Acaban de cumplirse cincuenta años de aquel 8 de marzo de 1972, en el que Francisco Franco se convertía en el padrino de boda de su nieta mayor Carmen Martínez-Bordiú , dicen que su «ojito derecho», en la capilla del Palacio de El Pardo. El novio era Alfonso de Borbón Dampierre , hijo del infante don Jaime, nieto de Alfonso XIII , y primo carnal del rey emérito. Alfonso también era duque de Anjou y aspirante al trono de Francia, para los legitimistas, como lo es hoy su hijo Luis Alfonso . Muchos le veían también como un posible candidato al trono de España, en lugar de Don Juan Carlos. Pero este ya había sido nombrado sucesor por Franco tres años antes.
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Carmen acababa de cumplir 21 años, la mayoría de edad entonces y Alfonso tenía 37. Se habían conocido en Suecia, donde Alfonso era embajador. A pesar de su juventud, ella ya había tenido un primer amor con el jinete Jaime Rivera Rosales, con el que incluso se habló de boda y una loca aventura con Fernando de Baviera y Mesía, también primo de Don Juan Carlos, quince años mayor que ella y casado, con el que se escapó a Niza.
Carmen empezó a salir con Alfonso cuando tenía 21 años y contaba con la aprobación de su abuelo, Francisco Franco. /
Durante el noviazgo con Alfonso, alentado por su abuela, Carmen Polo, y su padre, Cristobal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, Carmen se sintió libre, por primera vez: no tenía que escaparse de casa, ni cumplir horarios para salir con sus amigos. Para ella, ese entusiasmo era estar enamorada, aunque apenas se habían visto ella y Alfonso tres o cuatro veces. Y, lejos de especular con un posible futuro como reina de España, la joven Carmen – la «nietísima»– sólo pensaba que aquella era la manera de salir del agobiante círculo familiar, ultracatólico y ultraconservador, y de vivir lejos de El Pardo.
El protocolo del enlace fue el de una boda de Estado. Se invitó a todas las casas reales, pero acudieron muy pocas: los príncipes de Mónaco, Cristina y Désirée de Suecia, la viuda del Aga Khan o Geraldine de Albania. Carmen llevó un bellísimo diseño de Balenciaga y una espectacular tiara de esmeraldas sobre un moño alto. Ocho meses después nacía su primer hijo, Francisco de Asís. El segundo, Luis Alfonso, llegó en 1974. Al regreso de Suecia, el matrimonio se instaló en Madrid, en el mismo edificio en el que vivían Julio Iglesias e Isabel Preysler. Carmen e Isabel se hicieron íntimas amigas.
Tras la boda Carmen Polo exigía a sus amigas que hicieran una genuflexión a Carmen, y al servicio que la llamara Alteza. Pero la realidad era que el Infante Don Jaime había renunciado a los derechos sucesorios, para él y para sus descendientes, a causa de su sordera.
Sin embargo, como ella misma ha reconocido más tarde, ese matrimonio nunca debió celebrarse. No tenían nada que ver el uno con el otro. Carmen se había casado con un hombre lleno de traumas por el divorcio de sus padres, introvertido, solitario y convencido de que su destino eran la soledad y el resentimiento. Carmen era guapa, elegante, vitalista y sociable, con muchas ganas de conocer el mundo. En 1979, Carmen dejó a Alfonso, siete años después de aquella ceremonia en El Pardo. Muerto ya Franco, Carmen abandonó a su marido, con el que dejó a sus hijos y se marchó a París para instalarse con el hombre del que se había enamorado, el anticuario Jean Marie Rossi, 22 años mayor que ella. Se habían conocido en un viaje de amigos, estando Carmen todavía casada con Alfonso. Cuando se fue a París, donde residió los siguientes 15 años, Alfonso, marcado por el amargo divorcio de sus padres, todavía esperaba que ella volviera. Pero no fue así.
La sorpresa en la España de comienzos de la Transición fue mayúscula. Jean Marie Rossi era todo lo opuesto a Alfonso de Borbón: seductor, culto, con un gran sentido del humor, cosmopolita. Carmen se integró totalmente en la vida parisina, abierta y tolerante. Consiguió el divorcio de su matrimonio con Alfonso, que había solicitado ella, en 1982, y pudo casarse con Rossi. Poco después de casarse tuvieron una hija: Cynthia. Ya no era la duquesa de Cádiz. El cardenal primado de España, Marcelo González Martín, le negó la comunión y la acusó de escándalo público.
La sentencia de divorcio confiaba la custodia de sus dos hijos, Francisco de Asís y Luis Alfonso, a Alfonso de Borbón, algo que la sociedad española tampoco entendió y consideró como un abandono de sus deberes como madre de Carmen. En 1986, tras un largo proceso, llegó la anulación eclesiástica, solicitada por Alfonso de Borbón. La sentencia eclesiástica aseguraba que «el matrimonio había nacido muerto». Alfonso calificaba en ella a Carmen de poco madura, irreflexiva, ligera, frívola y mimada por su abuela.
Pero la vida le tenía reservado a Carmen un golpe del que difícilmente se recupera una madre: la muerte en un accidente de coche de su hijo mayor Francisco de Asís, tenía 11 años. Conducía su padre, a la vuelta de un viaje de ski, y se saltó un semáforo, por error, chocando contra un camión. Su hermano Luis Alfonso sobrevivió. Es difícil olvidar el rostro de Carmen durante el entierro de su hijo. Ella misma ha declarado que no derramó ni una lágrima. «Cuando un dolor es tan fuerte se te secan las lágrimas», le contaba a Bertín Osborne hace dos años.
Carmen y Jean- Marie se separaron amistosamente en 1995 y Carmen inició una entonces una relación con el arquitecto italiano Roberto Federicci, con quien se instaló en una finca de la sierra sevillana que poseía Carmen. La relación duró nueve años. Después vendría su matrimonio, en 2006, con el deportista cántabro José Campos, 13 años más joven que ella, sin nada que ver con el que había sido su mundo. Se instaló con él en Santander, para sorpresa de muchos.
Entonces apareció un singular personaje, del que Carmen se enamoró perdidamente: Luis Miguel Rodríguez, conocido como «Luismi» –también fue pareja de Ágata Ruiz de la Prada–, un empresario que se había hecho millonario con un negocio de chatarra ubicado a las afueras de Madrid. El noviazgo tampoco prosperó y la ruptura dejó a Carmen muy afectada sentimentalmente. Hoy ha rehecho su vida, a sus 70 años, en Portugal, junto a Tim Mackeague, un «coach australiano», de 35 años, alejada de la vida pública. Viaja a menudo a Burdeos donde vive su hija Cynthia, que tiene un hijo, y a España, a visitar a los hijos de Luis Alfonso. Poco después del fallecimiento de su madre se convirtió en Duquesa de Franco.