Una cruzada de las prisiones

La hermana del millonario duque de Westminster desvela secretos de su infancia: bullying, drogas y un encuentro decisivo

Su familia posee la mitad del barrio más pijo de Londres y la princesa Diana fue su madrina, pero Lady Edwina Grosvenor ha preferido ser adalid de la mejora del sistema penitenciario inglés.

Lady Edwina Grosvenor en la boda de su hermano, el duque de Westminster. / gtres

Jorge C. Parcero
Jorge C. Parcero

La reciente boda del duque de Westminster con Olivia Henson ha puesto de nuevo el foco sobre una aristocrática familia que posee tantas riquezas como poderosas conexiones. Aunque el poseedor del título, Hugh Grosvenor, es su representante más destacado, su hermana Lady Edwina Grosvenor comienza a ganar atención mediática por motivos más nobles. Al igual que hace la abogada Kim Kardashian en Estados Unidos, ella lucha también por la reforma del sistema penitenciario en su país.

Esta admirable tarea poco tiene que ver con sus privilegiados orígenes. La princesa Diana fue su madrina y su padre fue a su vez padrino del príncipe Guillermo. Creció en una enorme finca en Cheshire con sus hermanas, Lady Tamara y Lady Viola, y su hermano, Hugh, que heredó la mayor parte de la fortuna de 10.000 millones de euros junto con el título cuando murió su padre. Además de tener vínculos con la familia real británica, desciende por vía materna de la familia imperial rusa de los Romanov y del escritor Alexander Pushkin.

El encuentro que cambió la vida de Lady Grosvenor

Pero la experiencia que más marcó la juventud de Lady Edwina Grosvenor ocurrió cuando tenía doce años y pasó una hora con dos heroinómanos en un centro de rehabilitación de Liverpool. Su padre, sexto duque de Westminster y uno de los hombres más ricos de Gran Bretaña, quería educar a sus hijos sobre los peligros del consumo de drogas y mostrarles que no todo el mundo tenía su existencia privilegiada.

«Fue muy impactante», asegura en una entrevista con 'The Times'. « Crecí comprendiendo por qué la gente se droga. No estaban en la posición en la que estaban porque llevaran su mejor vida. Habían tenido vidas difíciles. Intentaban medicarse y olvidar el trauma que habían sufrido. Nunca lo vi como algo glamuroso o algo para hacer de forma recreativa, porque mis padres habían llegado allí antes que yo».

Una cruzada en pos de la mejora de las cárceles

Aquella visita a la clínica de Hope Street fue, dice, transformadora. Se sintió fascinada por lo que ella llama «la gente oculta de la sociedad» y adquirió empatía por quienes no habían nacido con sus ventajas. Aunque ella no considera que fuera una niña consentida. Sus padres eran duques, pero ella y sus hermanos «nunca vivieron en una burbuja, a pesar de lo que la gente pueda pensar». Iban a un colegio pequeño, donde sus compañeros les hacían bullying por culpa de sus títulos. Incluso una vez, un profesor le preguntó cuánto pagaría su padre como rescate si la secuestraban.

Hugh Grosvenor, duque de Westminster, junto a su madre Natalia. / GETTY

De adolescente, trabajó como voluntaria para una organización benéfica que ayudaba a familias con problemas. Después del instituto, pasó un año sabático trabajando en una cárcel de Katmandú antes de estudiar Sociología y Criminología en la uiversidad. Su primer empleo fue como trabajadora de apoyo en una cárcel de mujeres de Manchester, apodada 'la casa de las cuchilladas' por el alto índice de autolesiones.

Se considera a sí misma una cruzada de las prisiones y todos los años hace generosas donaciones a causas relacionadas con la justicia penal con cargo a su propio fondo fiduciario. Su marido, el historiador televisivo Dan Snow, padre de sus tres hijos, está orgulloso de su trabajo, incluso cuando supone irse sin apenas aviso a inspeccionar prisiones de Noruega, Sudáfrica o Sri Lanka.

Su máximo orgullo ha sido la creación en Southampton de un centro pionero destinado a mantener alejadas de la cárcel a las mujeres del sistema de justicia penal. Se llama Hope Street, en referencia a la clínica de adicciones que Lady Edwina visitó de niña, y fue inaugurado el año pasado por la princesa de Gales como alternativa comunitaria a la cárcel. Las mujeres en prisión preventiva, en riesgo de violencia doméstica o sin hogar, pueden ser derivadas a esta unidad en lugar de ser enviadas a prisión, lo que les permite permanecer con sus hijos y acceder a la terapia que necesitan.

«No es una obligación, es una oportunidad»

Su familia posee numerosas propiedades en los exclusivos barrios londinenses de Mayfair y Belgravia, así como fincas en Escocia y España, incluida la mayor finca de caza de Europa, en Ciudad Real. «Me paso la vida entrando y saliendo de lugares de Londres, ya sea la sede de Grosvenor o grandes bufetes de abogados. Entras y todo es bonito y encantador. A lo largo de mi vida, me he preguntado por qué la gente que trabaja en primera línea haciendo los trabajos más duros tiene que trabajar en los lugares más mugrientos, con goteras y luces o calefacciones que no funcionan y a veces incluso ratas«, razona la aristócrata.

Lady Edwina Grosvenor junto a su marido. / gtres

La muerte de su padre en 2016 le impulsó a convertir esa idea en realidad. «Me hizo pensar y replantearme mi vida y lo que estaba haciendo«, dice al diario británico. »Y luego, yendo de un lado para otro como un pato con una sola pata, con sucesivos gobiernos diciendo todos lo mismo, me frustré. Decidí que tenía que construir este lugar porque, si no lo hacía, iba a tener la misma conversación hasta los 110 años«.

Para ello puso algo de su propio dinero y atrajo donaciones, pero insiste en que Hope Street no es una solución a largo plazo, sobre todo si el programa va a extenderse a otras zonas. «Construir y gestionar parte del sistema judicial británico no es una tarea para filántropos, fideicomisos y fundaciones», afirma. Sus hijos la visitan a menudo allí, ya que quiere «que formen parte de ello y crezcan entendiendo la sociedad en su conjunto, no solo una pequeña parte de ella».

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