Si Ibiza hubiera elegido una reina, probablemente coronaría a Smilja Mihailovitch, personaje habitual de la crónica social en los 70 y 80 que, pese a rehuir focos y preferir el siempre interesante backstage de la historia, logró poner en el mapa de la jet set internacional a la isla hippy por excelencia. Pero, ¿cómo llega una princesa yugoslava a este pequeño, mínimo lugar del Mediterráneo?
Efectivamente: después de muchísimas vueltas. La biografía de la princesa Smilja es trepidante casi desde su nacimiento. Tanto, que fue convertida en novela por la escritora serbia Gordana Cirjanic. En 'Las siete vidas de la princesa Smilja' se narra casi toda su peripecia vital. Y es fascinante.
Que no nos despiste el título aristócrata de Smilja Mihailovitch. Antes de convertirse en princesa, era una joven más en un país turbulento. Nacida en 1918 en una familia numerosa, Dory Osjecani (ese fue su nombre de nacimiento) recibió de sus padres, un profesor y sacerdote ortodoxo y una ama de casa, la mejor educación posible.
Se formó como periodista, aprendió siete idiomas y comenzó a frecuentar las (ilegales) reuniones de las juventudes comunistas. Era rebelde, idealista y contestataria. Cuando las tropas de Hitler entraron en Belgrado, dio con sus huesos en un campo de concentración, pero pudo huir. Lo hizo en 1941, espoleada por el acoso de un oficial aleman. Entonces comenzó su periplo por las grandes capitales europeas, Londres y París. Buscaba refugio, pero se encontró con un título: el de princesa.
Fueron sus amantes los que, al final, le proporcionaron la libertad que la joven Dory siempre buscó. El primero fue ni más ni menos que Pedro II de Yugoslavia, el rey en el exilio londinense, con el que vivió un largo romance a escondidas de su esposa, la reina Alejandra de Grecia.
De hecho, el rey le concedió el título de princesa por decreto real, en agradecimiento a su amistad y lealtad como secretaria en el exilio. Una vez resituada en la aristocracia europea, no les costó demasiado asentar su nuevo estatus. Y se enamoró de otro hombre poderoso, un diplomático yugoslavo, del que tomó el apellido y con el que residió a orillas del Mediterráneo.
Fue entonces cuando comenzó a familiarizarse con las islas, aunque parece que antes ya las había visitado con el rey Pedro II. Cuando llegó el divorcio, su marido se fue a Londres y ella se quedó en España. En Ibiza.
Estamos en 1966, y el deshielo de franquismo y la cultura hippy empezaban a animar la isla. Smilja no tardó nada en contactar con los círculos elitistas de aristócratas y hippys que ya bailaban en las discotecas locales, sin dejar de cultivar ciertas relaciones con el poder que, a la postre, la ayudaron a impulsar el perfil turístico de Ibiza: el político Miguel García Sáez, quien estaba casado con la princesa Inmaculada de Borbón Dos Sicilias Lubaminski, Carmen Figueroa o Pilar Franco.
Fueron sus contactos los que consiguieron que el Ministerio de Información diera permiso para la organización de la primera edición de la Semana de la Moda Adlib. La princesa Smilja tuvo una idea genial: vender al mundo un estilo basado en la lencería de las payesas que los hippys habían adoptado como uniforme de fiesta y batalla junto al mar.
La moda podría ser uno de los puntales sobre el que construir un imbatible imperio turístico, pensó la princesa. Inventó hasta un lema, «Viste como quieras pero con estilo», que se convirtió en santo y seña de la moda ad ib (abreviatura del latín 'ad libitum', a tu aire).
En realidad, a Dory le interesaba poco su título, que además no tenía demasiado prestigio, al proceder de una monarquía totalmente devaluada. Fue su grupo de amigos ibicencos quienes la convencieron para que lo usara.
Estaban fundando una asociación para el Fomento del Turismo en la que ella era la encargada de reunir fondos, y decidieron que firmara sus cartas a los políticos de Madrid y Palma con su título para tener más posibilidades de financiación. En realidad, lo de la princesa Smilja comenzó como una broma y termino creando un icono. Tanto es así, que Dory firmó durante años como Princesa Smilja una crónica de sociedad en el Diario de Ibiza.
La vida de la princesa Smilja, de Dory, discurrió desde entonces entre fiestas de la jet set, paparazzi y desfiles, podríamos decir que dulcemente. Seguramente no se hizo rica, pero pudo disfrutar de Ibiza como una de las personalidades que daba sentido a la isla. Falleció en 1994, tan discretamente como supo vivir.
Estaba preparándose para tomar un avión destino Mallorca, para acordar con el gobierno balear la subvención que su Semana de la Moda Adlib recibiría aquel verano. «Para mí ella fue el último dandy de la historia», afirma la escritora Gordana Cirjanic.. «Defendía por encima de todo el buen gusto, pero un concepto de buen gusto que incluía la inteligencia». Fue para Ibiza, dicen las crónicas de la época, lo mismo que Alfonso de Hohenlohe para Marbella o que Rainiero y Grace para Mónaco. Al final, casi una reina.
20 de enero-18 de febrero
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