Aquel 27 de marzo de 1995, Maurizio Gucci, ex director de la casa de moda fundada por su abuelo Guccio en 1921, fue asesinado a tiros en el vestíbulo de su oficina de Milán. Era una agradable mañana de primavera y Gucci subía las escaleras hacia su despacho, en la Via Palestro 20, cuando se inició el tiroteo. El único testigo ocular, el portero del edificio, Giuseppe Onorato, recordaba años después: «El señor Gucci llegó con algunas revistas y me dijo buenos días. Entonces vi una mano. Era una mano hermosa, limpia y apuntaba con un arma». Gucci recibió tres disparos en la espalda y uno en la cabeza antes de desplomarse y morir en los escalones. Onorato fue herido por dos disparos en el brazo, pero sobrevivió.
Todas las sospechas apuntaron a la ex esposa de Gucci, Patrizia Reggiani. Había afirmado públicamente su deseo de asesinar a Gucci después de su enconada batalla de divorcio , pero, sin pruebas, el caso se enfrió durante dos años. Fue arrestada finalmente en 1997 y el juicio comenzó al año siguiente. Fue condenada por contratar a cuatro cómplices, incluido su vidente, para ayudar a matar a Gucci. Apodada la «Viuda Negra» por la prensa italiana, Reggiani fue sentenciada a 29 años de prisión. Salió en 2016, después de cumplir 18 años. Su vidente recibió una pena de 25 años y el pistolero contratado, cadena perpetua. Reggiani mantuvo siempre su inocencia. Pero, cuando un periodista le preguntó, algún tiempo después de su liberación, por qué no había asesinado a su marido ella misma, respondió. «Mi vista no es tan buena, tenía que acertar a toda costa».
La historia del crimen que conmocionó la década de los noventa, se ha convertido en una lujosa película, llamada «House of Gucci» y basada en el libro del mismo nombre, escrito en 2000, por Sara Gay Forden, que se estrenará en noviembre. La dirige Ridley Scott y está protagonizada por Lady Gaga y Adam Driver como el matrimonio Gucci, junto con Al Pacino, Jared Leto, Jeremy Irons y Salma Hayek. La producción tuvo acceso a documentos y diseños originales. Las fotos que se han difundido hasta ahora muestran una caracterización impactante.
Maurizio Gucci había nacido en Florencia en 1948. Sus padres eran los actores italianos S andra Ravel y Rodolfo Gucci, hijo, a su vez, del legendario diseñador de moda Guccio Gucci, que había fundado un negocio de objetos de piel y de maletas a principios de los años veinte en Florencia. Maurizio, hijo único, heredó la propiedad mayoritaria de la empresa de su padre cuando éste murió en 1983 y se enzarzó en una batalla legal con su tío Aldo Gucci por el control total del imperio. Pero Maurizio nunca se distinguió por ser un buen gestor. Gastaba su propio dinero y el de la empresa a manos llenas. Su tiempo al frente de la firma familiar fue de corta duración. Su imprudencia le ocasionó repetidas pérdidas y se vio obligado a vender sus acciones a un grupo de inversión con sede en Bahréin, por 120 millones de dólares en 1993.
En el momento de su asesinato, Maurizio vivía con Paola Franchi, una diseñadora de interiores con la que había comenzado una relación cuando aún estaba casado. Había abandonado a su esposa Patrizia y a sus hijas Allegra y Alessandra, en 1985. Trataba de retomar sus negocios, invirtiendo en un casino en Suiza. Maurizio se había casado con Patrizia Reggiani en 1973, pero las cosas empezaron a desmoronarse tras una década de matrimonio. La unión provocó una dolorosa ruptura con el padre de Gucci, Rodolfo, uno de los hijos de Guccio Gucci, que desaprobaba a Reggiani, especialmente por su fuerte personalidad. La madre de Maurizio había muerto cuando él tenía cinco años y su padre siempre había sido sobreprotector.
Patrizia nació en un pequeño pueblo a las afueras de Milán. Su madre era una camarera y su padre un hombre mucho mayor que hizo fortuna en el transporte de camiones. Eran muy ricos, aunque no formaban parte de la alta sociedad de Milán. Desde joven, a Patrizia le gustaban las cosas buenas, su padre la consentía con abrigos de visón y automóviles de lujo. Poco a poco supo encontrar el camino hacia la élite social. «Conocí a Maurizio en una fiesta y se enamoró locamente de mí», explicaba en una entrevista. «Era emocionante y diferente a los otros». Los Gucci venían de Florencia, por lo que Maurizio también se sentía un extraño en Milán. Reggiani tenía otros pretendientes, pero el joven y solitario Gucci la persiguió poniendo todas sus riquezas a su disposición.
Durante sus tiempos felices, Gucci y Reggiani se convirtieron en una poderosa pareja de la «jet set» internacional, con casas en Nueva York, Milán, Acapulco y los Alpes suizos. Patrizia se ganó el apodo de la «Liz Taylor de las marcas de lujo». Pero en 1985, Gucci dejó a su esposa por otra mujer, Paola Franchi, y se mudó con ella; le dijo a Reggiani que se iba en un viaje de negocios y nunca regresó. En 1994, un año antes de que lo mataran, finalizó el proceso de su polémico divorcio, durante el cual Reggiani presuntamente había enviado amenazas de muerte a su ex.
El juicio por el asesinato de Maurizio, celebrado en 1998, se convirtió en un impresionante espectáculo mediático y social. Las investigaciones revelaron que Patrizia Reggiani había contratado a cuatro cómplices para llevar a cabo el asesinato de su ex maridoi: su ex amiga y medium Pina Auriemma, quien confesó haber contratado al asesino a sueldo; un amigo de Auriemma, que le entrenó; el propio sicario; y el conductor que le permitió escapar. Una de las evidencias más sorprendentes que se descubrieron en la casa de Reggiani fue su agenda de Cartier, en la que figuraba una entrada con la palabra « Paradeisos », la palabra griega que significa paraíso, escrita en la fecha del asesinato. Reggiani fue declarada culpable, a pesar de que sus hijas (Alessandra, entonces de 21 años, y Allegra, de 17) habían solicitado que se anulara su condena, alegando que un tumor cerebral benigno había alterado su comportamiento y personalidad.
Reggiani mantuvo su inocencia en todo momento, argumentando que su vidente había actuado por su cuenta y que luego la chantajeó. Dijo en un interrogatorio que se vio obligada a pagarle 365.000 dólares. En 2014, Reggiani inició un programa de reinserción laboral, tras cumplir 16 años de prisión. Fue contratada como consultora de diseño por la firma milanesa de bisutería Bozart, aunque declaró que quería volver a Gucci, donde había trabajado durante su matrimonio. «Todavía me siento como un Gucci, de hecho, la más Gucci de todos», aseguró al periódico «La Repubblica».
20 de enero-18 de febrero
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