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A Ira Von Fürstenberg, su serena majestad y pinera de la jet set marbellí, la descubrió el mundo del papel couché a los 15 años en los años 50 gracias a una boda de cuento de hadas con un príncipe; pero el gran público la redescubrió como artista décadas más tarde por el discurso de un rey: una de las piezas diseñada por ella descansaba en el escritorio mientras el rey Juan Carlos I abdicaba en favor de su hijo, el jarrón fue un regalo de Corinna Larsen.
El primer príncipe de la historia de Ira fue fue Alfonso de Hohenlohe-Langenburg, el príncipe que inventó la jet set, un hombre que le doblaba la edad, literalmente… él tenía 31 años el día de su boda en 1955. El príncipe germano-español se trajo a su novia adolescente desde Venecia para que habitara en su sueño marbellí: un pueblo de pescadores de 900 personas que Alfonso de Hohenlohe se empeñó en convertir en el epicentro del glamour y el lugar de encuentro de la jet set en la década de los 60.
Al año siguiente de la luna de miel con Alfonso de Hohenlohe nació el primer hijo de la pareja, dos años más tarde el segundo… y el convencimiento de Ira Von Fürstenberg de que la vida de esposa ejemplar y sumisa no iba con ella.
En 1960 dio su matrimonio por finiquitado y se divorció de su príncipe para dejar todo atrás e irse a vivir a Brasil con el que se convertiría en su segundo marido: el playboy Francisco Baby Pignatari, un rico empresario brasileño que podía presumir de fortuna, dormir solo cuatro horas cada noche, pilotar aviones, estrellar coches y lanchas, regalar orquídeas con incrustaciones de perlas y estar enamorado del sonido de su propia voz.
Pero la historia no es tan sencilla en esta vida de novela: la huida de Ira Von Fürstenberg se convirtió en un argumento digno de un drama de televisión. Baby Pignatari se fijó en Ira mientras esquiaba en Cortina D'Ampezzo: ella tenía 20 años, él 45. La seduce y la convence para que se fugue con él a Florencia, pero Alfonso de Hohenlohe se entera de la infidelidad y responde persiguiendo a la pareja.
Finalmente interceptan a Baby en México donde la policía mexicana le detiene por adulterio y lo encarcela durante 36 horas. Ira acabará consiguiendo el divorcio y se casará con el playboy al que considera el hombre de su vida, pero su segundo matrimonio sólo duraría cuatro años… la batalla por conseguir volver a sus hijos duraría mucho más.
Antes de cumplir 25 años la princesa ya había protagonizado dos bodas, dos divorcios y un escándalo internacional en la prensa rosa. Pero decidió aprovechar su libertad y su juventud e invertirla en ella misma: juró no volver a casarse y se centró en hacer lo que le viniera en gana. Los 70 fue la década de la Ira Von Fürstenberg it girl, la mujer que acaparaba portadas en Vogue, posaba para Helmut Newton, intimaba con Lagerfeld, trabajaba para Valentino y Chanel y acudía a las fiestas más selectas de los lugares más selectos del planeta.
Está especialmente orgullosa de haber conseguido debutar en el cine en 1966 y aparecer en todo tipo de películas junto a actores de lo más diverso, desde el intenso Klaus Kinski hasta nuestro Alfredo Landa. Si las dos décadas posteriores a su segundo divorcio fue la eclosión de su popularidad como socialité, el espaldarazo definitivo en las portadas del corazón lo logró en los 80 con su íntima amistad con el príncipe Rainiero de Mónaco. Durante años se rumoreó que era la candidata a suceder a Grace Kelly en el trono monegasco y que ella declarara en Lecturas que sería la encargada de devolverle a Rainiero su juventud no ayudó mucho a acallar las malas lenguas. Pero la realidad es que nada ocurrió: Ira había prometido no volver a pasar por una boda y lo cumplió.
De Rainiero Ira consiguió una hermosa amistad y un buen consejo: que se dedicara al mundo del arte y sacara partido a los objetos que diseñaba y hacía gratis para sus amigos. En eso sigue. Desde los 90 diseña sus propias piezas decorativas que van desde joyeros a crucifijos y centros de mesa y ha expuesto su obra en las principales capitales del mundo: París, Londres, Nueva York, Hon Kong… y por supuesto sigue vendiéndolos a buen precio a todos los royals y millonarios que quieran pagarlos, como hizo con el pequeño frutero de 3.000 euros que Corinna Larsen compró en 2011 y que le regaló al rey Juan Carlos I (y que él incluyó en la escenografía decorativa de su discurso de abdicación).