Solo una imagen empañó el reciente funeral de la reina Isabel II: la de un joven detenido por gritar a Andrés, duque de York, «eres un viejo enfermo» al paso de la comitiva real. El que fuera el hijo favorito de la soberana británica se ha transformado en el mayor problema del reinado de Carlos III, un personaje digno de aparecer como el villano de The Crown.
El papel le vendría como anillo al dedo y no solamente por su escandalosa forma de tapar a golpe de talonario materno el escándalo de su relación con Jeffrey Epstein y los presuntos abusos sexuales de los que ha evitado ser juzgado.
Mucho antes de esa oscura trama de sexo forzoso e infortunadas declaraciones televisivas, Andrés ya acumulaba puntos para convertirse en el malo de la película. El escritor y periodista Nigel Cawthorne, en su obra «El príncipe Andrés: el fin de la monarquía y Epstein» hace un retrato poco halagüeño del duque de York desde su infancia.
El príncipe Andrés, que nació 11 después que el primogénito de la reina Isabel II, fue un niño consentido, que se burlaba de los guardias, maltrataba a sus compañeros de clase y desarrolló un carácter caprichoso. Su propia niñera, Mabel Anderson, le bautizó como «baby grumpling» (algo así como el «bebé enfurruñado») y sus rabietas eran legendarias.
En su vida adulta tuvo un un momento «de gloria» durante los años 80, cuando estaba claro que era «el guapo» de los hermanos Windsor y, para más inri, formó parte de la Marina durante la Guerra de las Malvinas. Pero para entonces ya había desarrollado sus dos obsesiones: el dinero y las mujeres.
Para satisfacer la primera intentaba seducir a cualquiera que se le pusiera por delante, como bien informó la fisioterapeuta Emma Gruenbaum que tuvo que rechazar al príncipe de su cartera de clientes porque no había sesión en la que no intentara abrazarla y hablarle de sexo anal. Sus conquistas pre Sarah Ferguson no tienen desperdicio e incluyen a Koo Stark, una actriz de la que se dijo que había rodado películas eróticas.
Su segunda obsesión, la del dinero, era más difícil de complacer, entre otras cosas porque tenía muy claro que cuando su madre ya no estuviera sería su hermano mayor, el actual rey Carlos III, el que heredaba todo el patrimonio de los Windsor. Por eso intentó quitarle el trono.
Según la última biografía sobre Camilla de Cornualles escrita por Angela Levin, el duque de York conspiró contra su propio hermano para que Carlos III no llegara a reinar. Fuentes palaciegas aseguran que Andrés aprovechó la amistad de Sarah Ferguson con Diana de Gales (y lo dolida que estaba la princesa) para intentar junto a ella un complot palaciego contra Carlos y Camilla.
El objetivo era presionar a la reina para que puenteara a Carlos en la línea de sucesión y llevara al trono a su hijo Guillermo, en aquel momento un niño, y así convertir a Andrés en regente.
No fue la única vez que Andrés intentó hacer valer su ascendente sobre la reina. Expulsado de sus labores para «The Firm» desde 2019 (lo que implica que también dejó de cobrar su sueldo de 280.000 euros a coste del erario público), el experto en la casa real Neil Sean asegura que presionó a la anciana monarca hasta el último día para que le dejara volver a la vida pública. Sus intentos fueron en vano y hoy por hoy su única tarea es cuidar de los corgis de su madre.
Esta semana la noticia es otra. El Daily Mirror ha publicado que el personal de seguridad del príncipe caído en desgracia le tiene tanto miedo que una ocasión una mujer se coló en la residencia real simplemente diciendo que tenía una cita con él.
Nadie se atrevía a preguntarle al duque de York si era cierto que conocía a la mujer (y hasta le pagaron el taxi a la impostora). Entre unas cosas y otras no cabe duda de que Andrés se ha convertido en el villano ideal para las próximas 30 temporadas de The Crown.