Catherine Middleton se casó con el príncipe William y se convirtió en duquesa de Cambridge en abril de 2011. Nacida sin una sola gota de sangre real en sus venas, la futura soberana británica creció en Bucklebury, Berkshire occidental, y estudió historia del arte en la Universidad de St. Andrews, donde conoció al hijo mayor de Diana de Gales .
Un currículum sencillo para una vida complicada , porque antes de alcanzar la hazaña de ser la más querida de los Windsor, Kate Middleton tuvo que transitar por el desierto de la prensa sensacionalista que la acosó sin piedad, antes, durante y después de su boda.
Lo que ha sucedido con su enfermedad es un buen ejemplo de cómo se las gastan los medios cuando se trata de hablar de la princesa de Gales. Durante su ausencia se han podido ver todo tipo de titulares desde, «Kate trabaja desde casa», a especulaciones sobre quién puede ser la amante de su marido , el príncipe William.
Pero la peor parte le ha llegado esta vez desde las redes sociales en las que opera sin freno la fantasía de la gente mezclada con la mala leche y combinada con un «escuadrón» de trolls que según The Sun, están organizados para hacer campañas contra los príncipes de Gales porque apoyan a Meghan Markle. Puede parecer excesivo, pero nada de esto es nuevo en la vida de Kate Middleton… para su desgracia.
El noviazgo de Kate Middleton y el príncipe William ya es legendario. Duró la friolera de ocho años y dió para muchísimas portadas de revista. Seguramente algunas de las imágenes que en aquel entonces se hicieron populares gracias a los periodistas, como la de una Kate universitaria desfilando en ropa interior negra con un vestido completamente transparente, no sean de las favoritas de la actual princesa de Gales.
En aquel momento, que una atractiva joven plebeya tuviera la osadía de desfilar ante el príncipe heredero en ropa interior (príncipe que por cierto pagó 200 libras para poder disfrutar del espectáculo en primera fila), dio para escribir saborosos artículos. Pero la orgía mediática no había hecho más que empezar.
El hecho de que el príncipe William decidiera pasar siete años en el ejército y que ella acabara trabajando para su propia madre tras perder su primer y único empleo ayudó a crear la leyenda de que el único destino de la muchacha era casarse con el príncipe. Acababa de nacer « Waity Katie», un concepto que se afianzó tanto en la prensa británica que hasta se publicaban artículos del tipo «5 pistas para saber si eres una Waity Katie».
También, por supuesto, se hacía referencia a que su incapacidad para buscar un trabajo «de verdad» mientras permanecía a la espera era, básicamente, porque ni siquiera acudía a la oficina. Y de Waity Katie se pasó fácilmente al Lazy Katie.
De aquella época de persecuciones de fotógrafos lo más doloroso eran las acusaciones de haber sido «preparada» por su propia madre para acabar con un royal costara lo que costara. De esa supuesta obsesión familiar por «trepar» nació un apodo más en la prensa, mote que también se aplicaba a su hermana Pippa. Ambas eran conocidas como las hermanas «Wisteria», por ser bonitas, fragantes y buenas trepadoras.
Ni siquiera cuando la pareja se tomó un respiro en 2007 y rompió su relación , Kate Middleton dejó de ser el tema del día para cierto tipo de prensa. La maquinaria no podía parar. Para hacernos una idea de lo que tuvo que soportar basta con recordar un par de detalles. En primer lugar, que el propio alcalde de Londres, Ken Livingstone, emitió un comunicado condenando a los paparazzi que estaban apostados día y noche en la puerta de su apartamento de Chelsea.
El segundo lo constituye un escándalo que acabó en investigación policial: el periódico News of the World contrató los servicios de un detective privado, llamado Glenn Mulcaire, para hackear el teléfono de la novia del príncipe William y escuchar los mensajes de su buzón de voz. El caso fue investigado por Scotland Yard en 2011 en el marco de una operación policial bautizada como Operación Wetting que descubrió al mundo que el príncipe llamaba a su novia «Babykins» en la intimidad.
