Demi Moore revela en su biografía los episodios más duros de su vida. /
Luce desnuda en la última portada de la revista 'Haper’s Bazaar'. Espléndidos 56 años, aunque tamizados por los prodigios de lo digital. Podría servir como imagen promocional de 'Inside Out', el libro autobiográfico que Demi Moore publica el 24 de septiembre, en el que realmente lo muestra todo. Las más impúdicas revelaciones y las más dolorosas expiaciones. La estrella quiere así sacudirse el fango espeso en que se convirtió su vida cuando apenas había empezado a soñar con los focos y el neón durante una niñez que fue demasiado corta.
"Recuerdo haber usado mis dedos, los dedos pequeños de una niña, para sacar de la boca de mi madre las píldoras que intentaba tragar mientras mi padre la mantenía abierta y me decía qué hacer. […] Algo muy profundo cambió dentro de mí. Sentí que mi infancia había terminado", relata en sus memorias. Tenía 11 años. Salvó a su madre del suicidio, pero no de la inestabilidad y la alcoholemia. No pudo hacer lo mismo cuando tiempo después su padre adoptivo decidió quitarse la vida. La violación que sufrió a los 15 años fue el último y trágico revés que soportó sin merecerlo, porque desde entonces Demi puso todo su empeño en hacer de su infortunio personal un patrón de conducta.
Los vaivenes de su personalidad insegura y adictiva, disimulada tras la fama, culminaron en el episodio que ha dejado en ella la mayor amargura: un aborto provocado por el alcohol. Acababa de empezar su relación con Ashton Kutcher, en 2003, cuando se quedó embarazada de una niña a la que iban a llamar Chaplin Ray. El final de su matrimonio con Bruce Willis (1987-2000) lo sobrellevó con frecuentes borracheras a las que renunció cuando conoció a su nuevo y joven amor. Sin embargo, los buenos propósitos volvieron a caer en el fondo de una botella. A los seis meses de gestación, perdió a Chaplin Ray. Asegura que es lo único que nunca se perdonará. Intentaron después tener otro un hijo. Demi se sometió a varios tratamientos de fertilidad hasta que su cuerpo dijo basta. No mucho más tarde lo hizo su relación. "Creía que mi valía dependía de mi cuerpo", dice en su libro, de modo que puede imaginarse el efecto devastador que tuvo en ella, entonces con 49 años, ver aireada la infidelidad de su marido, de 35, con Mila Kunis, una actriz emergente de 28.
El fracaso y el despecho le proporcionó una excusa más para arrastrarse de nuevo entre colocones y resacas. Lo más fácil era recurrir a las mismas escapatorias que utilizaba desde adolescente, cuando a los 16 años se hartó de su madre y se fue a vivir con un guitarrista para compartir juntos noches de alcohol y coca. Dos años después se casaba con otro músico, Freddy Moore, del que adoptó el apellido y que le animó a seguir con unas aficiones que también disfrutaba con otros hombres. En su biografía, la actriz confiesa que sus infidelidades hicieron de aquellos cinco años de matrimonio poco menos que un infierno para Freddy.
Bruce Willis le proporcionó una estabilidad engañosa. Entre el éxito de su carrera emergían demonios que le llevaban a obsesionarse por su peso, y que le hacían suponer que no contaba con el apoyo de su marido, más dedicado a sus tres hijas (Rumer, Scout y Tallulah) que a la felicidad conyugal. Como siempre, afrontó sus problemas con las viejas y peligrosas soluciones. Los vicios siempre han permanecido en la recámara de sus frustraciones, a pesar de que llegaron a provocar el distanciamiento con Scout y Tallulah, quienes se negaron a participar en la tendencia autodestructiva de su madre.
Rumer fue más comprensiva, casi hasta la complicidad. En pleno duelo por el divorcio de Kutcher, e intentando asumir la decadencia de su trayectoria en el cine, Demi propuso a su hija mayor acudir a una fiesta que acabó con la actriz en el hospital entre convulsiones provocadas por el consumo de drogas de diseño. La conmoción que provocó en Rumer ayudó a que su madre entendiera que esa forma de vivir ya no daba para más. "Me estaba desmoronando. Ya no tenía carrera. Ni una relación", se lee en 'Inside Out'. El libro es el resultado de ese momento y concluye un proceso de rehabilitación, física y emocional, que le ha hecho distinta, alérgica a las obligaciones de la fama. Al menos es lo que asegura…, aunque muchos encontrarán cierta contradicción en el cuerpo rejuvenecido que posa en esa portada de 'photoshop'.