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Nunca hubo una Lady Di. Esa es la razón por la que, 20 años después de su muerte, se pueden seguir escribiendo artículos sobre ella. O sobre todas ellas, porque, como decía, nunca hubo una sola Diana, sino tantas como versiones de ella nos cuentan familiares, amigos, confidentes, periodistas, artistas, voluntarios…
¿En qué se parecía aquella mujer que murió junto a su amante, productor de cine y musulmán, en un coche en el túnel del Pont l’Almà, en París, a la joven de la familia Spencer, con uno de los más rancios abolengos del país, recién salida del internado, con la mirada siempre al suelo, la falda plisada y el jersey de cuello vuelto?
¿ Era acaso la misma que, vestida como un merengue escapado de la tarta nupcial, protagonizó la 'boda del siglo' en Londres? ¿La que lloraba desesperada por las infidelidades de su marido, pero sonreía gozosa cuando se entregaba a los brazos de otros? ¿Eran la misma mujer la tímida figura de las primeras fotos de la familia real británica y la modelo de portada de las revistas? ¿Acaso ambas podían anunciar a la protagonista del toples más polémico y mejor pagado de los 90, un robado en el hotel Byblos de la Costa del Sol que nos permitió ver, por primera vez, los pechos de una princesa, aunque fuera recién separada?
Cada versión de Lady Di fue mejorada con el tiempo, con la experiencia, incluso con la desesperación, que superó tras una fase de anorexia y tentativas de suicidio. Cada una de ellas, siendo heredera de la anterior, era fruto de un secreto desvelado, una traición descubierta, una prohibición desdeñada…
Distintas versiones
A lo largo de estos años hemos conocido todos esos procesos de su vida gracias a las confesiones de mayordomos, examantes y amigos, ya fuera en libros o documentales. Se nos ha hablado de una joven que se enamoró de un hombre enamorado de otra mujer para, finalmente, enamorarse de un hombre que representaba todo lo que no era su marido: libre, heredero de un imperio (Harrod’s), aventurero…
Se nos presentó a una chica sin apenas gusto para el vestir que terminó siendo musa de los modistos más prestigiosos –y que ella manipulaba a su antojo para hacer de la moda su bandera–. Como lo fue su lucha contra el sida, la que libró contra las minas antipersona o su apoyo a las misiones de Teresa de Calcuta.
A final de su vida, era la versión más fuerte de Lady Di, superviviente de la versión más débil de sí misma. Pero, como el mito de El Cid, su victoria no llegó hasta su muerte, cuando logró doblegar a la reina Isabel II, cuando hizo tambalear los cimientos de la monarquía británica –y con ellos, los de la realeza europea– haciendo saltar por los aires las normas establecidas hasta entonces para una heredera al trono.
Ya nada ha sido igual para otras: desde Máxima Zorreguieta, en Holanda, a la propia Reina Letizia. O la esposa de su hijo Guillermo, Kate Middleton. Todas ellas responden a un perfil nuevo, moderno, cercano: son mujeres independientes, profesionales y conocedoras de la realidad de los ciudadanos. "El precio que pagó Diana para que las monarquías se actualizaran fue el más alto que pueda uno imaginar", reconoce Rosa Villacastín. "Aunque en España se tardó en asumir esa realidad y, posiblemente, el miedo a que se repitiera un fenómeno parecido fue lo que le costó al Príncipe Felipe su relación con Eva Sannum".
El 31 de agosto de 1997, para celebrar el décimo aniversario de su muerte, todo se organizó desde el palacio de Buckingham. El protocolo se vio comprometido con la decisión de incluir entre los invitados a Camila Parker-Bowles, actual duquesa de Cornualles gracias a su matrimonio con Carlos de Inglaterra, de quien fue amante oficial. O lo que es lo mismo, "la tercera persona del matrimonio", como reconoció la propia Diana. Este año, para el vigésimo aniversario, las cosas han cambiado. Y mucho.
20 años sin Diana
El pasado 28 de enero, Kensington Palace anunció el encargo de una estatua de Diana de Gales, que será colocada en los jardines del palacio. Era su forma de reconocer que, en esta ocasión, eran sus hijos quienes tomaban el mando de los actos. Los mismos ya han comenzado a celebrarse. Por ejemplo, con una exposición de moda, 'Diana: her fashion story', que ha incluido sus prendas más icónicas.
