La reina Letizia llegó a las inmediaciones de la Academia General Militar de Zaragoza cabizbaja y con un gesto de preocupación. /
La conversación popular al respecto del ingreso de Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza , que ya ha jurado bandera , giraba en torno a dos extremos: la longitud de la melena de la princesa (y la conveniencia de que se la corten) y las consideraciones sobre el menú. Recordemos que la reina Letizia impuso su propio recetario en el colegio Los Rosales, donde sus hijas estudiaron hasta los 14 años, con el consiguiente fastidio de otras madres. La monarca prohibió los huevos fritos, llegó a filtrarse a los medios.
El asunto del menú no deja de ser una cuestión nimia, lo mismo que la cantidad y frecuencia de sus permisos, esa supuesta sala de descanso para ella sola o la duración e intensidad de las maniobras que deba completar. Como pudimos ver hoy en la despedida de los reyes Felipe y Letizia en la puerta de la Academia General Militar de Zaragoza, Leonor no es una dama cadete como las demás y por ello disfrutará de privilegios . Su bienestar será prioridad no solo de sus instructores, sino de sus compañeros de instrucción.
Si Leonor cumple con el compromiso de la Corona española con las Fuerzas Armadas no es solo por la juventud de nuestra Democracia y la pervivencia de tradiciones que hacen prevalecer lo castrense a la sociedad civil. El rey Felipe ha querido que su primer contacto con la 'España real' suceda en una academia militar antes que en la universidad, y fomentar que esas primeras amistades de la princesa comulguen con los valores de servicio a España, humildad y decoro que caracterizan al ejército.
La princesa Leonor se despidió de su familia triste y cariacontecida, aunque dijo a los periodistas que tenía «ilusión» por comenzar su carrera militar. /
Todos estos argumentos han sido, a buen seguro, argumentados para convencer a la joven de la conveniencia de su experiencia militar, un trago para cualquier chica que no tenga vocación castrense. Por mucho que se insista desde Casa Real y ella misma diga (con la boca pequeña) que tiene «muchas ganas», es evidente que Leonor asume este período de su vida como un deber. La excepcional manicura roja de su última salida al cine (para ver, además, 'Barbie') fue toda una declaración de intenciones.
La princesa Leonor ha aprendido ya a disimular sus verdaderos sentimientos tras esa sonrisa milimetrada que dice apenas nada. Sin embargo, hemos podido ver expresiones de verdadero S.O.S. en su despedida de sus padres y de su hermana, la infanta Sofía. Ella admitió estar «nerviosa», pero pudimos ver destellos de susto, preocupación y miedo en su cariacontecido rostro. Indudablemente, la academia militar impone. Nada que ver con un pintoresco colegio tipo Hogwarts en Gales .
La cuestión del ingreso de Leonor en el Ejército ha debido provocar algo más que roces en la intimidad de la familia real. No hay que elucubrar demasiado para adivinar que el frente formado por Leonor Sofía y la reina Letizia no han podido hacer nada para convencer al rey Felipe, entusiasta de esta fase de su formación como soldado y muy convencido de que también conviene, y mucho, a su hija. Durante la despedida no le vimos ni un gesto de tristeza. Estaba exultante. Hasta emocionado al revivir sus tiempos de cadete en la figura de su hija.
En la despedida de la familia real de la princesa Leonor hubo momentos de grave seriedad, como el que capta esta foto. /
«Ver a Leonor vivir este momento de esta manera es emocionante», admitió el monarca en los breves minutos en los que la familia posó por última vez, antes del ingreso de Leonor en la Academia General Militar de Zaragoza. «Le damos todos nuestros ánimos para que los días que sean duros los vaya superando con ganas paciencia y esfuerzo», confesó con una sonrisa como pocas veces le hemos visto. Su consejo: «Que esté muy atenta y que se deje aconsejar por sus compañeros y profesores es muy importante».
En la polaridad contraria de emociones, una reina Letizia vestida con un sencillo traje de lino apenas si podía controlar un gesto evidente de tristeza. Preocupación, tristeza, decepción… Todo se le hizo un nudo en la sonrisa que, esta vez, no terminó de despegar. Esta despedida no tuvo nada que ver con la que vivimos en el aeropuerto de Madrid, cuando la princesa Leonor marchó a Gales alegre y feliz. Aquí no había más alegría que la del rey.
El sentido y largo abrazo de la reina Letizia a su hija mayor. /
Esta vez, la reina no pudo disimular su pesar por una batalla perdida contra la institución. Estaba verdaderamente compungida. El abrazo con el que se despidió de su hija mayor fue especialmente largo, notablemente sentido y obviamente silencioso. Todo lo que había que decir se dijo ya. No vimos a Letizia llorar, pero no nos cuesta nada imaginar que el llanto iría por dentro.
Letizia caminó los breves metros que separaban a la familia real de la puerta de la Academia General Militar de Zaragoza cabizbaja y si querer soltar de la mano a su hija mayor. Cuando la princesa Leonor se alejaba ya con el resto de sus compañeros, la reina no terminaba de darse la vuelta para volver a su coche. Seguía allí, viendo cómo su hija se adentraba en la vida militar que tanta impresión debe de causarle. No cejó en su mirada hasta que la perdió de vista.