Meghan Markle , la princesa Charlène de Mónaco … los ejemplos de mujeres no royal pasándolo mal en su intento de emparentar con una dinastías de reyes y reinas dan para buenas historias en series de Netflix, libros de memorias y portadas del corazón, pero cuando los que no se adaptan al ritmo de vida royal son ellos, es raro que los linchen en los medios más amarillistas… hasta que llegó Christopher O'Neill . El marido/consorte de la princesa Magdalena de Suecia que por no querer emparentar con la familia reinante de Suecia no aceptó ni el título de príncipe está a punto de convertirse en el malo de película para buena parte de la prensa de Suecia, y la última visita de la hermana de Victoria de Suecia a su país y una buena prueba de ello.
Los orígenes de Christopher O'Neill no son nada palaciegos pero distan mucho de ser humildes. Chris O'Neill es el único hijo de la pareja formada por Paul O'Neill (banquero especializado en fondos de inversiones) y Eva Walter (filántropa). El joven Chris se crió entre Londres, Suiza, Boston y Nueva York y en contacto estrecho con sus cinco hermanastras. Siguiendo los pasos de su padre Christopher acabó estudiando en Columbia y especializándose en inversiones y administración de empresas.
Cuando conoció a la princesa Magdalena ella huía de un fracaso amoroso ultrasonado y aspiraba a llevar una vida anónima en Nueva York. Unos amigos comunes les presentaron y de ahí surgió una amistad que se acabaría convirtiendo en una peli romántica de sobremesa, se enamoraron.
Desde que se casaron en 2013, Christopher O'Neill aparece solo tres veces al año por Estocolmo. /
Todo iba viento en popa hasta que un turista reconoció a la princesa, les hizo unas fotos mientras cenaban y se hacían arrumacos y las vendió a un diario sueco. Era el año 2011 y la noticia de que la princesa Magdalena de Suecia había superado la infidelidad de su prometido Jonas Bergstrom con un fornido norteamericana recorrió el globo. Lo que vino a continuación no gustó a Christopher O'Neill.
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Con los medios sobre la pista no quedó más remedio que oficializar la relación, cosa que hicieron acudiendo como al bautizo de la princesa Estelle, la primogénita de la princesa Victoria de Suecia… aunque no apareció en ninguna de las fotos del evento en sí. Y con esa misma invisibilidad transcurrió otro año, hasta que llegó el anuncio del compromiso de boda en 2012 y la boda misma en 2013… en la que los novios se negaron a retransmitir por televisión el salseo: la recepción de la boda.
Christopher O'Neill tampoco permitió a su suegro que le convirtiera en alteza real, prefería seguir c onservando su doble ciudadanía británica y estadounidense y seguir dedicándose a sus negocios. Ni que decir tiene que la pareja se instaló en Estados Unidos, lejos de todo y de todos.
El primero de sus hijos, la princesa Leonore, nació en Nueva York. Pero para el nacimiento de los dos siguientes la madre de las criaturas se puso firme y consiguió dar a la luz en las dos ocasiones en Estocolmo cerca de su familia (a pesar de que en el nacimiento del último de ellos la familia residía en Londres). En cuanto nacieron los niños y se bautizaron en la capilla de palacio, Chris O'Neill montó su empresa en Florida. Nueva mudanza, esta vez, la definitiva.
Desde que se instalaron en Florida, las apariciones del consorte de la princesa son escasas. El acuerdo de mínimos es que apareciera por Estocolmo, al menos, en tres ocasiones al año: el Día Nacional de Suecia (el 6 de junio), los festejos por el cumpleaños de la Princesa Heredera Victoria (el 14 de julio) y a la Gala del Premio Nobel (en diciembre).
Pero siempre que puede (y sus negocios se lo permiten) el hombre que confesó en la única entrevista que ha concedido que casarse con la princesa le había complicado la vida (pero que está loco por ella) se escapa de la foto oficial. Por no salir no sale ni en las fotos de Instagram de su mujer. O como este verano, que tras año y medio sin pisar Suecia por culpa de la pandemia se descubrió en el mes de julio que llevaba en el país de la princesa Magdalena desde junio. Ni la princesa Charlène es capaz de desvanecerse en el aire tan bien como él.