El motivo de nuestra entrevista no es otro que rastrear en el imaginario colectivo del siglo XX a través de tres de los libros más brillantes de Manuel Vicent, Aguirre, el magnífico (2011), un demoledor retrato de Jesús Aguirre , segundo marido de la duquesa de Alba ; Ava en la noche (2020), en el que sigue el rastro evanescente de las correrías nocturnas de Ava Gardner en Madrid, y Retrato de una mujer moderna (2022), donde narra el fascinante periplo de Concha Piquer , desde su Valencia natal a Broadway y a los teatros de medio mundo.
Manuel Vicent es uno de los más brillantes cronistas de nuestro país, como demuestra su larga trayectoria periodística, y un excelente novelista, que ha quedado refrendado en premios como el Alfaguara de Novela, que ganó en dos ocasiones, en Pascuas y naranjas (1966) y Son de mar (1999), adaptada al cine por Bigas Luna, o el Nadal, en 1986 por Balada de Caín. Y esa brillantez queda plasmada en las respuestas a nuestro cuestionario que nos devuelve escrito en una prosa exquisita.
Una de las primeras cuestiones que abordamos es el impacto que generó en el pintor Antonio López y él cuando fue a entrevistar a Concha Piquer a su casa de la Gran Vía madrileña en los años 80, ya apartada del mundanal ruido: «Me impresionó su carácter expresado en la forma de caminar taconeando reciamente por el pasillo de su casa de la Gran Vía, su hablar cortante, que parecía muy hecho a mandar, como acostumbrada desde pequeña a ser obedecida, a imponer su voluntad», nos dice.
«Llevé conmigo a Antonio López a la entrevista porque, según me dijo, quería verla de cerca. Parecía que estaba enamorado de esta mujer. Sabía de ella muchas más cosas que yo. Al salir a la calle me dijo que no le había sacado todo el partido que tenía el personaje. Ese comentario hizo que con el tiempo me decidiera a escribir esta novela», nos desvela.
Ahora que tan de moda se ha puesto la expresión «techo de cristal», Vicent reflexiona sobre la valentía de la intérprete de Ojos verdes y En tierra extraña en una época en la que salirse de ciertos márgenes podía salir muy caro: «Era una profesional que se enfrentó directamente a las ordenanzas gubernativas de aquel momento tan duro de postguerra, llenas de moral eclesiástica, que le impedían realizar su trabajo», explica sobre la artista.
«Pese a las multas que le imponían por desobedecer no interrumpía el espectáculo para ponerse de pie brazo en alto cuando sonaba el clarín que anunciaba el parte, se negaba a cambiar la palabra mancebía en la canción ojos verdes, no complació a Franco cuando le pidió que cantara una canción durante la merendola al final de una cacería. Por lo demás era una mujer conservadora, pero con una rebeldía natural».
Para elaborar este libro, Manuel Vicent no recurrió, por ejemplo, a su hija, Concha Márquez Piquer: «No me puse en contacto con ella. Meter a la familia en este asunto me resultaba perturbador. Al fin y al cabo esto no deja de ser una novela».
Concha Piquer asumió ser «la otra» junto al torero Antonio Márquez, pero también el compositor Manuel Penella, otro de sus grandes amores estaba casado: «Se necesita tener muchos arrestos para vivir públicamente amancebada, como se decía entonces, en medio de una moral tan aplastante con dos figuras tan famosas, un músico y un torero. Se lo pasaba todo por el forro. Incluso se atrevía a convertir su situación amorosa en una copla. En este sentido era una feminista que hizo lo que dio la gana».
Otro de los personajes clave en la biografía de Concha Piquer es Eva Perón . Hay quien incluso afirma que le ayudó a falsificar la partida de nacimiento de su hija, que supuestamente tenía cinco años más de los que se atribuía: «La amistad de la Piquer con Eva Perón es incuestionable y ha dado pábulo a muchos chismes y rumores, unos morbosos, otros melodramáticos. Algunos están en el libro».