Su hermano Earl Spencer ha organizado otra, 'Walking in her shoes' –Caminando con sus zapatos–, en la residencia familiar en Althorp. Las flores serán las protagonistas de un homenaje que se pretende más emocional que espectacular: así, se anuncia una exposición floral en el jardín Sunken, que comenzó a cultivarse en Kensington Palace en 1801, su rincón favorito, el lugar por el que Diana se perdía.
Las margaritas y gramíneas, que invadieron las calles de Londres en el improvisado memorial en los días posteriores a su muerte, volverán a llenar el centro de la capital. Incluso el cómic le rendirá homenaje con la publicación de 'Diana Tribute', con ilustraciones de Andrew Yerrakadu.
El pasado 25 de julio, la cadena privada ITV emitió el documental 'Diana, nuestra madre': su vida y su legado con entrevistas exclusivas a Guillermo y Enrique. Los hermanos, que tenían 15 y 12 años, respectivamente, cuando su madre murió, se ganaron el corazón de los espectadores gracias a su conmovedora sinceridad.
Los hijos de Diana
La confesión llegaba a rememorar la última conversación con su madre pocas horas antes de morir… Cansados de hablar por teléfono con ella desde el divorcio, pues eran más habituales sus ausencias, los hermanos –que se encontraban en Balmoral– no pusieron mucho entusiasmo en la charla: "Enrique y yo teníamos prisa por despedirnos y seguir con nuestros juegos", recordaba Guillermo, que no desvela de qué hablaron aunque reconocía tener "sus palabras grabadas en la memoria. Lo lamentaré el resto de mi vida". Este dolor y remordimiento quedan patentes en el deseo de Guillermo de crear una familia unida, con fuertes vínculos de amor entre su esposa y sus hijos, los príncipes Jorge y Carlota.
Por su parte, ese mismo dolor y remordimiento fue lo que llevó a su hermano Enrique al ‘lado oscuro’: a las juergas, las broncas, los escándalos y, finalmente, como él mismo reconoció este año, a terapia. Describió la muerte de su madre como "un terremoto" que sacudió su vida y del que no se ha recuperado del todo nunca.
Ambos han logrado que, por primera vez, tengamos más presente a Diana de Gales como madre que como la princesa rebelde destronada. Su legado ha dado un vuelco inesperado, pero necesario, para hacerla más humana, más real. Siguiendo la estela que ella marcó, sus hijos han mantenido su herencia rompiendo normas no escritas sobre cómo gestionar las emociones, desnudándose como nunca lo habían hecho miembros de la familia real.
Drama televisado
A Carmen Enríquez, experta en casas reales de TVE, le impactó la imagen de los huérfanos siguiendo el féretro. "Como sucediera en el caso de John-John Kennedy, lo cierto es que ese momento es tremendo, porque estamos hablando de niños que deben enfrentarse al dolor y, además, hacer un ejercicio de contención emocional al encontrarse expuestos a la vista de todos". De hecho, ese imborrable recuerdo forma parte del tráiler con el que la BBC anuncia otro documental, 7 days –7 días–, que se estrena el 31 de agosto y que repasará la última semana de vida de Lady Di.
Es el propio Guillermo quien reconoce que "fue lo más duro que he hecho en mi vida, ese paseo. Sentía como si ella nos acompañara en todo momento caminando junto a nosotros". Mientras, Enrique relata cómo "las manos de la gente que me saludaba estaban húmedas por las lágrimas que les caían por el rostro".
Además, en el documental intervendrán los hermanos de Diana de Gales, su dama de compañía, el controlador de la Cámara de los Lores y el exprimer ministro, Tony Blair. "Su papel fue determinante para convencer a la reina de que debía hacer un gesto para ganarse a sus súbditos, que no le perdonaban el trato que había dado a su nuera", explica Carmen Enríquez. "Con la imagen de la reina poniendo flores como una más en el improvisado altar en las rejas de palacio empezó el fin del annus horribilis de su reinado".