CUMPLEAÑOS INFELIZ
CUMPLEAÑOS INFELIZ
Los mellizos Jacques y Gabriella se han convertido en una atracción más de la nutrida familia Grimaldi, un clan que para fortuna de la crónica rosa no para de crecer. Los niños suponen el ancla de estabilidad y la esperanza de futuro de Alberto y Charlène, una pareja que no termina de salir de la zona de recuperación. Las cabezas visibles de un Principado de Mónaco saben de la popularidad de sus hijos, con lo que no faltarán imágenes de su octavo cumpleaños.
Como siempre que sobreviene una fecha señalada para la familia Grimaldi, ya se afilan las quinielas que apuestan qué miembros de la familia real de Mónaco acudirán a la fiesta de cumpleañis de la princesa Charlène y quiénes no. La situación es tan incierta, que es imposible saber si Jacques y Gabriella disfrutarán de la compañía de, por ejemplo, los hijos de Carlota Casiraghi. O de sus hermanos, Andrea y Pierre.
Solo existe una predicción que se acerca mucho a la certeza: es muy poco probable que Carolina de Mónaco aparezca por la fiesta de cumpleaños de Jacques y Gabriella que cumplieron 8 años ayer, dada la difícil relación que mantiene con la princesa Charlène. En realidad, la incertidumbre que rodea las relaciones familiares de los pequeños príncipes es una constante reciente en el clan Grimaldi y, desafortunadamente, la peor herencia que recibirán los niños.
Con ocho años recién cumplidos, a Jacques y Gabriella aún les queda tiempo por delante libre de preocupaciones, aunque ya han vivido en carne propia uno de los dramas royal más misteriosos de este siglo. Nos referimos a la desaparición de la princesa Charlène de Mónaco, por motivos de salud. Sin duda, la ausencia de su madre no ha debido de ser fácil para los pequeños, que ya la llevan en su mochila emocional. Imposible calcular cómo el dolor de la infelicidad de Charlène va a marcar a sus hijos.
Como decíamos, la inestabilidad familiar es la herencia envenenada que pasa de generación en generación en los Grimaldi, un clan muy afectado por los dramas y los enfrentamientos, algo por otra parte habitual en las familias reales. Sin embargo, en el caso de los principales de Mónaco nos enfrentamos a una versión intensiva de esta inestabilidad, debido a la agitada vida sentimental de los tres hijos de Rainiero y Grace.
Carolina tiene hijos de dos padres, Estefanía, de otros dos. Alberto, por su parte, ha procreado con tres parejas. Hablamos de seis familias políticas con las que lidiar, con sus problemáticas correspondientes. Una complejidad que, necesariamente, aumenta la frecuencia de incidencias y la intensidad de las mismas, pues hay muchos más elementos pugnando por el capital simbólico que supone relacionarse en palacio.
Lo peor de esta herencia familiar de los Grimaldi es, sin embargo, la que deja el príncipe Alberto. Sus hijos, abocados a dirigir una familia ya de por sí compleja por la cantidad de primos segundos que van a tener que contentar, tendrán que mantener una relación paralela con las familias de sus dos hermanos mayores, Jazmín y Alexandre, que están fuera de la línea sucesoria al trono de Mónaco.
El caso de Alexandre es especialmente sensible, pues Nicole Coste, su madre, ya ha dado más de un quebradero de cabeza en palacio, con referencias poco edificantes dirigidas a la princesa Charlène. Está claro que esta facción no oficial de la familia Grimaldi no va a renunciar así como así a su parte correspondiente de relumbrón palaciego. Dicho de otra manera: no parece que los acuerdos económicos sean suficientes para Coste.
Además de la inestabilidad familiar y, dada la complejidad del árbol genealógico, los posibles problemas que puedan presentarse, otro factor de negatividad en la herencia de Jacques y Gabriella tiene que ver con su capacidad para decidir su destino. El pequeño será el próximo jefe de Estado y, con toda probabilidad, llegará al poder muy joven. El príncipe Alberto tiene ya 64 años, con lo que es fácil que Jacques sea coronado sin llegar a los 30.
Idealmente, el príncipe Jacques no debería esperar a casarse después de los 40, como hizo el príncipe Alberto. Le empujarán, con toda seguridad, a sentar la cabeza cuanto antes. Mientras, su hermana vivirá en esa incómoda tierra de nadie que ha tenido que habitar Carolina de Mónaco. En su destino está escrito recoger el testigo de su tía y su prima Carlota como embajadora de Chanel, precio paso por la Sorbona de París. Ir más allá, rebelarse como en su momento hizo Estefanía, sería complicarse.