Entre esas habladurías están las voces que la acusan de su enorme rivalidad con Juanita Reina o de ser la responsable del exilio de Miguel de Molina: «Ella lo niega y yo la creo. Su rivalidad con Juanita Reina era evidente, normal, una moneda corriente entre artistas folclóricas, pero Conchita Piquer se decía amiga de Miguel de Molina. En este tema con Serrano Suñer en la trastienda, la verdad y la mentira, entran a saco para convertirse en literatura. Esa ficción es el sustento en que se forman los personajes».
Una de las cuestiones nunca aclaradas, que deja usted fuera del libro, fue el supuesto encontronazo con Rocío Jurado del que la artista de Chipiona no llegó a hablar con claridad: «Ese debate ya está fuera de tiempo. No me interesa nada. Concha Piquer no era dura más allá de lo que exige ser una buena profesional, muy perfeccionista unida a un carácter fuerte. Lo aprendió todo de los teatros de Nueva York. Allí no se andan con bromas y medias tintas. Si fallas, te quedas en el camino».
Le preguntamos al escritor también sobre la soledad en la cima, sobre lo duro que pudo ser el retiro para la artista y concluye lo siguiente: »En la cima corren vientos muy acerados. Cuando se retiró hizo una vida apacible de señora burguesa, volcada en el triunfo de su hija, en el té con las amigas y los fines de semana en su finca en Villacastín».
Manuel Vicent fue jurado del Príncipe de Asturias de las Artes y a punto estuvo de conseguir que se lo otorgaran a Concha en 1987, aunque finalmente lo logró el escultor Eduardo Chillida: «No fue un juego. Parte del jurado (entre otros Pilar Miró, Adolfo Marsillach y Antonio López) creímos que su arte se merecía sin duda ese premio. Durante muchos años aciagos de nuestro país fue la dueña del aire. el paisaje sonoro de una generación».
En su novela Ava en la noche describe el mismo universo sociológico en el que se gestó el mito de Concha Piquer. ¿Consiguió su autor cumplir el sueño de su protagonista de conseguir encender un cigarrillo a la estrella americana? Esta es su respuesta: «No, no le encendí un cigarrillo a Ava Gardner pero la vi pasar como una ráfaga por las noches de Madrid».
Vicent vivió en Madrid esa época en la que Samuel Bronston trajo a medio Hollywood a rodar a nuestro país y así lo rememora con nosotros: «Todos los actores y actrices de Hollywood venían a rodar películas a España. Te podías cruzar con Gary Cooper o con Audrey Hepburn en un paso de cebra. Aquel Madrid era sórdido y a la vez maravilloso, mendigos de día y de noche algunos esmóquines blancos».
En Aguirre, el magnífico es una biografía que complementa muy bien a Ava en la noche y Retrato de una mujer moderna. En ella retrata sin piedad y sin eufemismos a Jesús Aguirre. Una semblanza que coincide con la valoración de dos de los hijos de la duquesa de Alba, Cayetano y Eugenia Martínez de Irujo, que tenían una visión muy negativa del ex sacerdote.
La duquesa de Alba se enfadó mucho e incluso amenazó con demandar a Manuel Vicent. Le planteamos si los espejos del callejón del gato de Madrid, que ejemplifican el esperpento de Valle Inclán, pueden ser a veces más realistas que la verdad oficial: «Eso siempre, aunque el tiempo los haya cubierto con una capa de polvo. El esperpento es una figura literaria que define nuestra historia. Valle Inclán dio en el clavo».
La duquesa de Alba podría ser perfectamente un personaje literario: «Sin duda, lo es, pero ya está muy machacado», concluye el autor de Tranvía a la Malvarrosa.
A propósito de futuros proyectos, nos avanza: «Me limito a seguir escribiendo hasta que la mecha se acabe».
20 de enero-18 de febrero
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