Samantha Vallejo-Nágera posa en sus redes sociales. /
Ocurre constantemente: una madre saca el móvil y graba a su hijo. El problema es cuando el niño está llorando, como le pasó a la estrella del programa MasterChef Samantha Vallejo-Nágera. Este fin de semana publicó un vídeo que inquietó a los usuarios de Instagram , donde cuenta con 827.000 seguidores.
Es habitual que Samantha comparta contenido sobre la vida de su hijo Patrick, a quien llama cariñosamente Roscón. Pero, esta vez, el niño de 12 años lloraba mientras su madre lo regañaba. Las redes salieron en defensa del pequeño, ella tuvo que pedir perdón y surgieron las dudas: ¿dónde están los límites?
Aparecer en las redes sociales de otro y sin querer puede generar frustración . Y esto se multiplica si se trata de una persona vulnerable. Como explican los expertos, la situación concreta de Samantha Vallejo-Nágera provocó un enorme rechazo por mostrar un momento tan íntimo de sus vidas.
El caos surge por mostrar el conflicto expuesto sin tapujos, según Beatriz Blanco, psicóloga infantil de Clave, Centro de Psicología y Aprendizaje. «No nos gusta ver cómo un niño llora y lo pasa mal. Aunque en el fondo sepamos que es algo cotidiano que una madre riña a su hijo, nos resulta violento».
Como explica la experta, resolver esos conflictos en público solo tiene un lado negativo, más allá de la grabación. «Se suele hacer hincapié en la necesidad de comentar y explicar al niño sin exponerlo en público, pues puede hacer que se sienta ridículo e influir en su autoestima», señala la experta.
En este caso, la madre defendió que ella busca enseñar lo más hermoso de la crianza pero sin dejarse también su lado más duro. Samantha quiere ser natural a la hora de mostrar cómo vive su hijo, y ser un ejemplo para otras mujeres que educan a una persona con síndrome de Down, como Patrick.
«El objetivo de esas familias es visibilizar que esto existe, crear conciencia a nivel social y dar apoyo a otras familias que se encuentran en una situación parecida. Desde luego, esto ha ayudado mucho a dar a conocer, normalizar y crear redes de apoyo», defiende la psicóloga.
Sin embargo, la sobreexposición es peligrosa. «Es importante que los padres sean reflexivos en este aspecto. Hay que buscar un equilibrio e intentar ponerse en el lugar del menor, procurando cuidar de su intimidad y su privacidad», defiende Blanco. Algo tan sencillo como la empatía. Preguntarse: «¿Es algo que me gustaría que me hicieran a mí?».
El aspecto de la legalidad es más tajante. No se puede grabar a un menor sin su consentimiento, según Jennifer Muñoz Mena, abogada en Le Morne. «El problema es que no todos los menores tienen madurez suficiente para dar su aprobación, según la legislación», señala. En estos casos, el poder queda relegado en sus representantes legales, los padres (con limitaciones y mecanismos de supervisión).
Quizás el día de mañana ese niño gracioso que corretea en Instagram está en contra de esa decisión de haber sido captado, como si su vida fuera un documental. «Se intenta proteger o evitar cualquier tipo de menoscabo de la honra o reputación de estos, y, en general, cualquier cosa contraria a sus propios intereses», prosigue la abogada.
De todos modos, cuando alcancen la mayoría de edad, sus derechos se ampliarán. Pueden llegar incluso a interponer acción ante los Tribunales contra sus padres por un delito contra la intimidad o el honor.
El tema de intimidad e influencers está en el aire. Es una profesión nueva que se regula poco a poco, con ensayo y error. La abogada en Le Morne recuerda que en 2016 el Ejecutivo anunció su intención de buscar una nueva regulación de la protección del derecho al honor y a la intimidad del menor en Internet. En particular, en las redes sociales.
Aún no se han tomado nuevas medidas legales al respecto. Lo que existen son sentencias que condenan a los padres a retirar, de forma permanente, todos los contenidos de las redes sociales en los que aparezcan sus hijos menores de edad. Además, les prohíben volver a publicar contenido de este tipo en el futuro.
La opinión de la experta es que existen numerosos comentarios que afirman que en este terreno existe una « laguna legal». Aun así, desde su punto de vista, la legislación es «adecuada» y «protege de manera suficiente a los menores».
Por ello, percibe que queda delimitado quién debe prestar el consentimiento por los menores y los procedimientos de control que existen. «Pero hay que aplicarlo, todo ello sin perjuicio de que fuese conveniente aprobar una legislación específica que recogiese todas las peculiaridades de esta materia», concluye.