Un regalo cutre
Un regalo cutre
Hace unos días, han aparecido unas joyas que pertenecieron a la reina Fabiola, fallecida hace casi una década. Se trata de un conjunto que le regaló el rey Hassan de Marruecos, padre de actual monarca, Mohamed VI. El conjunto, compuesto por un collar, de gran tamaño, pendientes y un anillo, ha salido a la venta por 85.000 euros.
La «parure» es un diseño de Chaumet, de la colección Pierres d'Or y está inspirada en los escudos de armas de las fachadas parisinas. Poco a poco se van identificando algunas de las piezas del joyero de la reina Fabiola que llevaban tiempo sin aparecer. Fabiola tenía una gran colección de joyas que, en parte, ha sido subastada, y, en parte, heredaron la reina Matilde y la princesa Elisabeth de Bélgica y sus sobrinas Astrid de Bélgica y Margarita de Liechtenstein, además de su familia española.
Pero si hay una joya especialmente curiosa de su joyero esa fue la tiara ducal que le regaló Francisco Franco por su boda, y que parece que está hoy en manos de Elizabeth de Bélgica, la futura reina de los belgas, quizá porque Matilde no la ha lucido nunca. Se trata de una diadema de brillantes rematada por siete florones cuyo centro se puede sustituir por esmeraldas o rubíes.
Parece que perteneció a la casa de Medinaceli y que fue adquirida por el Estado Español por sugerencia de Carmen Polo, esposa de Franco, como regalo para la futura novia. Carmen Polo acudió acompañada de su hija, la marquesa de Villaverde, y el ministro de Asuntos Exteriores al palacete familiar de los Mora y Aragón, para entregar el presente a Fabiola.
La reina de los belgas la lució por primera vez en la gala previa a su boda, celebrada en Bruselas, en el palacio de Laeken, el 14 de diciembre de 1960. Fabiola la llevó en numerosas ocasiones. Desde el primer momento, fue una de sus joyas más queridas, al tratarse de un regalo del Gobierno español. Pero, poco después de la boda, empezó a correr el rumor de que algunas de las piedras de la tiara eran falsas, según confirmaron los joyeros de palacio. La razón que circulaba era verdaderamente exótica.
Al parecer, la tiara estuvo, durante muchos años, depositada en un convento como adorno de una escultura de la virgen. Las monjas fueron vendiendo las piedras para poder sobrevivir a los duros tiempos de la posguerra, y las sustituían por piezas de cristal. El Gobierno español adquirió dos juegos de esmeraldas y rubíes y cambio las piedras falsas por unas verdaderas, talladas para la ocasión por la joyería Carrera. Muchos se preguntaron cómo había sido posible aquella adquisición, teniendo en cuenta, además, que doña Carmen era una gran experta (y amante) de las joyas.
Fabiola también lució los florones por separado, componiendo una nueva diadema, y montados como gargantilla. Su esposo Balduino le regaló, años después, un juego de siete aguamarinas para encajarlas en el centro de los florones. Fue esta combinación la que usó más a menudo la Reina, especialmente tras la muerte del rey en 1993.
Fue también la joya elegida para la cena de gala, celebrada en el Palacio Real de Madrid, en 1978, durante la visita oficial de Balduino y Fabiola a Madrid, invitados por don Juan Carlos y doña Sofía. Aunque lleva muchos años guardada, es posible que tarde todavía algunos más en adornar la cabeza de la princesa Elizabeth, por su tamaño y su importancia.