El torero Francisco Rivera con Carmen Ordoñez y su hijo Francisco Rivera Ordoñez./ /
Ella estaba considerada la mujer más bella de España y pertenecía a una prestigiosa estirpe relacionada con la tauromaquia. Carmen Ordoñez era hija de Antonio Ordoñez y sobrina, por parte de madre, de Luis Miguel Dominguín. Ambos eran dos de los toreros más famosos de España. Carmen se había educado en el Liceo Francés, con todos los privilegios, y, desde niña, se había codeado con Orson Welles o Hemingway.
Se había enamorado con 16 años de Francisco Rivera, «Paquirri», que tenía 25 años y era un torero en sus comienzos que ya había deslumbrado a la afición. Todos dicen que lo suyo fue un flechazo y debió serlo porque ambos procedían de mundos totalmente diferentes, a pesar de estar ligados al mundo del toreo.
Ambos compartían carisma: Paquirri era el prototipo de torero varonil, de extracción muy humilde y triunfador, una de las figuras más perseguidas de aquellos primeros 70, y Carmen, una auténtica 'princesa' de la alta sociedad de la época, tenía una personalidad arrolladora, a pesar de su juventud
Se habían conocido en Tarifa, durante una corrida de toros, pero su relación se inició, un año y medio después, cuando Paquirri acudió a visitar a Ordoñez, que convalecía de una cogida. Sus padres consideraban que Carmen era demasiado joven para estar en relaciones con el torero y, al principio, no vieron con buenos ojos su noviazgo. Pero Carmina estaba decidida, porque, entre otras cosas, veía en el matrimonio una puerta a la independencia.
En la pedida él le regaló a ella unos pendientes de diamantes y rubíes y ella a él un reloj de oro. Se casaron el 16 de febrero de 1973 en la Iglesia de San Francisco el Grande, en Madrid, ante más de 1.500 invitados, entre los que había figuras del toreo, ministros y miembros de la aristocracia y de la jet, entre ellos Carmen Martínez Bordiú y Alfonso de Borbón.
La novia lució un deslumbrante diseño de Herrera y Ollera con cuello a la caja de cibelina de seda natural, con medallones bordados de plata, cristal y brillantes, en la parte delantera, en forma ascendente desde la falda en corte evasé y escogió un original tocado de estilo eslavo para sujetar los 16 metros de tul ilusión del velo. Llevaba un ramo de azahar que le había enviado desde Sevilla la cofradía de la Virgen de la Esperanza. Apareció sola en la portada de «¡Hola!», sin el novio, tal fue el impacto que causó.
La historia de amor no sobrevivió al matrimonio. La libertad personal que había perseguido Carmen al casarse se convirtió en un sueño roto: ser la esposa de Paquirri resultó un encierro parecido al de ser hija de Antonio Ordoñez.
A pesar de su educación conservadora, Carmina no encajaba en el papel de esposa tradicional que pedía el torero. Ella iba de fiesta en fiesta, entraba y salía, mientras Paquirri se preparaba en la finca de Cantora. Tuvieron dos hijos, Francisco y Cayetano, y se separaron seis años después de casarse, en 1979. Se cuenta que Paquirri le regaló a Carmen un collar de diamantes y esmeraldas, tiempo después, con el objetivo de reconquistarla, pero ella había tomado su decisión.
Firmaron el divorcio en 1982. Paquirri acabaría casándose, tiempo después, con la tonadillera Isabel Pantoja , que proclamó que llegaba virgen al matrimonio, y Carmen se refugió en el playboy Antonio Arribas , aunque, poco después, lo dejó y siguió disfrutando de su independencia. Se convirtió en una estrella de las revistas del corazón y convirtió su aparición en ellas en una profesión.
La niña mimada de la aristocracia del franquismo devino en una mujer rica, famosa y libre. En 1984 falleció Paquirri, tras la cogida en Pozoblanco, en Córdoba. Isabel Pantoja pasó a ser la 'viuda de España' y el enfrentamiento entre ella y Carmen, a cuenta de la herencia del torero llenó y sigue llenando decenas de páginas del corazón.
Hay quien dice que Paquirri nunca olvidó a Carmen y que esta fue el amor de su vida, no la tonadillera. El torero guardó todas las cartas que le había escrito, unas cartas de amor que ni la propia Isabel Pantoja se atrevió a destruir. Carmen tuvo otros amores —se dice que el más hondo fue el del torero José Maria Manzanares — y empezó a llevar una vida descontrolada, llena de adicciones, supuestos maltratos, fiestas sin fin, matrimonios fracasados. Murió antes de cumplir 50 años, como ella misma había predicho, en su casa de Madrid, tras casarse dos veces más y tener un tercer hijo. La encontró una empleada del servicio en la bañera.