mucho más cara que antaño. La cultura visual actual requiere un gran carga simbólica y las casas reales poseen un patrimonio de simbolismo inigualable.
Ese desplazamiento de las personalidades de la televisión, hoy evidentemente devaluadas por la pérdida de influencia social del medio y de sus protagonistas, no tiene nada que ver ni con la reina emérita Sofía ni con la reina Letizia. Cada monarca se ve obligada a relacionarse con la ciudadanía española en sintonía con los tiempos que le han tocado vivir.
En los años 80 y 90, la reina emérita Sofía tenía que enternecer a la audiencia abrazando osos pandas como si fueran bebés, y así lo hizo. Hoy, a Letizia no le queda más remedio que vestirse como una celebrity y llevar dolorosos tacones de once centímetros, y así lo está haciendo también.