«¡Ni de broma!»
«¡Ni de broma!»
En los últimos 50 años, la Familia Real británica ha pasado por numerosos episodios oscuros de los que guardan un amargo recuerdo. Desde la escandalosa entrevista del príncipe Andrés en 'Newsnight' hasta su 'annus horribilis' de 1992, pasando por la trágica muerte de la princesa Diana en París o el 'megxit' de los duques de Sussex. Pero hoy se cumple exactamente medio siglo de un momento que pudo ser catastrófico para los Windsor, pero que afortunadamente se saldó sin víctimas mortales pese a lo cruento de los hechos: el intento de secuestro de la princesa Ana por un pistolero desequilibrado, Ian Ball.
La valentía de la hija de Isabel II y el papel que asumió un boxeador que casualmente pasaba por allí en aquel crucial momento, fueron las claves de que aquel acto criminal se resolviera de forma positiva. Para la historia queda la frase que una desafiante princesa Ana pronunció cuando su secuestrador quiso que saliera del coche: un muy poco regio «Not bloody likely!», que podríamos traducir, suavizando la expresión, por un «¡ni de broma!».
Tachada entonces de arrogante, aquella princesa Ana no tenía nada que ver con la reputación de royal diligente y trabajadora que hoy la convierte en una de las figuras más populares no sólo de la Familia Real, sino de Gran Bretaña. Y buena parte de su prestigio actual se lo empezó a ganar aquel día.
Reconstruyendo los hechos como en los últimos minutos de una serie de detectives, todo comenzó la noche del 20 de marzo de 1974, cuando la Princesa y su esposo, Mark Phillips, regresaban al palacio de Buckingham tras asistir a la proyección de una película. Entonces, hacia las ocho y media, se produjo el ataque.
El chófer Alex Callender iba al volante. La dama de compañía de Ana, Rowena Brassey, también iba en el coche. Ian Ball había seguido a la limusina de la royal y la adelantó frente a Clarence House –la actual residencia de Carlos III y la reina Camilla– antes de frenar bruscamente, obligando al vehículo a detenerse. Ball se bajó y empezó a disparar mientras intentaba entrar en el coche.
Una testigo llamada Sammy Scott declaró entonces al 'Daily Mail': «Pude ver a la princesa Ana y a Mark acurrucados en la parte trasera del coche. Estaban en el lado opuesto al del pistolero. De repente, vi a un hombre caer delante de mí. Le habían disparado. Estaba cubierto de sangre. Estaba tendido en la acera«.
El guardaespaldas de la royal, el inspector Beaton, ahora un jubilado septuagenario, recibió un disparo de inmediato cuando intentaba intervenir, lo que significa que falló al disparar su primera y única bala antes de que se le encasquillara el arma. Le dispararon dos veces más cuando intentó utilizar su cuerpo para proteger a Anne y a su marido. Brian McConnell, un periodista que había estado siguiendo a la pareja, intentó detener a Ball y recibió un disparo en el pecho. El chófer Callender también resultó herido. Otro policía más, el agente Michael Hills, también recibió un disparo tras pedir refuerzos.
Ball le dijo a la princesa Ana, que entonces tenía 23 años, que iba a secuestrarla y le ordenó que saliera del coche, al parecer diciéndole: «Por favor, sal... Tienes que venir». Fue entonces cuando le dijo su famosa frase de «¡ni de broma!», como parte de un intercambio de impresiones que más tarde describió como «muy irritante». Como ella misma recordaría más tarde, finalmente «perdió los papeles» cuando su vestido se rasgó durante el alboroto.
Finalmente, el secuestrador fue detenido cuando el agente Peter Edmonds lo tiró al suelo, tras haber recibido un puñetazo en la cabeza del boxeador Ronnie Russell, que actuó con decisión y arrojo durante una situación en la que se vio mezclado de improvisto. Posteriormente, recibiría por su actuación la Medalla de George, una condecoración civil que creó el rey Jorge VI destinada al reconocimiento de actos de gran valentía.
Aunque los cuatro heridos de bala tuvieron que ser hospitalizados, todos se recuperaron y pudieron continuar sus carreras. El inspector Beaton y el agente Hills también recibieron la misma prestigiosa condecoración que Russell. En 1984, en una entrevista televisiva, la princesa Ana dijo que había sido «escrupulosamente educada» con su agresor, porque habría sido «una tontería ser demasiado grosera en ese momento».
El secuestrador declaró posteriormente a la policía que creía que Ana sería un blanco fácil y aseguró que se había enterado de sus movimientos llamando por teléfono a la oficina de prensa del palacio de Buckingham. Los archivos policiales también demostraron que Ball no mostró ningún remordimiento por disparar a los tres hombres. «Se interponían en mi camino, así que tuve que dispararles. Bueno, la policía, ese es su trabajo. Esperan que les disparen. Yo me arriesgué a que me dispararan, ¿por qué ellos no?», declaró.
Ball, que había planeado llevarse a la Princesa a una casa del centro de Londres y pedir tres millones de libras por su rescate, se declaró culpable de intento de asesinato y secuestro y sigue hoy en día internado en el Hospital Broadmoor en virtud de la Ley de Salud Mental.
En un programa especial con motivo de su 70 cumpleaños, la princesa Ana habló sobre aquel incidente diciendo: «Lo interesante es lo que recuerdas y cómo lo recuerdas, porque aunque creía recordar todo lo que había pasado nunca habría podido jurar que lo recordaba en el orden correcto. Porque eran como fotos, instantáneas individuales. Con mucha claridad».
Como dato interesante, la royal confesó que ya antes había pensado en cómo reaccionaría si alguien intentara secuestrarla. «Una de las cosas que tienen los caballos y el deporte es que hay que prepararse para lo inesperado y pensar en los problemas que pueden surgir».