Tragedias, divorcios, infidelidades, peleas y reconciliaciones: así ha sido la extraña y complicada relación de Carolina de Mónaco y su hermana Estefanía (que cumple hoy 57 años)

57 años (los mismos que cumple el 1 de febrero la princesa Estefanía ) han sido necesarios para ver a las hijas del príncipe Rainiero y Grace Kelly, las princesas Carolina de Hannover y Estefanía de Mónaco, unidas en un frente común. Casi opuestas en todo, desde la estética a sus intereses, durante décadas ambas mujeres fueron mostradas al mundo por la prensa rosa como dos hermanas enfrentadas, una imagen que parece que, por fin, ha caducado.

Aunque algo de esa tensión que todo el mundo esperaba morbosamente que se confirmara en los medios debía de ser cierta si prestamos atención a ciertas señales del currículum familiar de la familia monegasca. Por ejemplo, mientras Carolina confesaba en alguna ocasión lo solitaria y triste que fue su infancia y lo distantes que eran sus padres el relato de Estefanía ha sido siempre el contrario: de hecho afirma que en su casa comer en familia era tradición, algo que Carolina afirma que no sucedió hasta que fueron mayores.

Pero fue la gran tragedia de los herederos Grimaldi, la muerte prematura de su madre Grace Kelly, lo que marcó el principio del fin de la relación entre las dos hermanas y marcó la relación entre Carolina y Estefanía durante buena parte de su vida adulta. Si antes del terrible accidente automovilístico Carolina tenía claro que la benjamina de la familia era la favorita de Rainiero y del príncipe Alberto, el deseo de proteger a Estefanía de los rumores que la convertían en la responsable de la muerte de su madre hicieron que los hombres de la familia se volcaran aún más en ella.

Desafortunadamente a Carolina le esperaba un papel bastante más desagradable. Con la muerte de su madre tuvo que hacer frente al luto y el duelo casi en solitario y convertirse en el soporte de su padre y su hermano. Con la muerte de Grace Kelly Estefanía dijo adiós prematuramente a su etapa de estudiante y comenzó una vida que le valió para siempre el calificativo de «princesa rebelde» que ahora detesta. Una situación contraria a la que vivió Carolina, que quedó atrapada en el papel de primera dama del principado y dejó atrás para siempre sus años de musa de las discotecas y locales nocturnos parisinos.

Mientras Estefanía coleccionaba amantes, echaba pestes de las princesas «bling bling» y recorría el mundo en su aventura como cantante, Carolina de Mónaco debía hacer frente a todas las limitaciones que el protocolo monegasco le imponía, una discordancia que acabó provocando fricciones entre ambas. La falta de sintonía entre hermanas resultó evidente especialmente en la boda de Carolina de Mónaco con Stefano Casiraghi a la que Estefanía no acudió.

Pero a ese periodo «negro» de su relación le ha sucedido con los años otro mucho más fraternal. Los desengaños amorosos de Estefanía y la «vuelta al redil» de la princesa (tras su etapa circense) acercaron posturas entre ambas. Curiosamente ambas hermanas han seguido una trayectoria sentimental parecida: tras unas primeras relaciones «escandalosas», llegó el matrimonio y después el divorcio (la separación en el caso de Carolina) y el silencio amoroso absoluto. Ninguna de las dos ha vuelto a tener pareja conocida desde que se despidieron de sus últimos maridos.

Pero si hay algo que de verdad las ha unido es la maternidad. Ambas han sido definidas por sus vástagos como auténticas «mamá pollito» y les gusta ejercer de tías de sus sobrinos. El pasado año ha sido evidente el mimo con el que ambas vigilan y cuidan a Jacques y Gabriella, los hijos del príncipe Alberto y Charlène, un cariño que han hecho extensivo a los hijos de ambas. ¿Han conseguido hacer las paces las hermanas de Alberto de Mónaco?