Matilde Solís , la mujer que estaba destinada a suceder a Cayetana Fitz-James Stuart al frente de la casa de Alba , (pero que renunció a todo ello tras rubricar su divorcio de Carlos Fitz-James Stuart), está viviendo su mejor momento. La hemos redescubierto como la madrina más elegante de la alta sociedad española, puede presumir de haberse estrenado como abuela por la puerta grande con el nacimiento de Rosario Fitz-James Stuart Palazuelo y, lo mejor, su afición por pintar y dibujar se ha convertido en un hobby tan gratificante como reconocido (e incluso rentable).
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En una entrevista concedida a la revista Hola la hija más conocida de los marqueses de la Motilla habla de su pacífico día a día que transcurre entre cuidar de su hijo menor, Borja, y mimar a su nieta Rosario con mucha lectura y visionado de series de por medio. Y, por supuesto, está el proyecto que más ilusión le ha hecho recientemente, el éxito de la última exposición de su obra que ha realizado en una sala madrileña con una conclusión feliz: ha vendido todos sus dibujos. Una buena noticia para Matilde Solís y su entorno, ya que durante décadas su nombre estuvo asociado a una vida marcada por la tragedia.
Matilde Solís comenzó a interesarse por el mundo del arte desde muy joven, de hecho antes de su boda cursó dos años en la Escuela de Artes y Oficios en los que sintió una conexión especial con la pintura y la escultura. Su matrimonio, la maternidad y todo lo que vino después interfirió en su afición que pasó a quedar relegada durante los años más duros posteriores a su separación del duque de Huéscar.
Parecida a su madre, la marquesa Isabel Martínez Campos que también hizo sus pinitos pintando acuarelas, Matilde Solís siempre pasó ante los ojos de la prensa como una persona frágil y marcada por una especie de destino trágico. Ella misma afirmó que su «accidente con una escopeta» fue en realidad un intento de suicidio que supuso la ruptura definitiva de su matrimonio. Lamentablemente su segunda boda, la que protagonizó con Borja Moreno Santamaría, culminaría también en un divorcio que acabó por sumir aún más a Matilde Solís en la depresión y el desánimo.
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En un giro especialmente cruel de los acontecimientos pidió ayuda para solucionar su desazón mental a un reputado psiquiatra sevillano, Javier Criado , al que años más tarde la propia Matilde Solís acusaría públicamente de haber abusado sexualmente de ella. Ahora todos esos momentos han quedado atrás y Matilde Solís ha llenado de color su vida y sus dibujos, unas pinturas que se han convertido a lo alrgo de los años en su refugio y terapia: « El arte es curativo porque ayuda a manifestarte», asegura.