A lo largo de su noviazgo, Kate pidió respeto para ella y su familia sin conseguirlo jamás. En octubre de 2005 llegó incluso a contratar a la firma de abogados Harbottle & Lewis para avisar a los editores que no podían acosarla en su vida privada. Y el propio Palacio de Kensington hizo saber que el príncipe estaba «muy descontento» con la actitud de la prensa con su novia y el hecho de que la persiguieran 30 fotógrafos al día. Ninguna de estas peticiones dio resultado.
A la prensa les gustaba llamar ordinaria a la familia de la futurible princesa y sacar imágenes de ella a diario. Ningún Middleton estaba libre de protagonizar el siguiente titular, especialmente cuando se podían captar imágenes tan jugosas como la de la madre de la futura reina mascando chicle en una acto pseudo oficial.
En 2011, el mismo año en el que se convertiría en esposa del príncipe William, la familia Middleton contactó con la Comisión de Quejas de Prensa (PCC), organismo que se encarga del control de los medios británicos, para comunicar que estaban siendo perseguidos por fotógrafos que les acosaban, incluso, siguiéndoles en moto.
Dejar de ser Waity Katie y anunciar su compromiso oficial con el príncipe William no mejoró las cosas. En cuanto se supo que dejaría su empleo en la empresa paterna para ponerse a punto para la boda los artículos sobre su poca capacidad de trabajo volvieron a la carga. «Si viviera en Londres, pasaría junto a su ventana en mi bicicleta y gritaría: '¡Consigue un trabajo!», se podía leer en The Globe and Mail en aquellas fechas.
Los fotógrafos, por su parte, seguían a lo suyo. En 2010, Kate recibió 18.000 euros por daños y perjuicios y una disculpa de la agencia fotográfica Rex Features después de que distribuyeron y vendieron internacionalmente fotografías de ella jugando tenis tomadas la víspera de Navidad anterior, mientras estaba en Cornwall de vacaciones.
Pero lo peor llegó el 14 de septiembre de 2012, siendo ya toda una duquesa. La revista francesa Closer cruzó el límite que hasta la prensa británica calificó como «la línea roja»: publicó unas imágenes de Kate en topless. La pareja real estaba relajándose en una finca privada en la Provenza cuando los teleobjetivos de dos paparazzis captaron a Kate sin la parte de arriba del bikini.
La publicación francesa se lanzó sobre la exclusiva y tituló las imágenes como las « fotos que darán la vuelta al mundo». Para la actual princesa de Gales aquel era un momento delicado. Se encontraba inmersa en una gira representando a la corona británica por Asia y acababa de pronunciar su primer discurso en público. Al día siguiente de que todo el mundo la viera sin ropa, debía visitar la mezquita Assyakarin, la más grande de Malasia.
Como ha sucedido ahora que está enferma, y de forma extraña, la misma prensa británica que la había machacado durante años salió en su defensa. No fueron los únicos. La oficina de comunicación del Palacio de Saint James que se ocupaba de sus asuntos de Kate Middleton en aquella época publicó una declaración asegurando que la publicación del top less «recordaba los peores excesos de la prensa durante la vida de [la princesa] Diana».
El asunto acabó en los tribunales, concretamente en el francés de Nanterre que tan bien conocen los Casiraghi, y obligó a la editorial Mondadori a retirar el material fotográfico del desnudo de Kate Middleton en un tiempo récord, mientras les prohibía ceder o publicar dichas fotos en un futuro así como su distribución digital.
Años después, en 2017, la pena aumentó aún más: editores y paparazzis fueron condenados a pagar a la pareja real 50.000 euros por daños y perjuicios. Los duques de Cambridge habían exigido más, un millón y medio de euros. Pero la memoria de la gente es muy corta y años después el vapuleo a la figura de Kate Middleton volvió a resurgir. Sólo hizo falta que se mantuviera en silencio de Navidad a Pascua.
20 de enero-18 de febrero
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