Prisionera en palacio

Por qué Balduino y Fabiola de Bélgica no soportaban a su cuñada, Paola de Lieja (y la encerraron en el palacio de Belvedere)

La princesa Paola cayó como una bomba en la corte gris del rey Balduino y la reina Fabiola, que veían en ella a una joven frívola y escandalosa imposible de manejar.

Paola de Bélgica junto a su marido Alberto en los años 70. / GETTY

Silvia Vivas
Silvia Vivas

Icono de estilo, con una mirada tímida, marido públicamente infiel y una familia política en contra, hay quien afirma que la reina Paola de Bélgica es el antecedente directo de la desgraciada Lady Di británica. Pero en el caso de la italiana la «tortura sentimental» no llegó únicamente por parte de las amantes de su marido, sino también por el desagrado y control que ejercían sobre ella sus cuñados, el rey Balduino y la reina Fabiola .

Y eso que el asunto empezó con buen pie. Cuando el príncipe Alberto de Lieja anunció su boda con una jovencísima princesa italiana, Paola Ruffo di Calabria, el rey Balduino calificó a su futura cuñada como «el regalo más hermoso que Italia haya hecho jamás a Bélgica».

Nacida en la Toscana el 11 de septiembre de 1937, séptima hija de un príncipe italiano y una condesa, la joven Paola que conoció en el Vaticano al apuesto príncipe belga tenía pocos intereses en aquel momento aparte de la moda, las fiestas de la alta sociedad, la música y el cine.

La reina Fabiola junto a la princesa Paola en el funeral de Balduino de Bélgica. / getty

Pero Cupido hizo de las suyas y Paola y Alberto se enamoraron comiendo espaguetis. Por arte de magia, y porque el idilio saltó a la prensa europea, la princesa más hermosa y chic de Europa, la pionera en cortarse el pelo, ir a playa en bikini y llevar falda bastante por encima de la rodilla, acabó viviendo en la corte del rey «más triste del mundo», que es como apodaban a Balduino.

Paola llegó a Bélgica como un soplo de aire fresco y durante una breve luna de miel su país de adopción vivió inmersa en la «Paolamanía» y le concedieron el apodo de «Princesa Zonnestraal» (algo así como princesa rayo de sol). Pero con la admiración llegó la atención y con la atención los paparazzis y las críticas al comportamiento de la veinteañera royal que consiguió que el rey Balduino y la reina Fabiola de Mora y Aragón retiraran el apoyo que concedieron en un inicio a su cuñada.

Cómo se ganó la princesa Paola el desagrado del rey Balduino

Alberto y Paola, príncipes de Lieja , eran todo lo contrario al rey y la reina de Bélgica, Balduino y Fabiola. Si a unos les gustaba dejarse ver en fiestas, pistas de ski y clubs náuticos rodeados de lujo y gente guapa, otros vivían una existencia de recogimiento y bastante gris, no en vano el rey se casó tarde y barajó en su juventud ordenarse sacerdote, y Fabiola, por su parte, también estuvo a punto de tomar los hábitos.

El contraste entre Fabiola y su cuñada era aún más hiriente. La italiana era una belleza vestida por los mejores diseñadores, mientras Fabiola se operó la nariz antes de su boda en el único acto de frivolidad que se permitió en su vida y, qué duda cabe, sin llegar a acercarse ni de lejos a la imagen de la hermosa italiana.

La belleza, por supuesto, no era lo único que distanciaba a los reyes de la princesa Paola: la consideran frívola, escandalosa y, lo más doloroso para Fabiola, una madre terrible. En tres años de matrimonio Paola dio a luz a tres hijos, una hazaña que jamás estuvo al alcance de la pareja real que murió sin descendencia. Pero lo peor era ver cómo, a su juicio, Paola desatendía a sus vástagos a pesar que de si había alguien en la pareja formada por los príncipes de Lieja que se interesara en algún momento por los tres pequeños esa era Paola, que por lo menos les buscaba casas de acogida, valga la redundancia, acogedoras.

La reina Fabiola junto a la princesa Paola de Bélgica. / / getty

Aún así la familia que formaron Paola y Alberto era un completo desastre casi desde el principio, tanto que uno de los tutores del menor de los hijos de Paola, el príncipe Lauren, confesó al rey Balduino «Las cosas no van bien en esta familia, porque no es una familia», a lo que el rey contestó: «lo que ves ahora es un milagro comparado con el pasado».

El pasado al que hacía referencia el rey estaba lleno de escándalos amorosos y fotos reveladoras que eran un completo atentado contra la hasta entonces muy conservadora familia real belga. A las fotos de Paola en brazos de otro hombre que no era ni mucho menos su marido se añadían semana a semana rumores e historias cada vez más escandalosas.

La gota que colmó el vaso tuvo lugar en 1963. A mediados de mayo la princesa, embarazada de su tercer hijo, y su chófer, tienen un accidente de coche en la localidad de Maubeuge, cerca de la frontera con Francia. La corte guarda silencio y sólo se filtra que la princesa volvía de hacer unas compras en París. Pero diarios como el Provinciale Zeeuwse Courant no se cree esa versión de los hechos. Los rumores se disparan. ¿Pasó la noche con un amante en la capital francesa y fue recogida por su chófer por la mañana? Balduino decide tomar cartas en el asunto.

Cómo Balduino y Fabiola le amargaron la vida a Paola

Desde bien pronto le quedó claro a la princesa Paola de Bélgica que ni tenía madera para estar en la corte ni su matrimonio iba a buen puerto. En apenas unos años su marido consiguió que su único deseo fuera divorciarse de él y abandonarlo dejando atrás Bruselas y estableciéndose en Italia con sus tres hijos. Pero Balduino y Fabiola frustraron sus planes.

Hasta en dos ocasiones Paola tuvo preparados los papeles del divorcio, con notario incluido, el mismo número de veces que el rey Balduino intervino oponiéndose a esa separación. La primera ocasión fue diez años después de la boda que la convirtió en la «princesa rayo de sol», en 1969. La segunda en 1977, cuando hasta el rey Balduino tenía claro que lo su cuñada y su hermano no iba a ninguna parte.

Aún así, las condiciones que el rey impuso a Alberto y Paola para que se pudieran separar eran tan draconianas, que ambos renunciaron a la idea. Si firmaba el divorcio, el príncipe Alberto renunciaba a heredar el trono, decía adiós a su estatus y títulos, y si, además, se casaba con su amante, Sybille de Selys Longchamps, tendría que abandonar el país. Paola, por su parte, perdería a sus tres hijos que quedarían al cuidado de la corona en Bélgica.

Para Fabiola y Balduino la felicidad de la italiana no era una prioridad, más bien su prioridad era que ésta dejará de acaparar la atención, para bien y para mal, y durante casi dos décadas lo lograron. Desde la última intentona de divorcio y hasta 1980, Paola desapareció de la vida pública y apenas acudía a un par de eventos reales al año.

Comenzó su destierro en Laeken, donde el personal que la atendía la llamaba la cautiva de Belvedere, el castillo que, en una última muestra de rebeldía, dividió por la mitad para no cruzarse ni por casualidad con su marido. Allí permaneció, amargada, durante años dedicándose en cuerpo y alma a la jardinería y sin saber, que el propio rey Balduino había pedido que se espiaran sus llamadas telefónicas. Poco podía imaginar el rey que en 1993 esa mujer, que tras 34 años en el país aún no hablaba neerlandés y había pasado dos décadas odiando a su hermano, acabaría convertida en reina de los belgas.

20 de enero-18 de febrero

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