Está considerada la urbanización privada más exclusiva y selecta de Europa. Ubicada en el límite entre las provincias de Cádiz y Málaga, la exclusividad y la discreción definen su estilo de vida. De los duques de Alba a los herederos de Francia, los grandes apellidos españoles la escogieron desde mediados de los años sesenta para pasar las vacaciones, en un ambiente selecto, pero familiar, donde todos se conocían.
Hoy, a esa restringida nómina se han unido miembros de la casa real de Brunei, oligarcas rusos, modelos, periodistas de éxito, como Ana Rosa Quintana , o empresarios y políticos. También ha veraneado aquí varios años Sarah Ferguson con sus hijas.
Pero las reglas de Sotogrande han permanecido intactas: las casas y los apartamentos de nueva construcción siguen definiéndose por su calidad y la vida social se sigue haciendo de puertas para adentro. Aquí no cotizan ni las fiestas ni la ostentación del dorado «Marbella».
El origen de Sotogrande está ligado al empresario Alfredo Melián Zóbel, padre de las interioristas Sylvia y Victoria Melián, fallecida está última en 2021. En 1962, recibió el encargo de buscar un enclave privilegiado para construir una urbanización de lujo en España. El responsable fue su primo, Joseph McMicking, exmilitar y gran empresario de origen filipino, dueño de la compañía Ayala Corporation.
Melián se recorrió la costa en moto buscando posibles terrenos, hasta que finalmente encontró lo que buscaba: un rincón de San Roque bañado por el Mediterráneo, a tan solo quince minutos de Gibraltar, con acceso a la costa y al río Guadiaro, situado entre Málaga y Cádiz, cerca del aeropuerto internacional y con un clima y un entorno natural paradisíacos. Desde sus costas se puede divisar Gibraltar y, en los días más claros, las costas de Marruecos.
Las tierras vírgenes localizadas por Melián Zóbel formaban la finca Paniagua, junto con otros cortijos, como el de Sotogrande, que dio nombre al lugar, o el de Valderrama, que en su día pertenecieron a la Casa de Medina Sidonia y a las familias Larios y March. Tenían una superficie de más de 1.300 hectáreas y 17 kilómetros de litoral. El empresario y dos de sus sobrinos, Jaime y Enrique Zóbel, vieron en la finca Paniagua el lugar idóneo para hacer realidad su proyecto.
El complejo residencial cumple 60 años. Aunque en 1962, los extranjeros no podían comprar terrenos en España, a McMicking no le pusieron ningún impedimento y Franco le apoyó definiendo la urbanización como Centro de Interés Turístico Nacional.
Los propietarios de la primera urbanización fueron siempre una gran familia de prominentes empresarios filipinos, belgas, austriacos y franceses e importantes familias españolas como los Vallejo-Nájera, los Álvarez Guerra, los G arrigues Walker o los Benjumea, entre otras. Todos buscaban, sobre todo, el anonimato. El núcleo original lo formaban unas 50 mansiones y la contraseña para penetrar en él eran el linaje y el título.
Los herederos siguieron la costumbre familiar y fueron conformando la 'tribu' de Sotogrande que, con los años, se mezcló con otras fortunas como los Botín, los Entrecanales, los Alcocer, los Mora Figueroa o los Villar Mir. Sotogrande no fue concebido para la juerga nocturna, ni los excesos. Sus veraneantes se levantan pronto, incluso en vacaciones, para encaminarse al campo de golf o a la pista de pádel. Las celebraciones se hacen fuera de foco. Una tradición son las hogueras en la playa.
Hoy, por la Marina de su puerto deportivo, el primero del Mediterráneo, coinciden el duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, y sus hijos Carlos y Fernando con sus respectivas esposas, Sofía Palazuelo y Belén Corsini, con los que sale a navegar en su velero el «Ayax III»; los duques de Feria, Rafael Medina y Laura Vecino ; el torero El Juli y su esposa Rosario Domecq; la interiorista Belén Domecq, la diseñadora Inés Domecq, marquesa de Almenara, la joyera Casilda Finat, vizcondesa de Rías, o la pintora Bárbara Pan de Soraluce.
No hay demasiadas tiendas, pero sí selectas. Firmas internacionales de solera, como la del diseñador Jan Taminiau o la clásica heladería florentina Badiani, han abierto aquí sus puertas, junto a galerías de arte, tiendas de diseño y afamados restaurantes, entre decenas de canales en los que descansan más de 1.300 embarcaciones, distribuidas en nueve pantalanes. Entre los veleros y yates de lujo se alza El Real Club Marítimo de Sotogrande, que ha sido sede de la Copa de España en nivel crucero en 10 ocasiones.
Las fiestas privadas también han dado paso a las cenas en los restaurantes y los chiringuitos más chic. Por ejemplo, en la Playa de los Catamaranes, donde se encuentra el chiringuito Gigi´s Beach, o en los dos afamados «beach clubs»: el clásico El Octógono y el Trocadero Sotogrande, heredero del antiguo Cucurucho Club, una leyenda en la zona. En primerísima línea de playa, se puede descansar en unas lujosas hamacas, bañarse en sus piscinas, comer o degustar un cóctel. Por las tardes pinchan los mejores DJ.
Pero si hay algo que define a Sotogrande y su vida social es el polo. Alberga la primera cancha de este deporte que se construyó en España, en 1965. El Santa María Polo Club se ha convertido en uno de los clubes más importantes del mundo y en sus canchas se han celebrado hasta 48 ediciones del Torneo Internacional de Sotogrande. Un evento anual –de los 25 que hay al año–que es ya toda una tradición de las tardes de verano.
El ambiente es familiar y relajado. Nada de etiqueta británica y se anima gracias al mercadillo que se celebra junto a la cancha, formado por puestos de toldos a rayas, donde se pueden encontrar algunas de las marcas made in Spain más chic del momento. Luis Alfonso de Borbón exhibe todos los años sus habilidades como polista en el Santa María Polo Club, junto a Fernando Primo de Rivera, Yago Espinosa de los Monteros, Daniel Entrecanales y Pascual Sáinz de Vicuña.
El otro deporte clásico de Sotogrande es el golf. Acoge hasta nueve campos diferentes. Y entre ellos, el Valderrama Club de Golf , que ostenta, desde 1988, el título de mejor campo de Europa. En 1997, fue el primer club de Europa continental que acogía la Ryder Cup, en la que participaba por primera vez un jovencísimo Tiger Woods.
20 de enero-18 de febrero
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