Carlota Casiraghi, la única hija de Carolina de Mónaco y la mujer de Dimitri Rassam , no es princesa, ni falta que le hace, porque los medios de la prensa rosa la siguen considerando la «princesa cooltureta», posa tan regia como su madre en el principesco balcón de Mónaco, ayuda a su tío Alberto II de Mónaco a representar a los Grimaldi en actos oficiales y posee un lugar propio en la línea de sucesión al trono monegasco por si las moscas. Carlota de Mónaco no es princesa, pero lo parece, un efecto milagroso que parecen compartir todas las mujeres que se relacionan con los hijos de Carolina de Mónaco, porque Beatrice Borromeo , la mujer de su hijo Pierre, afirma no creer en la aristocracia pero tiene el porte perfecto para interpretar a una emperatriz rusa, y Tatiana Santo Domingo , la mujer que ha apartado a Andrea Casiraghi de la senda ibicenca, encarna a la perfección el rol de princesa de la bohemia y las ricas herederas.
Pero si algo une a estas tres mujeres es que como su amiga Tatiana Santo Domingo (fue Carlota quien propició este romance con su hermano) y su cuñada Beatrice Borromeo, Charlotte Casiraghi, como la nombran en los medios franceses que la persiguen, ha conseguido, por fin, llevar la vida que siempre buscó, y lo ha logrado en 35 años.
Carlota de Mónaco consiguió terminar sus estudios de filosofía, ha sorteado con sabiduría sus rumores de amores escandalosos y de divorcio, y lleva la vida recogida y anónima que desea… hasta que decide abandonar ese anonimato para convertirse en la imagen de Chanel o representar a su familia paseando por la alfombra roja del Festival de Cannes. Porque aunque no sea princesa (como la mujer de su tío Charlène de Mónaco que sí lo es pero que sufre por ello), Carlota sí lidia con soltura con las obligaciones de la vida monegasca desde que nació.
La chica que estudió en la Sorbona por pura cabezonería para entregarse a la filosofía, reflexionar sobre las grandes cuestiones que asaltan a la humanidad y, de paso, reflexionar sobre las heridas que dejó en su alma perder a su padre de forma terrible y pública cuando apenas era una niña es hoy la única representante de Chanel que puede presumir de haber firmado contrato con la maison para posar al tiempo que organiza encuentros con artistas y personalidades al más alto nivel cultureta en las propias instalaciones de la maison.
Carlota de Mónaco es una madre «pollito» de dos criaturas como lo fue su tía Estefanía y su propia madre, que huyó de todo cuando su marido murió para proteger a sus hijos. La chica que entregaba sus deberes con retraso porque quería que estuvieran perfectos es ahora una mujer que transita con soltura entre su vida de madre y organizadora de eventos relacionados con la filosofía (en 2019 llegó a visitar el Hay Festival español para hablar de su libro de filosofía) a su existencia como niña mimada de las marcas de lujo mundiales. Lo mismo posa con soltura en un gran baile repleto de bling, bling que lee en voz alta a Baudelaire con una camisa de cuadros y las dos cosas le quedan bien.
Atrás quedó cuando se pensaba que iba a ser amazona profesional, cuando se intentó crear polémicas con sus amores, cuando pidió una orden de alejamiento de la prensa rosa mientras salía con el padre de su primer hijo, cuando se comparaba a si misma con Diana de Gales. Aprendió a blindar su vida y para cuando se casó con Dimitri Rassam el secretismo era tal que nadie se enteró de la boda hasta que la oficina de comunicación de la Casa Real de Mónaco publicó dos fotos suyas vestida de blanco.
Carlota Casiraghi ha cumplido 35 años y puede presumir de haberlo conseguido todo o, al menos, todo lo que siempre había querido: una pareja que entiende a la perfección su dolor de huérfana precoz, un estatus que la mantiene por méritos propios, una familia propia a la que dedica todo su cariño y, al mismo tiempo, seguir unida a los suyos y deslumbrando en cada aparición.
20 de enero-18 de febrero
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