enamorada o vengativa
enamorada o vengativa
Quién iba a decir que el caballero de la triste figura se encarnaría, en pleno siglo XXI, en una infanta de España. Nos referimos a Cristina de Borbón, cada vez más quijotesca en su aferrarse a un matrimonio que ya no existe, acaso llevada por cierta ilusión de recuperar lo que fue junto a Iñaki Urdangarin. A falta de un testimonio cierto sobre su estado de ánimo sentimental, esta explicación romántica a su insistencia en aferrarse a su anillo de casada es mejor que la alternativa: que la mueva una cruda venganza.
Lo que en principio debían ser los últimos días de casada de la infanta Cristina se han convertido, contra todo pronóstico, en un nuevo alargamiento de su disolución matrimonial. Algo sorprendente, pues las noticias que se filtraban aquí y allá aseguraban que el acuerdo económico se había pactado y los flecos restantes se cifraban en prácticamente una firma. ¿Qué ha pasado?
La escritora y periodista Pilar Eyre, con buenas fuentes en todo lo que se refiere a la infanta Cristina, aseguró esta misma semana que la hija pequeña de los reyes eméritos se niega a firmar el divorcio y cifra en la pequeña cantidad de dinero que en la actualidad pasa a su ex y en sus hijos el vínculo que podría ayudarle a recuperar el amor que un día fue.
La otra cara de la moneda de esta sorprendente negativa a firmar el divorcio no conduce a la lástima, sino al miedo. Eyre sostiene que lo que explica la negativa de Cristina de Borbón a disolver su matrimonio es su afán por evitar que Iñaki Urdangarin oficialice en un juzgado su relación con Ainhoa Armentia. Dicho de otra manera: bloquear la posibilidad de que el ex duque de Palma reformule su vida en familia.
Puede que ambas versiones de esta tragedia puedan reconciliarse y todas las trabas al divorcio que pone la infanta Cristina se expliquen en esa bola de amor y odio que dispara cualquier separación. Desafortunadamente, Urdangarin y la infanta han llevado su guerra a un territorio distinto al de las palabras, aunque desde ambos frentes se filtra lo que más conviene en cada momento. Si Cristina batalla simbólicamente a través de su anillo, Urdangarin se aferra a su chándal.
En su vuelta al trabajo tras los fastos por la jura de la Constitución de Leonor, su 18 cumpleaños y el 85 cumpleaños de la reina emérita Sofía, la infanta Cristina ha dejado bien claro que la guerra continúa. No con palabras, sino con la persistencia de su anillo de casada en su dedo anular. Lo lució abiertamente en su primer compromiso de trabajo de noviembre, la inauguración de la exposición 'Dalí, El Crist de Portlligat' en la Fundación Gala-salvador Dalí de Figueres (Girona).
Las crónicas relatan que la infanta Cristina se mostró nerviosa por su reaparición, quizá debido a los comentarios que suscitó la reciente reunión familiar en el Palacio de El Pardo con motivo del cumpleaños de Leonor. Lo cierto es que la ex duquesa de Palma no dejó de jugar con su alianza, tocándola repetidamente.
Iñaki Urdangarin tampoco participa en esta batalla silenciosamente. Liberado de su anillo desde hace mucho tiempo, sus armas han sido las fotos que han podido tomarse a la pareja, a veces besándose apasionadamente, a veces paseando de la mano. También se filtró algo que ha podido herir muchísimo a Cristina de Borbón: que Claire Liebaert, madre del ex deportista, sí conoce y trata habitualmente con Ainhoa Armentia, pese a que asegure en público que no.
Si Cristina de Borbón ha hecho de su anillo de casada un símbolo de su poder, Iñaki Urdangarin ha echado mano del chándal y la ropa deportiva algo desmadejada para colocarse en el muy rentable papel de víctima. El ex duque de Palma se muestra desaliñado y con aspecto de no vivir un buen momento económico, buscando la compasión general o mejorar los rendimientos contantes y sonantes de su acuerdo de divorcio.