HUBO TENSIÓN SEXUAL
HUBO TENSIÓN SEXUAL
La lista de mujeres malas que seducen a viejos escritores para hacerse con su fortuna y legado es larguísima. Y, curiosamente, responde a un guion que se replica con bastantes similitudes en casos muy distintos. Suelen ser historias con trampa, en las que ellas son retratadas al modo viuda negra y ellos, como santos varones. Sabemos que la vida no se pinta en blanco y negro, sino en una escala de grises incompatible con estos relatos. Pero para saber de esos grises necesitamos que ellas hablen, y eso es lo que ha hecho Marina Castaño, última pareja de Camilo José Cela.
No se puede decir que Marina Castaño se haya quedado callada todos estos años, pero tampoco se ha extendido sobre su relación íntima con Cela, el escritor que la sedujocuando solo tenía 26 años. Fue en 1986, poco antes de ganar el Premio Príncipe de Asturias (1987), el Premio Nobel (1989) y el Premio Cervantes (1995). Estuvieron juntos 17 años, hasta el fallecimiento de Camilo José en 2022. Se casaron en 1991. La diferencia de edad era abultada: ella tenía 34 y él, 75.
La leyenda negra de Marina Castaño se convirtió en un lugar común en la prensa del siglo XX, gracias a acusaciones del entorno y familia del escritor que se sintieron ninguneados por el Nobel o agraviados por su pareja. Se produce, en estas circunstancias, una infantilización de señores que suelen estar muy en sus cabales y un desvío de responsabilidades hacia ellas, capaces de ser tan villanas como santas. A Marina la tacharon, inmediatamente, de cazafortunas. La apodaron Marina Mercante.
Castaño fue, entonces, acusada de aprovecharse del Nobel y de ínfulas aristocráticas al subrayar constantemente el título de marquesa de Iria Flavia que llevaba como consorte de Cela. Hubo. La polémica por la diferencia de edad fue lo de menos. Lo mollar de las acusaciones, sin embargo, tuvieron que ver con la herencia. Marina fue la heredera universal del testamento del escritor gallego, lo que provocó un contencioso judicial con su único hijo, Camilo José Cela Conde, nacido del primer matrimonio del escritor.
Cela Conde, único hijo decíamos, recibió de su padre en herencia un cuadro de Miró, valorado en 100.000 euros. Poco, muy poco en la inmensa fortuna del escritor. De ahí que litigara intensamente para que se le reconociera derecho a poseer al menos la legítima, cosa que conseguiría en 2014, tras una sentencia del Tribunal Supremo. Fue compensado con 3,9 millones de euros por parte de la viuda.
Entonces, quedó sin conocerse por qué el único hijo de Cela había recibido tan poco de su padre, cosa no infrecuente en familias de cualquier extracción social. Ese fue uno de los aspectos que Marina Castaño desveló en una reciente entrevista con Risto Mejide: «Fue muy ingrato con su padre, nunca se ocupó de él en el sentido de que jamás le llamaba, no estaba pendiente. Después de la muerte se preocupó de los intereses económicos, a ver qué podía sacar de aquí y de allá», aseguró.
Pero lo más fascinante del relato de Marina Castaño tiene que ver con cómo se produjo el flechazo con Cela, pues pudimos comprobar cómo fueron las artes de seducción del escritor las que conquistaron y no viceversa. El 'asedio' se produjo en un nada erótico Congreso de Folclore de Nacionalidades Históricas en el que ella trabajaba de periodista. Aún estaba casada y tenía una hija pequeña.
«Ahí no ligó nada conmigo. Yo no sentí nada», relató Marina Castaño. «Ligó en el almuerzo que hubo después: desde la mesa de al lado me miraba. Esa noche hubo también una cena, donde compartimos mesa. En esa mesa, decía una cosa para escandalizar y me miraba para ver en mi cara qué efecto me había hecho». El intenso cortejo del escritor continuó al día siguiente, en un almuerzo.
«Me dijo que me pusiera a su lado», recordó Marina Castaño. «Era un seductor. Me rozaba la pierna por debajo de la mesa, rodilla con rodilla. Yo pensaba que no podía ser, pero él lo estaba haciendo aposta. A partir de ahí, la eternidad: me llamaba todos los días a la radio». No se puede describir más claramente la versión más tradicional del cortejo, el que continúa funcionando aunque muchos hombres deban contratar talleres online para aprender a llevarlo a cabo.
«Él me sedujo, él sabía hacerlo. Fue hombre de muchas mujeres«, confesó Marina Castaño. Y merece la pena hacer frente a esta imagen del Camilo José Cela seductor, experto en las artes del cortejo y capaz de meterse en el bolsillo a una señora cuarenta años menor. »Si estuvimos tan unidos es porque encontrábamos natural las cosas naturales de la vida, la atracción entre un hombre y una mujer no tiene por qué tener edad«, explicó Castaño.
Contra la leyenda de la rubia seductora que se mete en el bolsillo a un señor rico y famoso, nos encontramos con la anécdota de un escritor atrevido y ligón que domina perfectamente el antiguo arte del cortejo, que no es antiguo solo por viejo sino también por su inagotable efectividad. Capaz, además, de lanzarse al terreno de la tensión sexual por debajo de la mesa. Algo irresistible para las mujeres cuyo placer reside, sobre todo, en gustar.