Marcela Temer, de reina de la belleza a primera dama de Brasil

Todo el mundo reparó en ella en 2011. Durante la toma de posesión de Dilma Rousseff, las miradas se posaron en la muy guapa, muy estilosa y, sobre todo, muy joven mujer del presidente de la cámara de diputados de Brasil, Michel Temer. Entonces, Marcela Tedeschi Temer tenía 27 años y su marido, 69. No era la protagonista de aquella ceremonia, pero aquella diferencia de edad —y aquella falda tubo y esa melena trenzada— la convirtieron en una estrella. De hecho, muchos vieron en ella a la nueva Carla Bruni.

Y cuando en 2016, Temer llegó al poder, su mujer se convirtió en la primera dama de Brasil. Ahora, a sus 35 años, Marcela Tedeschi Temer es una de las first ladies más jóvenes del mundo, pero también una de las más desconocidas. Hija de un empresario y de una ama de casa, trabajó como recepcionista en un periódico antes de participar en un par de concursos de belleza, en los que quedó segunda.

Cuando tenía 19 años, acompañó a su tío a un acto político en el que conoció a Temer. Se sacaron una foto juntos y se intercambiaron los teléfonos. Cuando unos días después, Marcela le envió un correo electrónico felicitándole por su trabajo, el entonces congresista se puso inmediatamente en contacto con ella. A su primera cita, Marcela acudió con su madre.

En la tercera, formalizaron su noviazgo. Se casaron en 2003, en una boda a la que solo asistieron 12 invitados y, en 2009, fueron padres de su único hijo, Michelzinho. Aunque estudió Derecho, jamás ha ejercido como abogada y no ha tenido un trabajo remunerado desde los 19 años. Cuando Temer era presidente de la Cámara de Diputados, apenas pisaba Brasilia, pero desde que es primera dama su actividad pública sigue siendo prácticamente inexistente hasta convertirse en una first lady invisible que solo ocupa los titulares cuando protagoniza alguna anécdota, como cuando se tiró a un lago para rescatar a su perro.

En 2016, el diario Daily Mail se hizo eco de una existencia de lujo con interminables sesiones de belleza y peluquería, viajes de shopping a Nueva York y Milán; y legiones de empleados domésticos a su servicio. Sin embargo, de puertas para afuera, Marcela es la discreción personificada. De puertas para dentro, dicen que ella le llama a él, Mi y él a ella, Mar. Se llevan 42 años…

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