tenaz y libre
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La boda religiosa llegó, tras 28 años, el 18 de diciembre de 2022, en la Casa de Pilatos, en Sevilla. El novio, el torero Curro Romero, tenía 89 años y la novia, Carmen Tello, 67. Ella vistió un conjunto con abrigo rosa pálido. Los novios estaban unidos por lo civil desde hacía tiempo, pero nunca pudieron casarse por la Iglesia, porque Curro no tenía la nulidad de su matrimonio con la cantante Concha Márquez Piquer, su primera esposa. Se habían divorciado en 1982, pero Concha nunca quiso concedérsela. Ella falleció el 18 de octubre de 2021, a los 75 años, y entonces la bendición eclesiástica se hizo posible.
La relación entre Carmen Tello y Curro Romero no fue fácil. Ambos habían esperado poder contraer matrimonio religioso, pero no fue posible hasta muchos años después. Y eso les hizo sufrir. Empezaron su relación en 1996, tras terminar ambos sus matrimonios. Carmen, era hija de un prestigioso médico, Enrique Tello Pérez, y procedía de la dinastía bodeguera Barbadillo, de Sanlúcar, a través de su madre, María del Carmen Barbadillo.
En 1977 se casó con Miguel Angel Solís-Beaumont y Martínez Campos, hoy marqués de la Motilla y miembro de una de las familias más importantes de la aristocracia andaluza, heredero de una gran fortuna. Miguel Ángel es hermano de Matilde Solís-Beaumont, ex esposa del Duque de Alba. El anterior marqués de la Motilla había fundado el Banco de Andalucía. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Fernando, Carmen, Miguel y Enrique, que rompió su relación de varios años con la modelo Alejandra Domínguez y hoy ha iniciado un romance con Vicky Martín Berrocal, que ha causado gran revuelo.
Sin embargo, la familia del novio está acostumbrada a las habladurías. Tras 14 años de matrimonio, la madre, Carmen Tello abandonó el palacio familiar de los Solís-Beaumont, situado en la histórica calle Cuna de Sevilla, y una de sus joyas renacentistas, con sus cuatro hijos, el menor de ellos, Enrique, de nueve meses, y solo sus efectos personales. El divorcio del matrimonio, en 1991, supuso un escándalo en la alta sociedad sevillana, aunque se saldó con un acuerdo amistoso y una pensión para ella y otra para sus hijos.
Carmen confesaba a la revista 'Vanity Fair' hace unos años que nunca le importó el dinero. «Renuncié a todo, porque me parecía lo más correcto si era yo la que rompía el matrimonio», explicaba. Reconoce que le costó salir adelante al principio por sus hijos, por sus padres y por una sociedad muy conservadora que podía perjudicarles. «Unos decían que era muy valiente, otros que no tenía la cabeza bien amueblada», explicaba. «Ahora lo verían de otra manera, porque muchas que me criticaron, con el tiempo, han pasado por lo mismo. Pero el padre de mis hijos es un hombre fuera de serie. Nos llevamos muy bien».
Carmen y Miguel Ángel Solís-Beaumont se habían conocido en una de tantas puestas de largo. Fue un flechazo. Carmen tenía 17 años y Miguel 27 y cuenta que no sabía quién era él, hasta que una noche, seis meses después aparcó el coche en la calle Cuna, al lado del palacio. Se casaron el 7 de mayo de 1977. Pero «éramos dos opuestos», recordaba Carmen. «Era introvertido, y yo todo lo contrario». A ella le costó acostumbrarse a una vida llena de compromisos. Se instalaron en Pamplona. «Hacía frío, un tiempo gris. Yo estaba siempre sola. Me decía, ¿qué hago aquí?».
Tomó la decisión de separarse con total valentía. Pero era una figura importante en la aristocracia sevillana por su matrimonio. Y tanto ella como su familia política eran fervientes católicos. Carmen había sido educada para casarse para toda la vida. Hubo rumores y cotilleos. Algunos con mala intención que hicieron daño a Carmen. Pero es una mujer de gran elegancia y discreción, y siempre demostró que estaba muy por encima, aunque sufría.
Muchas puertas se cerraron. La mayoría de su círculo social se decantó por apoyar a su exmarido. Algunos no le habían perdonado que Miguel la eligiera como esposa, y que después le abandonara, porque era un gran «partido». Curro Romero apareció en su vida tres años después de su separación. Carmen le había visto torear por primera vez cuando tenía 10 años.
Fue en la Plaza de la Maestranza de Sevilla, en 1966. Iba con su padre y no olvidó aquella corrida. Con el tiempo coincidieron en un tentadero en casa de Fernando Domecq. El torero, como es lo habitual en él, se mostró tímido. Empezaron a coincidir en más reuniones. Carmen pasaba por un momento de desánimo. Pero el torero la sostuvo y la cuidó. Le hacía regalos y trataba con cariño a sus hijos. Y ahí fue cuando Carmen se dio cuenta de que se estaba enamorando de él.