quién manda en Mónaco
quién manda en Mónaco
A Charlène de Mónaco le ha bastado una noche y un día (y que su esposo el príncipe Alberto se contagiara por tercera vez de Covid) para demostrar que se toma en serio lo de ser princesa si la dejan reescribir las reglas y que cuando va por libre se convertirte en la protagonista. Como ejemplo, lo que acaba de suceder en una de las citas obligadas del calendario monegasco: la fiesta de Santa Devota.
Un ejemplo de karma porque hace apenas un año, en esta misma fiesta, la Charlène convaleciente y en paradero desconocido estaba lejos de ser la persona más popular del principado. Entonces fueron otras dos mujeres, la ex amante de Alberto, Nicole Coste, y la hermana mayor del príncipe, Carolina de Mónaco, las se llevaron toda la atención de la prensa gossip. Mujeres que, por supuesto, este año no han sido invitadas a celebrar Santa Devota.
Desde que recuperara su agenda en abril de 2022 Charlène ha cambiado mucho, tanto que ha sido capaz de hacer frente sin apoyos a las celebraciones de la santa patrona de Mónaco, una festividad especialmente relevante en un principado en el que el catolicismo forma parte de su Constitución. La única aportación de este año del príncipe Alberto ha sido saludar desde el balcón de palacio con la mascarilla puesta.
Mientras los protagonistas de la velada nocturna de anoche fueron los pequeños príncipes Jacques y Gabriella, en el posado de hoy la «reina» ha sido Charlène. Anoche, fue Jacques quien tuvo que desfilar en solitario buena parte del trayecto que separa la ermita donde tuvo lugar el oficio religioso hasta la zona donde, siguiendo la tradición, prendía fuego a una barca uunto a su madre y su hermana.
Charlène ocupó un discreto segundo plano para no restarle protagonismo a su hijo, futuro heredero del principado. Pero eso sí, estuvo pendiente de Gabriella, sonrió más a menudo de lo que solía hacer en el pasado, estrechó manos monegascas e incluso mantuvo breves conversaciones con los curiosos que se acercaron a la zona vallada del evento. Un baño de multitudes versión Mónaco.
La mano de la nueva Charlène se ha dejado sentir aún más esta mañana, en el nuevo evento religioso en honor a la santa patrona del principado. La princesa Charlène ha llegado en solitario y vestida, de nuevo, de gris con chaqueta, falda y botas que es lo más cercano a un chandal royal que existe. Y sin necesidad de bling bling, pamelas estratosféricas ni taconazos ha conseguido adueñarse del lugar.
Parece cosa del destino que la mujer de Alberto de Mónaco haya conseguido su consagración definitiva como princesa monegasca en una ceremonia religiosa justo ahora, cuando ella misma ha confesado que la fe ha sido uno de los pilares que han favorecido su recuperación tras meses de convalecencia y enfermedad.
De todas las celebraciones de Mónaco, la de Santa Devota siempre ha parecido de las más cercanas al corazón de Charlène. A la santa patrona de Mónaco le ofrendó su ramo de novia tras su boda con Alberto.
En 2012 se estrenó quemando la barcaza junto a su marido, la princesa Carolina y Alexandra de Hannover. Hasta rieron juntas, una estampa que hoy parece impensable. Y en 2017, desde el balcón de palacio, Charlène regaló a los fotógrafos uno de los pocos posados sonrientes junto a su marido y sus bebés que se tenían hasta esa fecha.
En 2022 Santa devota se convirtió en una auténtica pesadilla de rumores, con Nicole Coste invitada a la ceremonia posando en la escalinata de la catedral y Alberto de Mónaco acompañado por su sombra, la primera dama oficiosa de Mónaco la princesa Carolina.
Charlène ha barrido con todo ello. Parece haber hecho suyo el lema de «mejor solo que mal acompañado» y ha montado una celebración de Santa Devota a su gusto: sin chaneles, sin escalinatas y sin satélites de los Grimaldi, ni cuñadas ni ex amantes.
La corte sudafricana de Charlène con el gabinete que el hermano de Charlène, Gareth Wittstock, ha montado para blindar aún más a la princesa más blindada de Europa debe haber hecho horas extras para convencer a todos los integrantes de los Grimaldi que no se acercaran a la iglesia a hacer sombra a Charlène.
¿Tiene algún sentido que cuando faltaba Charlène los Grimaldi acudieran en masa a arropar al príncipe Alberto y ahora que es él quién está enfermo ni uno solo se acerque a las celebraciones de Santa Devota? La sonrisa de Charlène demuestra que, efectivamente, tiene todo el sentido del mundo: por fin se están haciendo las cosas en Mónaco como ella quiere.