Forma parte del morbo y el interés de la monarquía: saber, como sabemos, que tras su apariencia de perfección y serenidad suceden verdaderas guerras de poder en las que puede suceder de todo. En este negociado, los Windsor se llevan la palma en cuanto a la visibilidad de sus conflictos internos, hoy expuestos hasta en Netflix. Sin embargo, hoy tenemos claro que existe otra familia real capaz de hacer sombra al gran culebrón de Buckingham Palace: la familia real de Jordania . Tras la muerte del rey Hussein (y sus escandalosos romances ), ahora mismo, un príncipe y candidato al trono, Hamzah, se encuentra bajo custodia por haber instigado un golpe de estado palaciego para derrocar a su medio hermano, el rey Abdalá II. Es solo la punta del iceberg de una guerra que, durante años, han mantenido la reina Noor, viuda del rey Hassan II y madre del príncipe Hamzah, y la reina Rania , esposa del actual monarca. No se pueden ver.
Se casó con el rey Hassan II con 27 años y quedó viuda a los 47, mucho antes de lo que hubiera imaginado. Esposa favorita del Rey, la reina Noor supo convencer a todo un país a pesar de su origen estadounidense. No solo porque honraba las costumbres y tradiciones de Jordania, sino porque se convirtió en un activo tremendamente positivo para la monarquía en sus relaciones internacionales. En el tenso momento de la sucesión, hubo rumores que contaron que presionó para que su hijo mayor, el príncipe Hamzah, fuera nombrado sucesor. De hecho, parece que lo educó para reinar: su exquisita educación occidental no descuidó el árabe clásico, mientras que su medio hermano Abdalá no terminaba de sonar convincente en el idioma de su propia patria.
Desafortunadamente, su edad (solo 18 años) impidió que Hamzah, el primogénito de Noor, subiera al trono como hubiera querido el rey Hussein. Noor se vio impelida apoyar la sucesión de Abdalá II., primogénito de la segunda esposa de Hassan, quien antes de morir nombró a Hamzah príncipe heredero.
En 1999, Rania llegó al trono de Jordania casi de casualidad. Su destino era ser una princesa más en la enorme corte de Jordania y acompañar a Abdalá, que entonces no tenía perspectiva alguna de llegar a rey. «Ella esperaba ser la mujer de un oficial del ejército con una vida cómoda, pero a los 28 años Rania se convirtió en reina. Al principio no estaba preparada, pero los que la conocemos de cerca sabíamos que se iba a convertir rápidamente en una estrella», explicó entonces Mark Kirk, un ex compañero de trabajo de Rania en el Citibank.
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Su inteligencia y ambición quedaron sobre la mesa desde el minuto cero: una de las primeras medidas de la reina Rania fue contratar los mismos servicios de relaciones públicas que usaba Noor. No pensaba dejar que otra reina la eclipsara ni en cuestión de estilo ni de visibilidad ni de influencia. Ahí comenzó una lucha silenciosa que terminó ganando Rania. Noor comenzó a pasar cada vez menos tiempo en Ammán y abandonó las portadas de la prensa internacional.
«El problema es que son muy parecidas. Ambas quieren ser como Diana de Gales y se ven como rivales. Rania es más poderosa de lo que fue Noor en su momento, porque tiene mucha influencia sobre su marido. Pero no habría podido convertirse en lo que es hoy es si Noor no le hubiese abierto el camino», argumentó la escritora Leslie Bennetts hace una década, cuando firmaba reportajes sobre la joven reina. De hecho, la popularidad de Rania sí se ha estabilizado fuera de Jordania, pero en el interior del país Noor sigue siendo la referencia, sobre todo para las tribus y los sectores más conservadores que ven en Rania una derrochadora que interfiere en las políticas del Rey. A su favor tiene, sin embargo, que no es una reina extranjera como Noor, sino palestina.
La rivalidad entre Rania y Noor se desarrolló como una guerra máso menos silenciosa hasta 2004, cuando el rey Abdalá II, dicen que espoleado por Rania , retiró la sucesión a Hamzah para designar como príncipe heredero a su propio hijo. La decisión cayó como una verdadera humillación, pero parece que el detonante fue la mismísima reina Noor, precisamente por su comportamiento en una boda a la que también asistieron la reina Sofía, Felipe II y la reina Letizia. Fue el enlace entre el príncipe Hamzah y su prima, Basma Bani, en Petra.
Cuentan testigos presenciales que fue la actitud de Noor, que más que de madre del novio actuaba como reina madre y reina ejerciente ante los invitados, la que provocó que Abdalá quitara el título a su hermano. La tensión fue enorme y todo los invitados, incluidas la reina Sofía y una recién casada Letizia, pudieron comprobar hasta dónde pordía llegar la rivalidad entre dos reinas, una saliente y otra, entrante. Como vemos hoy, este episodio de la boda ha tenido consecuencias fatales para la monarquía, hasta el punto de llegar casi a un golpe de estado. Tampoco Noor salió bien parada de aquella boda. Perdió la dignidad de madre del heredero y vio desvanecerse su última parcela de poder. Ahora es sólo la reina viuda, título inexistente y sin protocolo.