Críticas, bullying, soledad y momentos durísimos: los obstáculos que ha superado Letizia Ortiz para convertirse en reina de España

Doña Letizia no lo ha tenido fácil hasta convertirse en la reina que es ahora. Su camino ha estado marcado por las críticas y la soledad.

Doña Letizia ha tenido que aprender a ser reina a pasos agigantados. / gtres

Elena Castelló
Elena Castelló

Se dice que don Felipe amenazó con renunciar al trono si no podía casarse con la entonces periodista Letizia Ortiz Rocasolano , una de las presentadoras de la segunda edición del telediario, de TVE, el de máxima audiencia. Y tras anunciar su compromiso el 1 de noviembre de 2003, la boda llegó, el 22 de mayo de 2004 . Fue un día de intensa lluvia y el cortejo real atravesó un Madrid, entre fuertes medidas de seguridad, tras los terribles atentados del 11 de marzo. Era el primer matrimonio real que se celebraba en España desde 1901.

Pero, aunque los novios mostraron su ternura y complicidad, la ceremonia quedó algo deslucida. Fue demasiado larga –más de hora y media– y el recorrido de los príncipes en coche cubierto, resultó frío.

Tampoco el vestido, obra de Manuel Pertegaz, entusiasmó. Y tras el «déjame a mí» de la petición de mano, ante la prensa –y ante todos los españoles–, todos los que criticaban la elección de una profesional de clase media como futura reina de España, cogieron fuerza.

Vídeo. Letizia: peinados que rejuvenecen

Los comentarios sobre el supuesto fuerte carácter de la futura princesa de Asturias, su propensión a no dejarse aconsejar, su aire autoritario y de cierta soberbia fueron en aumento y no cesaron durante la década que precedió a la abdicación de don Juan Carlos y la subida al trono de Felipe VI y doña Letizia.

Durante los primeros años no era difícil adivinar que doña Letizia vivía días difíciles. Su expresión era tensa, a veces incluso decaída con un punto de tristeza, y revelaba que su transformación de periodista de éxito, que cogía el autobús para ir a trabajar y vivía en un piso de dos dormitorios de un barrio nuevo de las afueras de Madrid, en Princesa de Asturias estaba llena de dificultades y desencuentros. Empezó a adelgazar. Su cara se afiló.

En los primeros Premios Príncipe de Asturias a los que acudía como princesa, los de 2005, se le escaparon unas lágrimas cuando el príncipe Felipe elogió su papel. Iba vestida de Felipe Varela, muy elegante con un conjunto de vestido y abrigo de tweed en tonos beiges y rosados, pero no parecía feliz.

Eran años en los que estaba todo por hacer, desde su vestuario hasta su agenda, y doña Letizia parece que no recibió mucha ayuda de su familia política. Se adivinaban un aprendizaje acelerado y mucha soledad.

Primera aparición en los premios Princesa de Asturias.

La presión en su contra de una parte muy conservadora de la aristocracia empezó a hacer mella. Llegó un punto en el que todo lo que salía mal o no era adecuado se le achacaba a ella. Se decía que era mandona, fría, displicente y carente de un concepto claro de lo que era ser princesa de Asturias. Don Felipe, aparecía pusilánime, sin carácter en su relación con su esposa. Los ejemplos de esta versión de los hechos son incontables y, en muchos casos, ridículos.

Se dijo, por ejemplo, que la causa de que su vestido de novia, diseñado por Manuel Pertegaz, no resultara del todo acertado se debía a la mala relación que hubo entre la futura princesa de Asturias y el modisto. Letizia lo escogió por indicación de su futura suegra, la reina Sofía, pero no le gustó el primer diseño que hizo y fue ella quien impuso el desafortunado cuello chimenea que descompensó el vestido.

La realidad es que el diseño tenía demasiados metros de seda y resultaba pesado y el cuello trató de realzar el cuello de doña Letizia sin conseguirlo. Pertegaz aseguró en todo momento que la novia era «encantadora».

Las malas relaciones con sus cuñadas y, sobre todo, con Don Juan Carlos, se achacaron también a sus dificultades para dejarse aconsejar, su necesidad de demostrar sus conocimientos y su obsesiva necesidad de marcar los límites de su vida privada.

Entonces, doña Letizia se vio enfrentada a uno de los momentos más difíciles de su vida: la muerte de su hermana pequeña, Erika, de la que se cumplieron 15 años el pasado 7 de febrero. Hay quien dice que este trágico acontecimiento marcó un antes y un después en su manera de entender su puesto, aunque las consecuencias se vieran más tarde.

La entonces princesa de Asturias estaba embarazada de más de seis meses, cuando Erika Ortiz murió en la que había sido su casa en el barrio de Valdebernardo, en la que vivía junto a su hija, Carla. Tenía 31 años y estaba recién separada del escultor Antonio Vigo.

En el velatorio, doña Letizia apareció rota de dolor, llorando desconsolada, totalmente vulnerable. Tenían que sujetarla su marido, su padre o su hermana, porque casi no podía sostenerse sola. Las supuestas tensiones familiares quedaron, aparentemente, aparcadas.

Un año y medio después, doña Letizia, tras regresar de los Juegos Olímpicos de Pekín, se sometió a una operación de nariz y apareció con un perfil armonioso y suavizado ante las cámaras. Desde entonces, los cambios en su rostro fueron «in crescendo», aunque no fueran quirúrgicos.

Su maquillaje también cambió y se hizo más pronunciado. La reina estaba sufriendo una transformación en sus gestos, en su actitud y también en su vestuario, algo a lo que nunca parecía haber dado mucha importancia. Pensaba que su apariencia podía oscurecer su papel y su trabajo.

Entonces estalló el caso Noós, en 2006. ¿Quizá las tensiones familiares se debían a actitudes que doña Letizia y don Felipe no aprobaban y que podían poner en peligro el ascenso al trono de Felipe VI? Quizá también el f uerte carácter de la reina jugó un papel. En 2013, un año antes de su ascenso al trono, doña Letizia y don Felipe parecen tener un grave desencuentro, y la princesa abandona antes de lo previsto el palacio de Marivent.

La crisis, sin embargo, parecer reforzar la unión de los príncipes que, meses después, se enfrentan a su destino como reyes. Doña Letizia parece haber aprendido todas las lecciones que debía aprender para su papel de reina.

Aparece más sonriente y relajada en público, empieza a variar su vestuario y convertir en virales sus estilismos. Ha aprendido a controlar sus gestos faciales y corporales con maestría. Y ha demostrado ser una madre entregada y diestra. Ha ido emergiendo una figura cada vez más autónoma, menos rígida en sus manifestaciones de lo que acostumbra la realeza.

Aunque, sus errores no se perdonan, como cuando se produjo el desencuentro con doña Sofía a la entrada de la Catedral de Palma. Pero a muchos críticos se les olvida que la perfección no existe y que los errores convierten a los que los cometen en más humanos.

20 de enero-18 de febrero

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