En el calendario oficial de los Grimaldi constan varias fechas muy señaladas, aunque la más importante institucionalmente solo es una: el Día Nacional de Mónaco. Es uno de esos escasísimos eventos en los que se reúne toda la familia: los príncipes Alberto y Charlène y sus hijos y las princesas Carolina y Estefanía con sus respectivas descendencias . La foto en el balcón del Palacio Principesco es una vieja tradición de la que ningún royal quiere bajarse. Aunque, por sus palabras, parezca lo contrario.
Es mucho lo que puede constatarse en una simple foto, aunque tenemos aún más información gracias a las entrevistas que este año han ido concediendo miembros clave de la familia Grimaldi. No debemos dejar pasar las varias apariciones en la prensa (siempre en la revista francesa Paris Match) que han realizado Alberto y Charlène de Mónaco , hablando además de su vida familiar y de sus hijos. Evidentemente, existe un esfuerzo por reconquistar el favor popular.
Las campañas de Charlène reconquistar el foco de interés en el Principado subrayan lo que es evidente desde hace décadas: el papel de primera dama en la sombra que ocupa Carolina de Mónaco, dueña y señora de una pátina de glamour heredado inalcanzable para la ex nadadora olímpica. Cuando Carolina entra en escena , los focos se dirigen inevitablemente a su persona. Posee la elegancia, sí, pero también el aura de una tragedia que los ciudadanos tienen muy en mente.
La biografía trágica de Carolina Grimaldi la pone dos pasos por delante de Charlène, más que su doble título de princesa de Mónaco y de la muy principal casa Hannover o su proverbial elegancia, militante desde hace décadas en Chanel. Ni siquiera puede la actual primera dama postularse como su heredera, pues las dos hijas de Carolina no ceden ni un centímetro de su espacio en cada aparición oficial o foto de familia. En el Día Nacional de Mónaco ambas, Carlota Casiraghi y Alexandra de Hannover, acompañan a su madre año tras año.
Charlène no es la única Grimaldi que durante este año ha concedido entrevistas que han dado mucho que hablar. De hecho, Carlota Casiraghi, la heredera de Carolina de Mónaco como su hija primera, ha hecho lo propio para impulsar su figura pública. Hasta la fecha, Carlota ejercía de clon de su madre en casi todo: historia sentimental agitada, elegancia abonada a un contrato con Chanel y el misterio que siempre facilita guardar silencio. Ella ha sido, hasta hace nada, el relevo del legado de Grace Kelly.
En el Día Nacional de Mónaco de 2024 cabe empezar a dudar de este derecho sucesorio de Carlota sobre el papel de primera dama sentimental del Principado. Y no solo porque su hermana pequeña, Alexandra de Hannover, aparezca cada vez más y mejor preparada para hacerle la competencia. En realidad, a nadie se le ocurriría poner en cuestión dicha herencia si la misma Casiraghi no hablara constantemente de romper con el papel. Lo ha hecho, insistentemente, en sus últimas entrevistas.
No podemos pensar que a Carolina de Mónaco le hayan hecho demasiada gracia las declaraciones recientes de su hija Carlota Casiraghi, declaradamente contraria a las tareas de representación que hereda de su madre. «Siempre trato de desvincularme de este estatus de 'realeza'», declaró al diario británica The Telegraph. Y añadió: «No me gusta mucho esta 'representación oficial', aunque lo hago si hay un propósito o si es importante para mi familia. Pero esto genera presión, la gente te juzga y espera mucho de ti cuando tienes un estatus oficial. Prefiero ser libre».
La revista alemana Bunte publicó que, a raíz de estas declaraciones, la relación entre Carolina de Mónaco y Carlota Casiraghi se había enfriado. No veremos muestra de este enfado en el balcón del Palacio Principesco en el Día Nacional de Mónaco, pero la evidencia de que su hija mayor no agradece sus privilegios, sino que rechaza sus inconvenientes es innegable. Mientras, su hija pequeña, Alexandra de Hannover, parece entender su posición muchísimo mejor. Aunque su juvenil biografía no posea aún drama sentimental ni armario cien por cien Chanel de su hermana.
El silencio favorece a Alexandra de Hanover, cada vez más admirada y buscada por las portadas. Su noviazgo con Ben Sylvester Strautmann no parece agrietarse y amenaza compromiso. Acaba de graduarse en la Universidad de Columbiay termina un posgrado en literatura. Y, además, mantiene un perfil público en Instagram de lo más refrescante. Puede que no sea esa princesa que anime las portadas con los típicos dramas monegascos, pero quizá ese tipo de protagonismo tenga que pasar a la historia.
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