la reina Letizia ha superado las críticas de sus primeros años de reinado, cuando la tachaban de fría, soberbia y perfeccionista. /
Pudo ser todo en televisión, pero cambió un futuro deslumbrante en los espacios más codiciados de la información por el trono. Letizia Ortiz fue periodista antes que reina, y una que tuvo en su mano reunir la credibilidad en el trabajo de Ana Blanco con la cintura dialéctica de Ana Pastor. Quién sabe si hasta pudiera haber sido la mujer que renovara para las nuevas generaciones las mañanas de televisión, tan avejentadas. O si hubiera dirigido Televisión Española, tan necesitada de brújula.
Se nos olvida que la reina Letizia ha estado más tiempo sentada en la redacción de un medio de comunicación, ejerciendo el periodismo, que en el trono. Su primera experiencia profesional importante data de 1992, como becaria en La Nueva España de Oviedo, aunque antes había colaborado con ABC o con la Agencia EFE. Sus once años como periodista han pesado mucho, muchísimo, en su desempeño como reina. No siempre para bien, sobre todo, en sus inicios.
Letizia Ortiz, la periodista, dejó su trabajo en 2003, pocos días antes del anuncio de su compromiso oficial con Felipe de Borbón , príncipe de Asturias. Se llevó con ella 11 años de experiencia profesional exitosa, con un premio TP por su cobertura de la tragedia del Prestige en Televisión Española y el Premio Mariano José de Larra, concedido por la Asociación de la Prensa de Madrid por su labor como Mejor periodista menor de 30 años. A su edad, no se podía llegar más alto.
Durante su corresponsalía en Washington en 2001, donde cubrió el 11-S y la posterior investigación sobre el paradero de Osama Bin Laden, Letizia se hizo amiga de la periodista Evelyn Von Brocke, que se convirtió en un apoyo importante para una Letizia recién llegada que aún no hablaba perfectamente inglés.
«Es la persona que conozco que más se preparaba una nota», recordó Von Brocke en el programa argentino Podemos hablar. «Nosotras teníamos que salir a la calle a las siete de la mañana, y a las tres de la madrugada ella empezaba a maquillarse. Le daba un cuidado extremo a su piel. Iba muy bien preparada a sus notas. Y salía impecable».
Los reyes Felipe VI y Letizia, en su reciente visita oficial a Angola. /
Todas estas experiencias bajo los focos podrían haberse convertido en un activo de la princesa de Asturias, una vez se confirmó su entrada en la familia real con su boda en 2004. Sin embargo, la novata Letizia no tuvo demasiadas ocasiones para poner en práctica su saber ante los objetivos y los micrófonos. Tuvo que asumir un papel secundario, incluso una la posición de figurante sin frase, durante casi toda esta época.
Cuando pudimos comprobar de primera mano cómo Letizia iba a compatibilizar su saber comunicativo con se papel institucional fue a partir de 2014, con la Coronación de Felipe VI como rey y de ella misma como reina consorte. De hecho, durante sus primeros años los analistas de la familia real y cronistas royal subrayaron una y otra vez la frialdad de su impecable profesionalidad. Letizia pasó muchos años comunicando como periodista, no como reina.
La precisión y la frialdad que se le achacó a Letizia durante tantos años era herencia de su papel objetivo como periodista, una clave de comunicación de la que no te puedes deshacer tan fácilmente. Sobre todo, cuando te has entrenado para llegar a la élite de la televisión. Lo mismo puede decirse de la expresión de su atención a las cosas, que la reina expresó tantas veces en forma de pregunta. No se entendía que inquirir es, al menos en lo periodístico, el grado sumo de la cortesía.
En sus comienzos como reina, a Letizia le costó entender que su voz ya no era ta importante como su presencia. Pero, sobre todo, que la exactitud y el contenido de sus discursos no era tan relevante como la clave emocional, un flujo de sensibilidad que como periodista había aprendido a eliminar. Hasta se permite conmover, como ocurrió en el homenaje a las víctimas del coronavirus en 2022 o, hace unos días, al recordar a Marcos, un niño fallecido, en su último discurso del Día Mundial de las Enfermedades Raras.
Hoy, la reina Letizia domina los resortes de la emoción genuina, una expresión que ya no le da miedo dejar pasar. Pero, además, posee la credibilidad de una reina que sabe documentarse, preguntar y sostener con elegancia un criterio informado. Sin duda, una ventaja que puede utilizar en su labor diplomática dentro y fuera de nuestras fronteras.