El lavado de cara de Mary Donaldson: así consiguió que la reina Margarita dejara de rechazarla

Los comienzos de la australiana Mary Donaldson con Federico de Dinamarca fueron de todo menos plácidos, y buena parte de la culpa de esa falta de sosiego y felicidad la tuvo su suegra, la reina Margarita . Esa anciana adorable que le acaba de «regalar» la corona de reina se las hizo pasar canutas antes de darle la aprobación final a su noviazgo y boda con el heredero al trono.

En descargo de la monarca danesa hay que decir que el propio príncipe Federico no se lo estaba poniendo fácil a su madre que se dedicaba a simultanear relaciones con modelos, posados en pelotas y escándalos variados desde la adolescencia hasta la treintena. Demasiado para una madre danesa.

Mary Donaldson debió de parecer a ojos de la veterana reina otro de los caprichos plebeyos de su descarriado primogénito. Para empezar, porque la muchacha inició su relación con el heredero completamente engañada sobre su identidad y oculta en las sombras, porque por aquel entonces el príncipe tenía novia pseudoficial en Dinamarca , una modelo que tampoco era del gusto de la reina Margarita.

Pero en noviembre de 2001 una periodista esperó a Mary Donaldson a la salida de su trabajo y tras decirle, «sé que eres la novia del príncipe», se desató la debacle en la vida de la australiana: adiós a un año de historia de amor secreta, bienvenida suegra. Y la suegra llegó con todo su arsenal desplegado.

Ocultando su relación al mundo el príncipe Federico conseguía un doble objetivo, que la prensa no volviera a pillar a su interés amoroso en top less como le había pasado anteriormente (de hecho la situación era tan ridícula que para evitar dicha situación hay imágenes de aquella época con Mary Donaldson bañándose vestida) y que su madre conociera la existencia de su nueva novia. A partir de finales de 2001 perdieron ambos privilegios.

La reina Margarita puso entonces la maquinaria royal a funcionar y se chequeó cada centímetro del curriculum vitae de Mary Donaldson. Las investigaciones llegaron hasta su novio de los 15 años. Pero no había nada que rascar salvo la historia de una joven abogada huérfana de madre.

El escrutinio a su vida y obra llegó antes incluso que la presentación formal suegra-nuera. En 2002, en el tradicional encuentro de la familia real con la prensa en el francés Château Caix de Cahors, todas las preguntas giraron en torno a Mary, y la reina las atajó con un tenso: «Es un asunto privado. Aún es muy pronto para hablar de boda. De hecho, yo todavía no conozco a la amiga del príncipe». Que quedara claro lo de amiga y que no la conocía. Pero no era verdad.

Mary Donaldson hacía tiempo que había dejado de ser una «amiga» del príncipe, por aquellas fechas ya se había mudado a Copenhague, conducía un coche proporcionado por la misma proveedora habitual de la casa real, vivía a tiro de piedra de palacio y estudiaba danés en la Academia Nacional de Defensa.

Y como se hizo en su día con Alexandra Manley antes de que se convirtiera en la esposa del príncipe Joaquín de Dinamarca, recibía clases de protocolo e historia danesas al tiempo que aprendía a montar a caballo ¿dónde? en las caballerizas de palacio.

A medida que Mary se introducía más y más en los círculos de amigos de Federico y superaba con nota las «pruebas» académicas impuestas por su suegra, su compromiso parecía más cercano. Pero la reina continuaba sin verlo claro.

Aún en 2003, cuando se anunció el compromiso oficial del heredero al trono con la australiana, la monarca continuó negándose a cederle un sitio en palacio a Mary porque «no era de la familia». Como ejemplo del gaslighting royal al que fue sometida valga con decir que tras su anuncio de compromiso la monarca se negó a invitarla a la celebración de Año Nuevo de 2004, una cena a la que acuden políticos y todo el who is who danés.

Para Margarita de Dinamarca el estatus de prometida del príncipe no convertía a Mary Donaldson en nadie «oficial» con derecho a disfrutar de semejante privilegio. Por su parte, Mary se pasó sola en su apartamento de la capital danesa aquella Navidad. Su revancha llegó en forma de boda real apenas unos meses más tarde.