concentración de royals y joyas
concentración de royals y joyas
En teoría, los viajes de Estado habrían de ser los más temidos por Letizia, la misma que hace ahora 20 años, en su pedida de mano, fue señalada como carente del carácter y saber estar propio de una reina. En la práctica, la monarca española arrasa en sus salidas internacionales. Aún se recuerda su primera aparición en Copenhague en 2015, aún prometida y del brazo de Felipe de Borbón con aquel Caprile rojo. Eclipsó a la mismísima Mary Donaldson vestida de novia.
Aunque han pasado 43 años desde que unos reyes españoles viajaran con la máxima dignidad diplomática a Dinamarca, la familia real danesa y la española han tenido bastantes ocasiones para encontrarse, entre cumpleaños, bodas, funerales y coronaciones. Sea como fuere, se advierte mucho cariño entre los Borbón y los Monpezat, sobre todo entre el rey Felipe VI y la reina Margarita. Las miradas de ambos sonreían fuerte en cada saludo y, por lo que pudimos escudriñar de su viaje en el carruaje Landauer al Palacio de Amalienborg, tuvieron tiempo para conversación y confidencias.
La mayor prueba de la relevancia de esta visita de Estado se produjo en el mismo aeropuerto de Copenhague, a donde se desplazaron Margarita II, los príncipes herederos Federico y Mary y la princesa Benedicta, hermana de la reina, para recibir a los monarcas españoles. Pero quizá la foto más tierna de esta primera jornada de Felipe y Letizia en Dinamarca la protagonizó el rey, al posar evidentemente feliz con su ahijado el príncipe Vincent, al que aún no conocía.
Tras las reuniones marcadas en el programa diplomático, en especial un encuentro con la primera ministra, Mette Frederiksen, comenzaba el plato fuerte de la visita, una cena de gala en la que volveríamos a ver tiaras, grandes vestidos y joyas espectaculares. El duelo en el foco, el de Letizia y Mary de Dinamarca, quedó en nada por la imponente presencia de la reina Margarita, dueña y señora del color. El vestido azul grisáceo de la australiana nada pudo hacer con el poderío verde de la adornada soberana danesa.
Evidentemente, hubo choque de tiaras, porque en cuestión de vestidos es difícil competir con una reina Letizia que sumó a un diseño con escote ganador de Felipe Varela la clavícula más espectacular de la noche. En cuestión de tiaras, sin embargo, el duelo estuvo más reñido. La tiara de la monarca española era más voluminosa, pero la de la soberana danesa la superaba en antigüedad, valoración y número de piedras. Su tiara de esmeraldas es un verdadero espectáculo.
La tiara de la reina Margarita, realizada por C.M. Weissshaupt en 1840 para las bodas de plata de los Reyes Christian VIII y Carolina Amalia, se acompaña de un aderezo de gargantilla, pendientes y broche y está formada por 67 esmeraldas y 2.659 diamantes. Su valor es tal, que no puede salir de Dinamarca. El vestido de guipur verde conseguía realzar aún más su espectacularidad.
Ese no fue todo el adorno precioso que lució la anfitriona, inalcanzable ya solo al peso. Margarita II lució por primera vez el impactante Toisón de Oro que recibió en 1985. Muy por detrás, Mary de Dinamarca ocupó un muy discreto tercer plano con su vestido de pedrería con pequeña cola, el mismo que llevó en su retrato oficial por su 50 cumpleaños, la tiara que compró en una subasta en 2012 y la banda de la Orden de Isabel la Católica.
El impacto por acumulación de joyas, vestidos y elegancia de ellos y ellas debió ser tal, que uno de los guardias que se apostaban en el pasillo que daba entrada al gran salón donde se celebró la cena se desmayó. Fue uno de los soldados de la Den Kongelige Livgarde, un regimiento fundado por Federico III el 30 de junio de 1658 que lleva a cabo tareas ceremoniales y de vigilancia para la Casa Real de Dinamarca.
Evidentemente, Letizia acudió a Dinamarca con todo el conocimiento acumulado a lo largo de estos años en este tipo de situaciones, algo que sin duda agradecerá la delegación diplomática y empresarial española que acude al norte para cerrar acuerdos. Cálida, simpática y bellísima, se metió en el bolsillo a los 200 asistentes a la cena de gala en el espectacular Palacio de Christiansborg, sede del Parlamento. Allí, los invitados se encontraron con una grata sorpresa: un salón decorado según instrucciones de la reina.
Margarita II se encargó personalmente de seleccionar los motivos de decoración que adornaron las mesas, en una gama de colores alegres que fueron desde el verde hasta el salón, incluyendo el amarillo y el naranja. Son los tonos de los tulipanes y los membrillos del castillo de Fredensborg, la residencia del verano de la familia real, a los que se sumaron claveles, nerinas, asclepias, viburno y hierbas de San Juan.
Hubo brindis y discursos en los que se subrayó la hermandad entre Dinamarca y España en el proyecto común europeo y la necesidad de cuidar el futuro para la nueva generación, encarnada en la princesa Leonor y el príncipe Christian. Hubo, además, un menú diseñado especialmente para Felipe y Letizia y música con toques españoles: el pasodoble 'Amparito Roca', de Jaime Texidor; 'Viva la vida', de Coldplay; 'La Sorella March', de Charles Borel-Clerc; 'El relicario', de José Padilla...
No se nos olvida el menú, que empezó con un suflé de lenguado y 'barigoule' de verduras y siguió con un muslo de gamo de Trend, región en la que la familia real tiene pabellón de caza, con timbal de col, cerezas de Graasten (donde pasan vacaciones) y salsa 'grand veneur'. Cerró un pastel de setas y berros y, de postre, pastel Concordia, un tipo de tarta hecha de chocolate, limón y merengue.