joyero royal

La extraordinaria tiara que Mary de Dinamarca ha rescatado: estilo medieval, piedras de Pompeya y 140 años guardada

Quizá como broche a su primer año como reina, Mary de Dinamarca decidió lucir una antigua pieza de joyería real que llevaba casi un siglo y medio sin ser vista: la tiara de la reina Carolina Amalia.

La reina Mary de Dinamarca luciendo la tiara de la reina Carolina Amalia. / Getty

Elena Castelló
Elena Castelló

Mary de Dinamarca ha vuelto a sorprender con la elección de su tiara en la cena de gala ofrecida por el presidente finlandés, durante la visita de los reyes daneses a Finlandia . Mary es conocida por «explorar» en el joyero real y seleccionar algunas piezas de gran valor, pero no utilizadas durante años. En diciembre de 2024, la reina añadió una nueva pieza para el joyero de los Glucksburg de la corona.

La llamada «tiara de piedra rosa», una creación de la propia Mary junto al joyero Matías Hasbo Dinese. La tiara es un «bandeau» montado en «riviere» con los diamantes en talla rosa de un cinturón, que llevaba décadas sin utilizarse. La reina estrenó su tiara en una visita de Estado del presidente egipcio a Copenhague. La tiara destaca por su simplicidad y su ligereza.

En esta ocasión, su apuesta ha sorprendido y fascinado aún más: para la visita de Estado a Finlandia, sacó a la luz la tiara de oro e incrustaciones de piedras semipreciosas de la reina Carolina Amalia de Augustenburg, una pieza muy singular, que respondía al gusto romántico de la época –principios del siglo XIX– y que nadie ha utilizado en 140 años. La pieza ha sido «rescatada» de una de las vitrinas del Museo del Palacio de Amalienborg, donde se expone parte del joyero real, que solo pueden utilizar las reinas y no pueden salir del país. En el futuro se expondrá en el Castillo de Rosenborg, donde se exhiben también parte de las as joyas

Piedras de Pompeya para la tiara de Mary de Dinamarca

La tiara de la reina Carolina Amalia está compuesta por una sencilla banda de oro cepillado, cuya anchura disminuye hacia los extremos, en la que van engastadas 11 piedras semipreciosas talladas como camafeos. Es una creación de 1820 y fue un regalo para la reina Carolina Amalia de su marido, el rey Christian VIII, que ocupó el trono de Dinamarca de 1839 a 1848, y del que era la segunda esposa desde 1815.

El rey era un hombre que sentía pasión por el arte y las antigüedades y entre 1819 y 1822 la pareja real hizo un largo viaje que la llevó por toda Europa y, especialmente, a Italia, donde Christian escogió personalmente numerosas piedras semipreciosas como recuerdo, tras visitar las excavaciones de Pompeya y otros restos emblemáticos de la cultura antigua.

Mary de Dinamarca luce la tiara de la reina Carolina Amalia en su viaje a Finlandia. / gtres

La pieza, con su singular diseño y las piedras que exhibe es un reflejo del gusto de la época, que miraba a los clásicos, pero también a los héroes de la historia medieval, dos obsesiones del primer Romanticismo. Por su simplicidad y su ligereza, la tiara de la reina Carolina Amalia estaba destinada a un uso más cotidiano, alejado de las aparatosas creaciones de diamantes.

Sin embargo, esta tiara no es la única de este estilo que conservan las cortes escandinavas. La princesa Astrid de Noruega, hermana de Harald V, ha lucido otra tiara «bandeau» de oro y piedras incrustadas, de similar diseño, que data también de la década de 1820.

El joyero extraordinario de la Casa Real danesa

Carolina Amalia tuvo un joyero extraordinario gracias al cual las reinas danesas pueden exhibir algunas de las piezas más valiosas de Europa. Entre las joyas que se encargaron para ella figuran la «parure» de esmeraldas, la de los diamantes de la Corona o la de perlas y rubíes. La tiara de oro fue heredada por la reina Guillermina María, esposa del sucesor de Christian VIII, Federico VII, a la muerte de Carolina Amalia, en 1848.

Mary de Dinamarca luce la tiara de la reina Carolina Amalia junto a los pendientes y el broche de Luisa Rasmussen. / GTRES

La reina Mary conjuntó la tiara con un brazalete de oro y piedras semi-preciosas, de estilo similar a la tiara, que perteneció a la reina Guillermina María, que lo recibió como regalo de su esposo, el rey Federico VII. La caja que contenía el brazalete de lleva una inscripción –«Es desde la cima del ardiente Vesubio que mi corazón vuela hacia ti. 24 de abril de 1828»–.

A pesar de esta apasionada declaración, la pareja se separó tres años después de casarse. Mary lució también los pendientes y el broche de Luisa Rasmussen, condesa Danner, la tercera esposa de Federico VII, que nunca encajó en la corte, porque era plebeya. Sin embargo, sus joyas han llegado hasta hoy y han decorado a una reina danesa que también es plebeya.