Se conocieron en el yate Agamenón, en 1954, en un crucero por el Mar Egeo organizado por Federica de Grecia, la madre de Doña Sofía, con el objetivo de reavivar el turismo griego tras la Guerra Civil, pero también para que los príncipes y las princesas en edad casadera de Europa se conocieran entre sí (aunque no fue amor a primera vista: estas son las dos mujeres que pudieron haber sido reinas de España ). La guerra había separado a las familias reales y en aquellos años de juventud, Don Juan Carlos y Doña Sofía empezaban a disfrutar de nuevo de una existencia dorada de fiestas, encuentros y reuniones de las que salieron varias bodas.
El Agamenón zarpó el 22 de agosto de 1954 de Venecia. A bordo, un centenar de miembros de familias reales europeas reinantes y sin trono, entre ellos, los reyes Juliana y Bernardo de los Países Bajos, Juan y Josefina Carlota, herederos al trono de Luxemburgo, Miguel de Rumanía y Umberto II, que no podía pisar suelo italiano y embarcó en Corfú. Todo lo pagaba el armador griego Eugenides: era un intercambio con la reina Federica que, en lugar del tradicional broche de brillantes por amadrinar su barco, le pidió que organizara un exclusivo crucero. El viaje duró 13 días y los pasajeros visitaron Corfú, Mykonos, Santorini, Creta, donde conocieron las ruinas minoicas, Rodas, Salónica y el monte Olimpo. El 3 de septiembre desembarcaron en Nápoles. Los “royals” habían recorrido ruinas y ciudades, en pie y en burro. En altamar se celebraron bailes para que los jóvenes intimasen.
Juanito, como le llamaban entonces, muy extrovertido, se fijó de lejos en Sofía, muy tímida, pero se interesó más, a sus 16 años, por María Gabriela de Saboya, hija del ex rey de Italia, que sería su novia durante los años siguientes, aunque no llegaron a comprometerse. Don Juan no la consideró “adecuada”. Era la princesa más bella de Europa, pero demasiado “liberal”.
Sofía sólo tenía 15 años. “Me pareció un chico mono y joven, uno más de mis primos” contaría Doña Sofía años después en un documental de la BBC, en 1981. Aunque a Pilar Urbano también le contó que le pareció muy simpático, bromista, “incluso gamberro”. Pero él era más afín a las casas reales de Francia e Italia. “Era difícil hablar, porque yo no hablaba bien inglés y todavía menos griego, y Sofía no sabía español”, recuerda por su parte Don Juan Carlos en ese mismo documental. Una anécdota cuenta que doña Sofía estaba aprendiendo judo y que, ante la incredulidad de Don Juan Carlos, le cogió de la mano y le tiró al suelo con una llave.
Se daba por seguro que doña Sofía se comprometería con Harald de Noruega. Pero el príncipe estaba profundamente enamorado de la plebeya Sonia Haraldsen, con quien término casándose. Así que tanto Juan Carlos como doña Sofía siguieron varios años más sin pareja y sin fijarse el uno en el otro. Se veían en las bodas de la familia. En 1960, coincidieron en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960. Se alojaban en el mismo hotel, en Nápoles, donde asistían a las regatas.
Pero no fue hasta 1961 cuando se interesaron más el uno por el otro. Fue en la boda de los duques de Kent, lady Katharine Worsley y Eduardo de Kent, el 8 de junio de 1961, donde el protocolo los emparejó en la ceremonia y en la mesa de la celebración, que tuvo lugar en el elegante hotel Dorchester. Luego bailaron un fox lento. Ellos ya se habían fijado el uno en el otro en una fiesta organizada por los Duques de Würtenberg en Sttutgart, Alemania, tiempo atrás. Pero, en Londres, el interés se afianzó. Pasearon por la ciudad, fueron al cine y tomaron té en el hotel Savoy. “Fue entonces cuando empezamos a sentir el tirón del atractivo”, dice en el libro de Pilar Urbano, “La reina muy de cerca” doña Sofía. Ese verano, la reina Federica invitó a los Condes de Barcelona y a sus hijos, incluido Juanito, a pasar unas vacaciones en la isla griega de Corfú. El lazo se cerró.
La petición de mano se celebró el 12 de septiembre de 1961 en el hotel Beau Rivage de Lausana, Suiza, donde residía la reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos. Es conocida la anécdota de cómo el rey emérito le lanzó el anillo de compromiso a Sofía. “Sofi, cógelo” le dijo, mientras ella recogía al vuelo la cajita que ocultaba la joya. Don Juan Carlos explicó: “Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real”. Ella era hija de un rey reinante, él no. Él era católico, ella ortodoxa. Pero tanto don Juan, como el papa Juan XXIII, como franco dieron su consentimiento al enlace. Doña Sofía llevó un velo de encaje de Bruselas y la tiara Prusiana, la más importante del joyero griego. Se celebraron tres ceremonias. La civil, la ortodoxa y la católica. La luna de miel duró seis meses, en los que recorrieron medio mundo. Comenzó en Spetsopula, la isla privada del armador Stavros Niarchos, que también ofreció a la pareja su yate Eros para realizar su viaje. El resto, es historia.
20 de enero-18 de febrero
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