Sobredosis de diamantes
Sobredosis de diamantes
Es la gran prueba de fuego de Camilla Parker-Bowles como reina: su primer viaje oficial a un país extranjero, como consorte del rey Carlos III. El viaje tiene una significación máxima, dados los lazos históricos y familiares de ambos países. Recordemos: antes de cambiarse el apellido a Windsor, los miembros de la casa real británica eran Sajonia-Coburgo & Gotha. Es uno de los países favoritos de Carlos, que habla perfecto alemán. Camilla debía estar nerviosísima.
La visita de Camilla y Carlos a Alemania viene precedida de cierta agitación, porque formaba parte de una gira europea que tendría que hacer comenzado en Francia una semana antes y tuvo que suspenderse por las revueltas en contra de la ley de pensiones aprobada por el presidente Enmanuel Macron. ¿Se habría sentido la reina, tan consorte como veterana primeriza, más cómoda en París que en Berlín? Probablemente no: los franceses son más renuentes a lo monárquico que los alemanes.
Lo cierto es que la ciudadanía alemana es más que proclive a tratar con benevolencia e incluso admiración a los representantes de la monarquía británica y, de hecho, Carlos III se ha convertido en el primer rey que se dirige a los diputados del parlamento alemán, el Bundestag, en toda su historia. El dato da la medida de la importancia del viaje de los reyes Carlos y Camilla a Alemania.
Ningún gobierno desplaza a las figuras centrales de su monarquía sin un propósito sustancial. Con su visita a Alemania, Carlos III y Camilla deben restablecer los lazos diplomáticos, políticos y comerciales dañados después del amargo Brexit. Comprensible que Camilla, una reina que ha llegado al trono cuando nadie lo esperaba, esté nerviosa. E insegura.
Camilla Parker-Bowles se casó con Carlos, entonces príncipe de Gales, en 2005, pero siempre bajo la premisa de que no sería nombrada reina consorte. A los dos años, la reina Isabel II le regaló la tiara Greville que había pertenecido a la reina madre y la condecoró con la insignia de la Orden de la Famila Real de Isabel II. Se puede decir que la cantidad de honores que le fue entregando desmentía su aparente propósito de no nombrarla consorte. Como contrapartida, Camilla acompañó a Carlos en infinidad de viajes oficiales.
La aparición de Camilla Parker Bowles con este doble recurso a la tiara en su primera cena de gala en Alemania no nos coge desprevenidas. Ya en su primera cena de Estado como reina en Buckingham Palace quiso sacar el máximo partido al joyero de los Windsor y lució la tiara de zafiros de Jorge VI y un espectacular collar de zafiros a juego. Las imponentes piedras subrayaban la superioridad jerárquica de la reina consorte, obligada a lucir más potencia preciosa que Kate Middleton, la futura reina.
En Alemania la presión, ya lo hemos contado, es otra. Probablemente tiene también que ver con la exigencia que muestra el mismo rey Carlos III, muy consciente de su posición y de su papel institucional. Camilla debe mostrarse como una reina incuestionable, con todas las armas que puedan jugar a su favor. La moda regia la acompaña relativamente, pero las joyas resultan implacables. Nadie puede competir con un joyero real.
La reina consorte Camilla lució, precisamente, la poderosa tiara Greville, confeccionada con diamantes que conforman un panel de abeja de cuatro alturas. Puede ser la tiara más impresionante del joyero Windsor, pero Camilla quiso unirle otra pieza impactante. Se trata de una segunda tiara, la City of London, convertida en gargantilla. Son 56 barras de diamantes ensartadas en seda y decorada con flecos. No se nos olvidan los pendientes, también de diamantes.
Este derroche de joyas no solo delata la inseguridad de la reina Camilla por aparecer como una reina, comprensible ante la importante misión diplomática que tanto depende de que ella también haga un buen papel. También contrasta y realza el protocolo de la Corona española en los viajes a países sin monarquías, una decisión de la reina emérita Sofía que la reina Letizia ha seguido al pie de la letra: no lucir tiara.
En octubre 2022, en el viaje que los reyes Felipe VI y Letizia realizaron a Alemania, la cena de gala con el presidente, Frank-Walter Steinmeier, y la primera dama, Elke Büdenbender, no deslumbró precisamente por el fulgor de los diamantes o las piedras preciosas. Una cortesía de la reina para con la esposa del presidente que compensó con su impresionante vestido rojo de Stella McCartney y pendientes de rubíes. Es cierto que Letizia sí puede utilizar al máximo la alta costura.
Esta igualación cortés que las reinas españolas conceden a las primeras damas republicanas no solo es sumamente elegante, sino que traslada una revaloración del papel diplomático de los monarcas frente a su innegable valor representativo. La monarquía británica, sin embargo, pone por encima de todas las cosas la performación de ella misma en el ejercicio de todas sus señas de identidad. A veces por partida doble, como en esta aparición estelar de Camilla Parker-Bowles no con una tiara. Con dos.